Sáb 08.10.2005

EL PAíS • SUBNOTA  › ROBERTO DISTEFANO, DOCTOR EN HISTORIA RELIGIOSA

“Fue aniquilado con saña”

“La reapertura de la causa tiene importancia para la sociedad, pero sobre todo para la Iglesia”, plantea el historiador Roberto Distéfano, que es doctor en historia religiosa por la Universidad de Bologna y coautor con Loris Zanatta del libro Historia de la Iglesia Argentina.
–¿Cómo influyó Angelelli en la renovación de la Iglesia?
–Angelelli fue una de las figuras paradigmáticas de la renovación conciliar. Ya siendo sacerdote había trabajado con sectores trabajadores: en los años ’50 atendía la capilla Cristo Obrero de Córdoba y era asesor de la Juventud Obrera Católica. Cuando en 1961 fue consagrado obispo, la catedral de Córdoba estaba llena de trabajadores. En 1968 fue designado obispo de La Rioja, mientras en Medellín se reunía el episcopado latinoamericano. La acción de Angelelli en La Rioja se caracterizó por el apoyo de los reclamos de los trabajadores urbanos y rurales, por la organización de cooperativas y por las denuncias de los abusos de poder. Por supuesto, sus enemigos se multiplicaron y la historia terminó de la manera más lamentable: puesto que los conflictos católicos y los del país se superponían, los sectores más comprometidos con la opción por los pobres fueron aniquilados con saña. Con más saña, tal vez, que la que se desencadenó contra otros sectores. Tras el secuestro, tortura y muerte de algunos de sus sacerdotes y laicos, Angelelli fue asesinado en un accidente simulado.
–¿Qué importancia tiene la reapertura de la causa?
–La reapertura de la causa tiene importancia para la sociedad en su conjunto, pero sobre todo para la Iglesia. Para la sociedad, porque si bien todo caso de violación de los derechos humanos es gravísimo, como enseña la misma Iglesia, el de Angelelli posee connotaciones especiales: se trataba de un obispo, es decir, de un referente importante, para creyentes y para ateos. Era miembro pleno de lo que suele llamarse “clase dirigente”. Para la Iglesia es más importante aún, porque en estos casi 30 años las opiniones católicas han estado divididas también en relación con el significado de su muerte: mientras algunos lo consideran un mártir, otros juzgan que no hay pruebas suficientes para hablar de asesinato, o bien opinan que aun en el caso de que el crimen se demostrase fehacientemente, el móvil no habría sido su fe sino sus “ideas extraviadas”.

Reportaje: Werner Pertot.

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