EL PAíS
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La vidriera Nueva York
A Kirchner le gusta utilizar su tradicional visita a la Asamblea General de la ONU para cruzar aceros con su contrincante global preferido. La vidriera que le ofrece Nueva York, y la cercanía de jefes de Estado de todo el mundo, construyen un escenario ideal para emitir el mensaje referido. Así lo hizo las tres veces que participó de la Asamblea de Naciones Unidas, en 2003, en 2004 y este año.
Kirchner ha expresado en los dos discursos que dio en la Gran Manzana –uno ante el Consejo de Seguridad de la ONU, el otro ante la Asamblea General– y en el que había escrito y cedió para que leyese el canciller Rafael Bielsa, en la Cumbre del Milenio, también en Naciones Unidas, su contrariedad con el organismo, con el rol que juega en el mundo, con su permeabilidad a los lobbies especulativos y con la impunidad con que cuenta ante la tremenda cantidad de yerros que cometió en las principales crisis económicas globales de los últimos 15 años, amén del empecinado e ideológico equívoco recurrente de sus ortodoxas recetas (que jamás aplicó país desarrollado alguno). El Presidente resaltó la necesidad de reformular la arquitectura del Fondo Monetario y redefinir su rol en una cumbre mundial de estados, similar a la que dio génesis al organismo financiero, allá en 1944, tras los acuerdos de Bretton Woods.
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