EL PAíS
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Yo me propongo
› Por Sandra Russo
En este 2006 tan prometedor, como toda cosa que recién empieza y más todavía como toda cosa que ni siquiera empezó, me propongo realizar algunos de mis sueños y terminar con algunas de mis obsesiones. Pero todos los años me propongo lo mismo y nunca me cumplo, así que ha llegado la hora de ser realista. Esta vez el principio de año me encuentra con la guardia en alto y mi lista es la siguiente: me propongo no dejar de fumar, es más: quizá hasta llegue al atado diario completo. Me propongo no alimentarme mejor y seguir combinando yogures descremados con ravioles. Me propongo olvidarme una vez más de hablar con la profesora de matemáticas de mi hija y tener que escuchar sus berridos porque soy una madre ausente que le ocasionará quién sabe qué identificaciones espantosas. Me propongo no ahorrar plata y seguir excusándome cada fin de mes con un pueril: “¡Si no me compré nada!”. Me propongo no ser más coqueta ni más femenina y seguir pidiendo y faltando a los turnos que me da la cosmetóloga. Me propongo no ser racional ni prudente, y seguir arrojándome en piletas en las que no hay agua. Me propongo no ser piadosa conmigo y castigarme mentalmente por las heridas que me causa mi propio arrojo (nadie, nunca, me insultó con tantas ganas como me insulto yo: si no probaron, prueben; podría patentar esta terapia de autoayuda invertida que practico conmigo: “Insúltese, va a ver qué mal se siente”). Me propongo continuar con esta manía fetichista de comprarme zapatos de taco alto y no estrenarlos. Me propongo no parar ni de escribir ni de pensar ni de acariciar ni de llamar ni de actuar como si los quince no los tuviera en un rincón del corazón, sino bien repartidos por todas partes. Me propongo, en fin, dejar de lidiar conmigo misma y aceptar que, en suerte, en el sorteo, me toqué yo.
Nota madre
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