EL PAíS • SUBNOTA › OPINION
› Por Washington Uranga
Las relaciones argentino-uruguayas se han convertido en uno de los temas del verano. Porque las diferencias y las dificultades existen, pero también porque el sistema de medios, carente de temas en el verano, fogonea una noticia que incentiva falsos sentidos nacionales (de ambas márgenes del Plata) y da réditos periodísticos. Pero más allá de esta apreciación es necesario decir que lo que ahora estamos viendo no es otra cosa que la punta del iceberg de un Mercosur debilitado y en muchos casos inexistente como grupo regional. El Mercosur nunca traspasó efectivamente los límites del acuerdo arancelario y quienes pretendieron ir más allá jamás fueron escuchados realmente. Lo que hoy sucede tiene sus raíces en la falta de verdadera construcción política y en la carencia de políticas de Estado en materia regional por parte de todos los actores involucrados. No se trata de dejar de lado o de ignorar las diferencias, sino de afrontarlas y encontrar salidas. Pero para ello debe existir confianza política y mecanismos aceitados de información permanente y ámbitos de diálogos y negociación que no sean ocasionales ni esporádicos. Tanto las diferencias sobre las instalación de las plantas de celulosa como las discordancias sobre la política económica y eventuales acuerdos con socios extra Mercosur podrían haber tenido otro rumbo si hubiese existido desde hace mucho tiempo voluntad de construcción política y mecanismos adecuados para generar efectivamente la integración que hoy está faltando. Podrá decirse que los actuales gobiernos de Argentina y Uruguay no pueden hacerse responsables de la historia. Es cierto. Pero no menos real es que de ambos lados del río tampoco se hicieron mayores esfuerzos en la materia en los tiempos presentes. El otro tema objetivo a considerar tiene que ver con las asimetrías. Los socios “menores” del Mercosur, Paraguay y Uruguay, han sido convidados de piedra de los acuerdos y las decisiones de Brasil y Argentina. Y esto también tiene que ver con la lógica apenas arancelaria con la que se ha edificado la supuesta integración regional. El peso relativo de las economías de Uruguay y Paraguay y lo que representan como mercados no son significativos para los socios mayores. Todo lo que sucede está poniendo en evidencia la debilidad del bloque regional y, por esta razón, se convierte en un problema político que concierne a los cuatro socios. Las alternativas tendrán que surgir entonces de la política pensada en términos de efectiva integración y deberían ubicarse por encima de la casuística de las diferencias circunstanciales, por importantes que éstas sean.
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