EL PAíS • SUBNOTA › OPINION
› Por Alfredo Zaiat
Uno de los principales postulados de la década anterior para desprenderse de las empresas estatales era que de ese modo se evitaba la injerencia de “la política”. Ese divorcio alentaría el incremento de la eficiencia, la calidad del servicio y, como argumento más impactante para una sociedad sensibilizada por las deficientes prestaciones, la eliminación de la corrupción y las “mafias” sindicales. Como tantas otras cosas que se aprendieron a partir de los traumas heredados de esa experiencia, las ideas-marketing de ese período se probaron que eran solamente para vender la estrategia de privatizar. La lógica de funcionamiento cambió muy poco con la transferencia de la propiedad de las compañías. “La política”, como se buscaba desacreditar la gestión pública, siguió teniendo injerencia a través de negocios, de amiguismos y de tráfico de influencias. Eran protagonistas diferentes, pero integrantes de “la política”, al fin. La corrupción y las “mafias” sindicales también siguieron readaptadas a los nuevos dueños. Sólo mejoró la eficiencia y la calidad del servicio aunque desde un nivel bajísimo, situación previa para facilitar el traspaso. La comparación de esas variables no es tan favorable, en cambio, cuando se analizan respecto de los períodos donde se había vocación de inversión en empresas estatales.
Ahora, en otro estadio de la relación con las privatizadas, que para algunos es de transición y para otros de continuidad con maquillaje, “la política” sigue presente, como antes de y durante los noventa. La alteración en el mando de Aerolíneas Argentinas es uno de los casos más evidentes de esa permanente intervención de lo que siempre está presente: la necesaria injerencia de los gobiernos en la gestión de compañías que brindan servicios públicos. No es una característica argentina sino que forma parte de una dinámica que se verifica en todos los países. El ejemplo más contundente de esa intervención es el Estado español, en esta oportunidad con Aerolíneas, pero antes con Repsol y también con GasBan y Endesa.
El descabezamiento de las cúpulas de cada una de esas compañías a lo largo de los últimos dos años tiene que ver, esencialmente, con “la política”. La mudanza de la hegemonía en el poder desde el conservador Partido Popular de José María Aznar al progresista Partido Socialista de José Luis Zapatero se reflejó en las conducciones de esas compañías. Esos cambios tuvieron y tienen su impacto en la Argentina por el perfil estratégico de esas inversiones españolas en el país. Uno de esos desplazamientos más relevantes se produjo en la cabeza de la petrolera Repsol, con la jubilación anticipada de Alfonso Cortina, aliado del PP, por el catalán Antoni Brufau, representante del PSOE.
Antonio Mata, hasta ayer presidente de Aerolíneas Argentinas, también es un hombre de negocios vinculado al PP. Intentó acercarse al gobierno argentino con actitudes demagógicas y sobreactuaciones, como la compra en una subasta del sudario de Evita, para luego donarlo al Estado en un acto donde hizo entrega del lienzo al vicepresidente Daniel Scioli. Típico comportamiento de “la política” en el manejo de una compañía de servicios públicos. Esos cambios no se dieron solamente en las diferentes conducciones de empresas españolas con intereses en el país. También se verificaron en las otras privatizadas con dueños de otras banderas. En la mayoría de esos casos –del mismo modo que con las españolas–, por más o menos presión del gobierno de Kirchner, asumieron nuevos directivos. Se trató de la transferencia a esas empresas de la representación de la hegemonía del poder emergente. En Correos fue una alteración abrupta, y en Aguas tuvo un recorrido conflictivo. En otras privatizadas se produjo por la venta de parte o de todo el paquete accionario a empresarios que se acercaron al calor del nuevo poder: los Werthein desembarcaron en Telecom y Marcelo Mindlin en Edenor.
El entramado político-empresario en las empresas de servicios públicos refleja el clima de época de cada período. Ayer se escribió un capítulo más del actual estado de situación con el despido de Mata de Aerolíneas.
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