Dom 15.01.2006

EL PAíS • SUBNOTA  › EXPECTATIVAS, PLANES Y MINISTERIOS

Cómo es un gobierno “de poncho”

Por Pablo Stefanoni

“Otra cosa es con guitarra”, reza un repetido dicho popular boliviano. Y el 18 de diciembre una avalancha de votos socialistas puso el instrumento en manos de Evo Morales, un líder campesino cocalero que se fue acercando a la utopía de ocupar el sillón presidencial en paralelo al desprestigio de unas elites políticas incapaces de transformar la cohabitación territorial en un proyecto de nación incluyente. Y del rápido agotamiento de un modelo económico que, lejos de la prometida modernidad, aportó mayor precariedad a la vida de los bolivianos. Ahora las proclamas antineoliberales del MAS deberán encarnarse en una nueva institucionalidad que responda a las demandas de cambio que posibilitaron ese sueño. “En lo inmediato tenemos tres desafíos: concretar un gabinete que proyecte la perspectiva de cambio, transformar la exitosa gira internacional de Evo Morales en una segunda victoria política y materializar la propuesta refundacional en los actos y el discurso de posesión del presidente electo”, le dijo a Página/12 uno de los operadores de la transición hacia el nuevo gobierno.

Estos tres temas están marcando el paso de la izquierda boliviana que vuelve al poder después de más de dos décadas y deberá abordar Morales después de su maratónica “gira mundial”. Hay que matizar: la izquierda que ganó las elecciones con el 53,7 por ciento ya no es la “criolla” partidaria y marxista de antaño, sino un archipiélago de movimientos sociales y sindicales –simbiosis entre partido y sindicatos– con ritmos, culturas, políticas y objetivos no siempre coincidentes ni fáciles de articular, y con fronteras ideológicas más amplias y pragmáticas. Por lo pronto, la Confederación Sindical Unica de Trabajadores Campesinos de Bolivia, en boca de Román Loayza, y la Federación de Cooperativistas Mineros, ya reclamaron la asignación de ministerios. Con la derecha conservadora debilitada por el “masazo” de las urnas, los primeros desafíos que deberá enfrentar el MAS probablemente provengan del frente interno, incluyendo una bancada de 72 diputados de diferentes trayectorias políticas y sindicales. Para encontrar otra experiencia de “cogobierno” hay que remitirse a la Revolución Nacional de 1952, cuando la entonces poderosa Central Obrera Boliviana (COB) tenía el derecho a nombrar ministros y controlaba las milicias obreras.

“Esperemos que no se reemplace el ‘cuoteo’ de cargos por una distribución corporativa; considerando la escasez de cuadros es posible que se quede, al menor durante un tiempo, el 80 por ciento de la actual administración pública”, continúa la fuente, poniendo el acento en uno de los desafíos del MAS: cómo articular la suma de corporativismos que lo componen en un proyecto contrahegemónico y cómo incorporar a los “técnicos” –más cercanos a la figura del asesor que de la del intelectual orgánico– al proyecto político masista sin excluir a los excluidos de siempre. “Usted va a ser presidente de la República el 22 de enero pero, al parecer, su entorno y los cargos más importantes de su gobierno van a ser ejercidos por gente no indígena y campesina, lo cual sería repetir la vieja práctica de la casta qüara (blanca) que, a lo largo de los 180 años de vida de Bolivia, ha menospreciado a nuestros hermanos indígenas y campesinos”, dice el sociólogo indígena Esteban Ticona –que apoya críticamente a Morales– en una carta abierta al presidente electo.

Formado en la escuela del sindicalismo campesino, alejada de los cócteles y los canapés de los seminarios de las ONG internacionales, Evo Morales sabe que seguir siendo “uno más” entre sus bases es un capital que no puede dilapidar. Y la mayoría de los bolivianos vio con agrado que “el Evo” recorra el mundo y se entreviste con los dignatarios de varias potencias mundiales, incluido el rey de España, en pulóver o camisa de manga corta, y no comenzara su gira con esas peregrinaciones a Washington,como era costumbre. “Es una muestra de dignidad que pone a Bolivia de otra forma en la escena internacional”, dicen en el MAS, con sabor a venganza ante los pronósticos de la derecha que auguraban que si ganaba Evo Morales el país quedaría aislado de la comunidad internacional.

Para reforzar el perfil de “poncho y ojotas” del nuevo gobierno, Evo Morales realizará tres juras: la institucional, otra “ante el pueblo” en una plaza de San Francisco, testigo de la cruenta caída del gobierno neoliberal de Gonzalo Sánchez de Lozada en 2003, y una tercera en Tihuanacu, el 21, donde el primer presidente indígena de la historia boliviana le agradecerá y le pedirá permiso a la Pachamama para emprender lo que los más optimistas imaginan como un Pachakutik andino: una nueva era de cambio radical de la sociedad.

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