EL PAíS • SUBNOTA
Juan Pablo Arrate, Pablo Jagoe y Alfredo Marcenac tenían en común su ciudad natal, Necochea. Los tres habían decidido establecerse fuera de la ciudad balnearia para continuar sus estudios. Jagoe y Marcenac eligieron Buenos Aires. Arrate, Tandil. “Los chicos se van a estudiar a La Plata o a Buenos Aires, no se quedan acá”, confió el periodista Miguel Correa, del Ecos Diarios de esa ciudad. Jagoe se inscribió en la Facultad de Derecho, de la UBA, para seguir abogacía. Marcenac se decidió por la carrera de kinesiología. Arrate, más cerca de su ciudad natal, se volcó por Ciencias Económicas pero en la ciudad de Tandil.
Los tres solían encontrarse. El destino trágico fue tejiendo la telaraña. Arrate había ido a visitar a sus amigos a Buenos Aires. Se juntaron y de paso aprovecharon para consolar a Jagoe, que acababa de rendir un examen mal. Caminaban por la avenida Cabildo. Escucharon a alguien que corría. Escucharon algo como tiros a sus espaldas. Se dieron vuelta. El tipo se les vino encima, le contó Jagoe más tarde a su hermana, médica que trabaja en Buenos Aires y que fue la primera en enterarse y en acudir a contenerlo. Les tiró a los tres. Con Alfredo se ensañó. Pablo lo vio, desde el piso, corriendo, subiendo a un colectivo.
Cinco minutos después de que los tres amigos fueron baleados, Necochea, no se sabe cómo, se estremecía y era dominada por los nervios. La mención de tres chicos de Necochea baleados, sin demasiadas precisiones, tomó por asalto a media ciudad. Después se fueron definiendo tristemente las identidades. Alfredo Marcenac, de 18 años, era nadador del Deportivo Arenas. Había competido en natación hasta el año pasado. Su profesor era el reconocido Marcelo Quaglia. Era el menor de tres hermanos.
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