Jue 06.10.2005

EL PAíS • SUBNOTA  › OPINION

Sin cambiar de carril

› Por Mario Wainfeld

Mencionémolos por el orden de aparición sorteado entre las partes:
Mauricio Macri eligió como tema central la Ciudad, en la que se centró en su apertura y en su cierre. Y recorrió una agenda clásica de la derecha, incluidos piqueteros, violaciones y cárceles con puertas giratorias. La palabra que más mencionó fue “inseguridad”.
Elisa Carrió se situó en el espacio nacional. Sus caballitos de batalla fueron el ingreso ciudadano universal para la niñez y la reforma del sistema jubilatorio. Fuera de estos tópicos, “paz” y “familia” fueron las palabras a las que más recurrió.
Rafael Bielsa se aquerenció en el oficialismo, defendiendo sus logros y cuantificándolos. Una sola persona mencionó del oficialismo, Néstor Kirchner, de modo insistente. Los números y la evocación presidencial recorrieron todas sus intervenciones.
Simplificando algo podría decirse que ninguno invadió mucho el carril del otro. Carrió y Bielsa hicieron caso omiso del debate porteño, aunque alguna gragea colaron. Macri y Bielsa le cedieron a la líder del ARI el vasto carril de las propuestas sociales superadoras y de la oxigenación republicana. Carrió y Macri reconocieron algunos logros del oficialismo pero, a diferencia del canciller, los consideraron aislados en un mar de errores.
Pompa y circunstancia: Bielsa fue el primero en llegar y acomodarse en su atril, diez minutos antes de lo pautado. Su esposa le terminó de corregir la tenida, que no precisaba mucha corrección. Carrió lució un vestido de gasa color salmón y zapatos de charol. Macri se costeó desde la Bombonera con traje bien oscuro y corbata al tono. Ninguno descuidó la estética que incluyó en el caso de Carrió unos anteojos con armazón blanca que no usó mucho frente a las cámaras. Los tres se sometieron con amable estoicismo a los retoques de maquillaje y a los afiebrados consejos de sus allegados durante las tandas.
Las tribunas daban cuenta de los primeros consumidores de estos debates. Algo así como cien personas ocupaban el cálido set de Todo Noticias. Un poco menos de la mitad eran compañeros de partido, legisladores del palo, asesores. El resto, fotógrafos y cronistas de otros medios. Los debates son cada vez menos hecho de masas, quizá el principal modo de acceder a ellos que tienen la mayoría de los ciudadanos es su repercusión ulterior. Bromeando apenas, si Macri aspiraba a tener una gran audiencia, la victoria de Boca ante Tiro Federal que Fútbol de Primera repitió en competencia con A dos Voces le habrá restado bastantes espectadores.
Tute cabrero: Un entrevero entres tres incluye momentos en el que, como en el tute, dos contrincantes se alían para tirar al medio (a la derrota) al tercero. Bielsa y Carrió ironizaron sobre el declive municipal del empresario y le pegaron duro por su relación con el menemismo. Las críticas al clientelismo oficial y al recientemente promocionado reparto de electrodomésticos fueron un breve común denominador entre el hombre de PRO y la mujer del ARI. El reproche a la retórica insustancial fue la punta de lanza que, cada uno a su turno, intentaron Macri y Bielsa con Carrió. Jugando cada uno por su lado, Macri exhibió fotocopias de las designaciones de Bielsa en cargos públicos durante la dictadura militar, motivando una evidente pero efímera bronca del canciller. Carrió juntó a sus dos adversarios mencionando que en una reciente licitación de cárceles resultó beneficiaria una empresa del grupo Macri y sugiriendo que ni Bielsa ni el empresario pueden controlar esos contratos. Bielsa tiró sobre la mesa la deuda que se le reclama al Correo Argentino, propiedad del papá Franco.
A seguro hay que llevarlo preso: Mucho más confortable dentro de la temática urbana, Macri arrancó su presentación refiriéndose a los baches, un guante que los otros panelistas ni tomaron en cuenta. Pero su obsesión fue la inseguridad, pintada con encuestas sobre la recurrencia del delito (en su entusiasmo mencionó primero que en Capital hay un delito cada cinco minutos y media hora después redujo el intervalo a cuatro), las críticas a la falta de justicia. Los piqueteros no zafaron de sus catilinarias. Pidió cárcel “para los líderes que violaron la ley”. Ahí se ganó réplicas enérgicas de los otros dos candidatos. Carrió enfatizó que no hay política de seguridad desligada de la educación y de políticas sociales inclusivas. Y lo acusó de querer encarcelar primero a los desocupados y luego a los jóvenes que transitan por la calle. Bielsa le cuestionó tener en cuenta sólo “el derecho de propiedad que es el que más te interesa” y desconocer que la Constitución no sólo consagra el derecho de transitar, también el de peticionar y el de reunión. La “mano dura” diferenció dos bloques y es bien verosímil que cada quien se satisfaga por el lugar en donde quedó. Macri es un candidato muy guionado, muy obediente (o sin vuelo frente) a quienes le preparan el libreto. Su renuncia a interpelar a gentes más o menos progresistas fue un dato desde el vamos.
