Durante la investigación, el juez Rafecas realizó una inspección en el taller mecánico en el que funcionó el centro Automotores Orletti, donde se hallaron restos de partes de Inteligencia. El magistrado señaló en el fallo una diferencia de este sitio con los demás campos que visitó hasta el momento: “Tanto antes como después de los hechos investigados no tenía ninguna particularidad que lo aleje de la condición de ser una casa normal y ordinaria, así como tampoco la arteria en que estaba enclavado, ni el barrio al que pertenecía.” “Lo que causa impresión –dijo Rafecas– es tener la certeza de que durante los más de seis meses en que este inmueble se convirtió en un campo de detención y tortura ese ambiente de ‘normalidad’ no parece haberse perturbado; esto es, la cotidianidad de la casa, de la calle, del barrio, absorbió con naturalidad el terror y la violencia desplegados en ese tiempo en esa casa, como si esa violencia, ese terror, fueran una posibilidad más de darles funcionalidad a esos espacios.”