La sola mención de la superioridad del diagrama de dos fuerzas de centro es antagónica al credo básico de los peronistas, quienes lo rechazan por foráneo y poco comprensivo de la realidad local. Los justicialistas (concordando con unos cuantos gorilas) postulan que el peronismo es a la política lo que el ornitorrinco a la fauna, una especie inclasificable, diferente, propia de una comarca igualmente especial. Kirchner insiste en que es una rémora y eso fastidia a sus compañeros, pero no es su única maniobra de despegue. Mucho más tangible es su desdén por ponerse al frente del Partido Justicialista, que descoloca aún a sus aliados internos. José Pampuro o Ginés González García le han sugerido más de una vez que se ponga al frente del PJ, sin haber sido especialmente oídos. Kirchner se ha ingeniado para evadir esa decisión, obstinación que revela cuáles son sus gustos en la materia. Puesto a conceder algo al gusto de otros peronistas, el presidente ha archivado la expresión “pejotismo” que usaba con asiduidad en la campaña presidencial de 2003. Lo valiente no quita a lo cortés, esa gentileza estilística no ha sido acompañada de un acercamiento presidencial al partido, al que no ve como una herramienta sino como, por usar una expresión cara a su vocabulario, “una traba”.