EL PAíS • SUBNOTA
Un matrimonio mapuche sostiene una dura puja con los hermanos Benetton, que poseen cerca de un millón de hectáreas en el sur del país. Historias de despojos que se repiten.
Luciano Benetton posee cerca de un millón de hectáreas dispersas en Buenos Aires, en Chubut, Río Negro y Santa Cruz. Su avance sobre las tierras tuvo su explosión mediática cuando se conoció el conflicto con una familia mapuche que vivía en una de sus adquisiciones.
El pico del conflicto se remonta a fines de mayo de 2004 cuando el matrimonio mapuche formado por Rosa Nahuelquir y Atilio Curiñanco perdió una demanda civil del grupo italiano por lo que debieron devolverle 525 hectáreas pertenecientes a la estancia Santa Rosa, en el paraje de Leleque, a 90 kilómetros de Esquel, donde se habían instalado en 2002. A esa tierra el matrimonio decidió volver porque era el lugar donde se criaron y donde están sus ancestros. Antes de asentarse consultaron al Instituto Autárquico de Colonización y Fomento, que les confirmó que el predio era fiscal. Un mes después de que se instalaron y trabajaron la tierra, el italiano desalojó violentamente al matrimonio a través de la policía y luego fueron sometidos a juicio oral y público por usurpación. La Compañía de Tierras Sud Argentino –la sociedad anónima que pertenece a la familia Benetton– demandó a los mapuches por usurpación en el ámbito penal y por la restitución final de la tierra en lo civil. En lo penal el juez Jorge Eyo dictó el sobreseimiento.
Durante el juicio por la causa civil, la expectativa estaba centrada en que, por primera vez, se haciera valer la inferioridad legal de un título privado ante la Constitución nacional, ya que el artículo 75 inciso 17 estipula el derecho ancestral y comunitario de la tierra. No fue así. La Justicia dictaminó la devolución de las tierras a la compañía.
En esa oportunidad, el Premio Nobel de la Paz Adolfo Pérez Esquivel envió una carta abierta a los hermanos Benetton pidiendo que ayudaran a resolver la situación. Uno de ellos, Luciano, pidió que los daminificados viajasen a Italia para solucionar el conflicto. La familia Curiñanco viajó para conversar con los hermanos Benetton acompañada por integrantes de la Organización Mapuche Tehuelche 11 de Octubre y Pérez Esquivel.
Para mejorar la imagen de la marca, a través de la cual se promociona la diversidad multiétnica, negocio que se vio empañado por el conflicto territorial, el magnate quiso donar 2500 hectáreas próximas, pero no las que habitaban, y la comunidad mapuche las rechazó. En esa oportunidad el empresario aseguró que la donación supone “una acto concreto, y al mismo tiempo, simbólico, como convivencia de la diversidad de los pueblos de la Patagonia”. Pero Curiñanco arremetió: “Le aclaramos que así no era. Que nadie puede donar lo que no es de él”. También la Fundación Servicio Paz y Justicia (Serpaj) presidida por Pérez Esquivel rechazó la propuesta tras la reunión en la capital italiana.
Por su parte, los Curiñanco sostenían que lo que los Benetton debían hacer era la entrega del predio de Leleque, en Santa Rosa. En ese marco el embajador argentino en Italia, Victorio Taccetti, propuso que el gobierno argentino se encargara del tema, que fuera el beneficiario de las tierras que Benetton quería donar y que se encargara de su posterior distribución.
Después de eso “en realidad nunca se manifestó que las tierras iban a ser donadas para el pueblo mapuche. La intención de donar fue dirigida al Gobierno. Como no hubo manifestación directa de donar a los mapuches, no hubo respuesta de nuestro pueblo”, comentó a Página/12 Mauro Millán, werkén (vocero) de la Organización 11 de Octubre.
Esto no terminó ahí. En otro paraje chubutense la historia de otro despojo. “La localidad de Piedra Parada, a 200 kilómetros de Esquel, es rica en cuanto a lo paleontológico, hay bosques petrificados. Benetton salió a los medios diciendo que compraría 10 mil hectáreas en esa zona, y que 7500 de ellas serían donadas al gobierno para ser distribuidas, aunque nunca se definió bien a quién”, señaló Millán.
“Esa tierra ya pertenecía a nuestro pueblo. También viene de una historia de despojo. Quien le vende a Benetton no la compró, la usurpó con artilugios. Era un terrateniente venido a menos que las abandonó y esas tierras quedaron desocupadas. Entonces volvió la gente. Luego se confirmó la compra de Benetton. En ese momento nosotros escuchábamos comentarios de que dentro hay una escuela que el empresario quiere cerrar”, explicó.
En ese sentido enfatizó que “acá la política de estos terratenientes es tolerancia cero con los vecinos y con instituciones como la escuela”.
Después de eso “el Gobierno salió a decir que esas tierras eran improductivas y de esta forma, Bene-tton sale libre de culpa y cargo. Dentro de las tierras pasa el río Chubut, es un lugar increíble, es rico en muchas cosas”.
Para Millán, quien viajó con los Curiñanco a Italia en 2004, se repite la misma historia de siempre y en ese sentido sostiene que “expropiar no significa derecho. Expropiar es ponerle un valor al sufrimiento de la gente porque esa tierra el Estado va a tener que pagarla”.
Informe: M. S. Wasylyk Fedyszak
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