Lun 06.06.2005

EL PAíS • SUBNOTA  › POR QUE MARY ROBINSON

Testaruda y determinada

Por S. A.

Es una mujer irlandesa, de sesenta años, y de piel muy blanca. Muy delgada y alta. Es conocida por su tozuda manera de ser; lleva años luchando por los derechos humanos, sin cansarse, sigue y sigue, como si acabara de empezar y sus fracasos en Naciones Unidas, de donde la apartaron los americanos, no fueran más que pequeños episodios. Nunca fue ubicada en la categoría de funcionaria internacional dócil a los intereses de las grandes potencias, así que su nombramiento, en el elenco de la ONU, para un cargo un tanto desdibujado fue celebrado por las ONG implicadas en la causa de las libertades. La verdad es que eran otros tiempos. Porque Mary Robinson, que tomó posesión como alta comisionada de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos en 1997, empezó a repartir críticas a diestro y siniestro: a Rusia, por abusar de su población y cometer crímenes de guerra en Chechenia; a China, por las múltiples violaciones de los derechos humanos; a Estados Unidos, por los bombardeos de 1999 contra Serbia, censurando el término “daños colaterales” para referirse a las bajas civiles.
A lo largo de 2001, la alta comisionada volvió a generar polémica por sus amonestaciones públicas, en particular a Estados Unidos e Israel. Luego, llegó el 11 de septiembre y Robinson exigió a Bush una pausa humanitaria en los bombardeos contra el régimen de los talibanes. Ahí comenzó su declive. Al año siguiente abandonó el cargo, no sin antes, en mayo de 2002, calificar como “una señal muy peligrosa” la decisión del gobierno norteamericano de no ratificar el Tratado constitutivo de la Corte Penal Internacional.
Se expresa con cautela, pero va al grano, y sonríe, y mide el tiempo, preocupada por dejar una buena impresión. La entrevista es precisa, contundente, y se acaba cuando ella quiere. Entonces se despide, da la mano, sonríe, le falta tiempo para todo. Y cuando ve que no me lo creo todo, o que van a seguir las dificultades con el algodón de Mozambique, por ejemplo, y al ver que yo la miro con cara de pocos amigos, porque yahace muchos años que me dicen lo mismo, me mira, sonríe, y me responde aquello de que todo es verdad.

Nota madre

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