EL PAíS
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Dos rarezas y no una
› Por M. W.
La Argentina no tiene un partido político popular inclasificable de acuerdo a parámetros válidos en otras latitudes. Tiene dos. El radicalismo, que alguna vez tuvo pares en el mundo, también ha venido a ser una experiencia única como el peronismo o el dulce de leche.
Desde 1983 la UCR ha vivido instancias memorables. Dos fueron a favor, sus únicas victorias sobre el peronismo en elecciones presidenciales sin proscripciones, un hecho que testimonia que el peronismo ya no es lo que era. La otra es su decadencia ulterior a 2001 que la pone en riesgo de algo bastante parecido a la extinción. La coyuntura suscita distintas emociones a Kirchner y a la mayoría de la dirigencia peronista tradicional. Para estos, se ha hecho el campo orégano para volver al falso bipartidismo previo al ’83. En esa época, el sistema no funcionaba conforme a la máxima de Ricardo Balbín, “el que gana gobierna, el que pierde ayuda”, pues tenía una corrección empírica traducible como “el que gana gobierna, el radicalismo ayuda”. Para el peronismo tradicional sería confortante volver a esa etapa arcádica, siendo que la UCR sirve como tapón a terceras fuerza. La traslación a acciones concretas es tratar de ayudar al radicalismo a que siga en el pulmotor. Kirchner, a menudo, piensa más en términos de cooptación de sus mejores cuadros, de coaliciones. O hasta de una eventual dilución.
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