EL PAíS
• SUBNOTA › OPINION
El viejo truco de cerrar el corralito
› Por Luis Bruschtein
El lenguaje electoral del candidato que busca ampliar su base de sustentación tiende a ser menos programático, más ambiguo y generalizador para asentarse en tres o cuatro ideas simples. En ese esfuerzo abarcador los contenidos se vuelven más lavados y el debate se empobrece.
El lenguaje del candidato que siente que está perdiendo su base natural de sustentación traccionada por otras opciones, por el contrario, tiende a precisar, acentuar con fuerza el rasgo más sobresaliente de su propuesta, a extremos casi esquemáticos. Ese movimiento de “cerrar el corralito”, más que abarcador, apunta a demarcar territorio con claridad para evitar la sangría, aunque al hacerlo esté limitando también su posibilidad de crecimiento.
Por lo general, los candidatos necesitan ampliar y contener en un solo movimiento, por lo que tienen estas presiones al mismo tiempo y las resuelven con mayor o menor inteligencia. Pero las últimas declaraciones de Luis Patti parecen calzar en la segunda opción casi como una definición de manual.
Hasta hace pocos días, Patti trataba de moderar y generalizar su discurso propositivo y buscaba, en cambio, subrayar las antivirtudes de sus adversarios, al acusar al Presidente, por ejemplo, de proteger a los narcotraficantes o denunciar que los asistentes a los actos del Frente por la Victoria fuman marihuana. Cuando propone, como ahora, estimular la justicia por mano propia, su discurso se reposiciona, se endurece, se recorta, sacrifica a los que pueden estar sensibilizados en general por el problema de la inseguridad y se queda con los duros. Ya no está señalando los defectos de sus competidores sino que lanza una propuesta blindada, una señal del tipo de sociedad a la que aspira. Ningún otro candidato toma esa bandera, que se convierte en su marca de identidad. Se está dirigiendo a su propia base para decirle que en ese tema no le gana nadie, que no miren a otros candidatos, como si las encuestas le dijeran que efectivamente los están mirando.
Las consignas de mano dura han sido relevantes en las elecciones bonaerenses. Sobre esa base se montó en su momento la campaña que llevó a Carlos Ruckauf a la gobernación de la provincia. Y durante su administración los índices de delincuencia aumentaron, no solucionó nada. Porque en realidad, las propuestas de Aldo Rico, Patti o Ruckauf no son nuevas, por el contrario, son las que siempre han prevalecido en esa área. Tradicionalmente, las personas que tuvieron responsabilidad en el área de seguridad respondían a una formación similar a la de ellos. Podría decirse que esta forma de encarar la problemática de la inseguridad tiene gran parte de la responsabilidad por la situación actual.
La mano dura no está relacionada con la inseguridad, porque ha demostrado que es impotente para resolverla. Está más relacionada con un planteo ideológico que valoriza un sistema jerárquico y coercitivo, un orden más vertical que horizontal, más impuesto que regulado o consensuado, una especie de republicanismo castrense con una esencia fuertemente autoritaria que se proyecta desde los elegidos hacia los gobernados. La idea de una democracia vigilada y controlada siempre fue una fantasía de las dictaduras militares para socavar a la verdadera democracia. Es decir, la mano dura que plantea Patti, no solamente no soluciona la inseguridad, sino que además agrega otro problema, como lo han demostrado todas las dictaduras.
Nota madre
Subnotas