EL PAíS
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De esto no se habla
› Por Washington Uranga
Las propuestas y las iniciativas expuestas por los candidatos deberían ser el perfil de la campaña para elecciones legislativas. Sobre todo si, como sucede, desde todos los rincones políticos se argumenta en favor de nuevas formas de hacer política, de construir el bien común sobre la base del sentido común. Nadie puede pretender un escenario ideal donde queden de lado las disputas por el poder, tan inevitables como legítimas. Tampoco es posible marginar los enfrentamientos verbales y pretender que, en medio del fragor, la campaña sea la puesta en práctica de un manual de buenos modales y de prolijidad. Sería hasta impropio pretenderlo así. Pero tampoco vale resignarnos simplemente a los golpes de efecto o a las frases que buscan ganar los titulares de los diarios con una construcción más ingeniosa que la del adversario de turno. La renovación parcial de los legisladores debería ofrecer la posibilidad de un debate ciudadano sereno sobre una agenda institucional de largo plazo donde se presenten iniciativas que luego, en el propio Poder Legislativo, puedan ser profundizadas y, llegado el caso, sancionadas. Una de las cuestiones sobre las que más se habló desde la crisis del 2001 y después de la catarsis del “que se vayan todos” ha sido acerca del control ciudadano sobre los gobernantes y sobre su gestión. Una de esas formas de control es precisamente la elección, la emisión del voto. Y los votos serán para confirmar o desmentir un rumbo. Pero no se agota ahí. Hay otras formas cotidianas de control de gestión que en nuestro país se llevan adelante todavía de manera incipiente y sobre las que habría que profundizar, intercambiar y acercar nuevas propuestas y fórmulas compatibles con la democracia representativa, tomando además las experiencias que existen en otras partes del mundo. Poco se ha escuchado sobre esto. Existen asimismo otros temas de los que pueden ocuparse los legisladores y/o quienes aspiran a serlo. Pero así como hay ciudadanos excluidos todavía en esta sociedad argentina, hay también temas de los que no se habla, cuestiones sobre las que no se discute y sobre las cuales ni los candidatos ni los periodistas que interrogan a los candidatos parecen tener mayor preocupación. Sin la pretensión de hacer una lista exhaustiva de los temas excluidos, porque sería difícil de agotarlos y porque seguramente eso depende de sumar muchas miradas y complejizar el escenario, sí se puede señalar a primera vista que no se debate de manera suficiente sobre educación: acerca de los cambios que el país necesita para vincular educación con un proyecto ciudadano, con desarrollo integral, con diseños económicos y productivos. Poco se habla sobre cuestiones culturales que, aunque sea obvio decirlo, no tienen que ver sólo con ciertas manifestaciones del arte sino fundamentalmente con la manera de construir y construirnos como seres humanos y como sociedad en torno de la consolidación de valores y principios. El cuidado del medio ambiente parece ser un tema de otros países, cuando no de otro planeta. No de nosotros, aunque las agresiones contra el ecosistema se multipliquen en nuestro propio suelo. No se habla de comunicación aunque las irregularidades del sistema sean manifiestas y sigamos sujetos a normas (como la Ley de Radiodifusión) aprobadas por la dictadura y empeoradas por otras administraciones. Seguramente las menciones pueden extenderse hasta conformar una larga lista que puede llevar el título “de esto no se habla”. Es el riesgo de desvirtuar la campaña quitándole a la ciudadanía una posibilidad de informarse y discernir, cuestiones que son esenciales a la participación.
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