Más propuestas que profecías: Carrió insistió en el perfil que dominó su campaña, que sin pregonarlo se hace cargo de algunas críticas que recibiera en 2003. Un corrimiento “a centro” en su look, ya reseñado, y en el modo oratorio. Renunció a las metáforas bíblicas, a la profecía trágica, al maniqueísmo. Fue la polemista que más se valió de la primera persona del plural y la única que mencionó en detalle y referenciando sus competencias a sus compañeros de lista. Macri elogió a su equipo, pero no nombró a sus integrantes. Bielsa sólo habló de Kirchner, omitió toda referencia a los integrantes de las boletas del Frente de la Victoria en cuya composición no injirió.
Le reconoció al Gobierno aciertos en derechos humanos, en el juicio político a la Corte (incluidas las nuevas designaciones), en el canje de deuda y en la economía macro. Respecto del resto, homologó la gestión de Kirchner con la de los ’90. Y se centró fuertemente en el ingreso ciudadano (IC) y una reforma jubilatoria que incluya un básico universal aun para quienes no fueron aportantes y la abolición de las AFJP. Fue la candidata que se centró con más tenacidad en dos propuestas, que fueron la columna vertebral de toda su presentación. Macri se le plegó, dejando la sospecha de que no por entender a fondo la propuesta sino para dar prueba de su positividad. Otro pilar del relato de la titular del ARI, al que autodefinió como “la única oposición nacional” fueron las alegaciones republicanas, los reproches al clientelismo e irónicas alusiones al desparpajo de Macri al hablar de transparencia.
Más presente que futuro: El elogio de los logros oficiales en materia económica (en holgado primer lugar), en generación de empleo, en salud, en derechos humanos jalonaron la exposición de Bielsa. No fue entusiasta para replicar cuando sus competidores le tiraron por la cabeza las mañas (y los nombres) de algunos intendentes del conurbano. Confió en los números, que enumeró largamente. Al comienzo intentó radiar a Carrió, proponiendo un discurso caro a Kirchner, “acá hay dos proyectos, el del Gobierno y el de los ’90”. No siempre sostuvo esa línea, quizá porque la jefa del ARI se centró en las políticas sociales y no en las denuncias o las agorerías. El canciller se esmeró en probar que es el paladín del Gobierno y nada indica que haya desairado ese rol. Quizá, como todo el oficialismo en campaña, descuidó el flanco del futuro. Todas sus menciones fueron de políticas ya realizadas o en trance de ejecución. No hubo alusiones a mejoras, cambios cualitativos, profundizaciones importantes. La reforma fiscal, la reforma política, saltos de calidad en políticas sociales faltaron en su discurso, dejando vacante un territorio, el de la mejora institucional, que sólo explotó Carrió.
Relaciones exteriores: Ninguno abordó esa materia, un vacío llamativo que da para especulaciones que dejamos al lector. Más extraño aún, Macri no habló de Boca. Bielsa y Carrió ahorraron citas eruditas, la titular del ARI apenas si nombró, como al pasar, al sociólogo André Gorz.
A la altura: En ocasiones se dijeron “doctor” o “ingeniero”, en otras se tutearon. No faltaron interrupciones, zancadillas, algún topetazo. La polémica cedió lo suyo a la lógica televisiva, pero fue razonable, se escucharon argumentos y se definieron posiciones. En una campaña a la que suele tildarse de violenta y que quizá sea más mediocre que brusca, tres candidatos de perfil alto se expusieron en un ejercicio democrático que no se privó de ser divertido ni de tener picante. Cuando terminó el debate, como suele ocurrir en los combates de boxeo, los respectivos adláteres sobreactuaron las respectivas felicitaciones.
Definir un ganador entre candidatos que pugnan en paridad por tres cuartos del electorado es un ejercicio de arrogancia y, en algún sentido, todos pueden darse por conformes respecto del target que eligieron. Macri, más allá de ser ostensiblemente más limitado en sutileza y hasta en vocabulario, de cualquier modo se quedará con la cerril (y numéricamente ponderable) derecha capitalina. Carrió pudo quedar bien parada frente a sectores medios progresistas o independientes. Y Bielsa fungió como cabal defensor de la escudería K. Todos se proclamarán vencedores, algo que es sencillo de obrar antes de que hablen las urnas, que una vez abiertas habilitan menos espacio a las fantasías.

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