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Con los colectivos a reventar
La boca de subte que más gente traga es la de Constitución. Ayer estuvo cerrada y una bandera la cruzaba de punta a punta con una inscripción: “Si el presente es la lucha, el futuro es nuestro”. La jornada del paro de 24 horas dispuesto por los trabajadores de subtes no causó los estragos que varios anticiparon y tuvo más tolerancia de la prevista. Muchos usuarios, prevenidos tras la seguidilla de medidas de fuerza, salieron más temprano a sus trabajos y algunos jefes piadosos les anticiparon el horario de salida. No obstante, en las horas pico, las garitas de colectivos cobijaron colas que no se sabía dónde empezaban o terminaban. La escena se repitió en las principales estaciones de transbordo y algunas empresas de transporte debieron poner más coches en la calle. En el microcentro, no pocos ejecutivos se quedaron sin taxi y conocieron las agarraderas de los colectivos. Pese a los 34 grados de sensación térmica, los usuarios admitieron las molestias generadas por el paro, pero varios se mostraron a favor del reclamo.
“Les tendrían que aumentar a los del subte y a todos los que queremos ganar más para mejorar el puchero”, opinó Sebastián Espinoza, un obrero que esperaba el 148 para volver a su casa de San Francisco Solano. Maximiliano Pozze es inspector de esa línea de colectivos y en diálogo con Página/12 afirmó que frente al aumento de pasajeros “tuvimos que poner siete coches más”. No obstante, un boletero de apellido Velázquez admitió que “casi el 30 por ciento de los choferes está de vacaciones y por eso otras líneas tienen problemas para poner más coches. Igual, si pedimos que trabajen más, los choferes se van a negar y si la UTA se pliega (al reclamo) ellos van a adherir”, dijo un instante antes de que se largara un chaparrón y empapara a la gente que esperaba debajo de las más de 20 garitas sin chapas de Constitución.
Tanto en esa zona como en Once y Retiro se vieron colas de 50 personas viboreando en el perímetro de las plazas. “La gente está incómoda, mal por el calor y el paro, y por eso no gasta plata”, se quejó Nelly, una vendedora de helados. En las terminales de Catedral, Congreso de Tucumán y Primera Junta los negocios tenían movimiento, pero las ventas no. “Aquí entran mil personas por día y hoy habrán entrado diez”, precisó Mónica, empleada de un locutorio.
En el microcentro, el tráfico era el mismo enredo de siempre y algunos nudos se armaron en los cruces de la 9 de Julio con las avenidas Brasil, Independencia, Córdoba y Libertador. “La calle está más emputecida porque muchos fueron a trabajar en sus autos. A nosotros no nos afectó el paro porque el que viaja en subte no viaja en taxi”, evaluó Pablo Valer, un tachero que calma los nervios de sus clientes con Elvis Presley. Frente a la estación Avenida de Mayo, Sebastián Caden, de 21 años, analizó el reclamo que lo dejó sin subte y obligó a viajar en colectivo: “Tal vez hubiera sido mejor otra medida, pero el paro es lo mejor porque impacta más. Los del subte no ganan mal, pero frente a los ajustes y la rentabilidad de la empresa durante los últimos años es justo el reclamo”.
Sin embargo, para Maximiliano, de Lanús, “el paro es injustificado. Ya les aumentaron hace unos meses. Tengo un amigo que es maquinista y gana más de dos lucas, ahora ¿qué más quiere ese gremio?”, se quejó. En las principales avenidas del centro, las colas de pasajeros eran más largas de lo habitual y también eran más los que dejaban pasar varios colectivos llenos para poder viajar sentados. Los que viajaban se extrañaron ante tanto hombre vestido de traje agarrado de un pasamanos.
Informe: Adrián Figueroa Díaz.
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