EL PAíS • SUBNOTA
Miles de personas acompañaron ayer en La Plata la marcha de familiares y organismos de derechos humanos, movilizados ante la desaparición de una de las víctimas del represor Miguel Etchecolatz.
“Hace 30 años el Estado lo secuestró. Hoy el Estado es el responsable de que aparezca.” Esa fue la contundente consigna que la ex desaparecida Nilda Eloy lanzó ayer, mientras recorría el trayecto que la separaba del Palacio Municipal a la Casa de Gobierno de La Plata. Pese al mal tiempo, la acompañaron más de 6000 personas, conmovidas por la misteriosa desaparición de Jorge Julio López, víctima, testigo y querellante en el juicio que condenó a reclusión perpetua al genocida Miguel Etchecolatz. Aunque no hubo un discurso largo y emotivo, la marcha logró una visibilidad irrefutable: la presencia y participación de la gente.
“Ya pasaron 30 años, ya dijimos ‘Nunca Más’, pero el compañero López no se sabe dónde está”, cantaban desde temprano los chicos del Partido Comunista, ignorando los nubarrones que anunciaban la intensa lluvia que vendría después. Al frente de la marcha, una extensa bandera negra con letras en blanco pedía la “Aparición con vida ya” de López. La sostenían varias víctimas del terrorismo de Estado: Eloy, Adriana Calvo (quienes no se separaron en ningún momento), la dirigente de Izquierda Unida Patricia Walsh y las Madres de Plaza de Mayo Línea Fundadora. Lloviznaba. Un nuevo cántico dominaba la escena: “Olé, olé, olé, olá, que aparezca... con vida ya. A 30 años no podemos esperar”.
Cuando la columna llegó a la Plaza San Martín, que antecede a la Casa de Gobierno, un pequeño grupo de organizadores, pertenecientes a distintas corrientes, comenzaron a discutir. Algunas organizaciones sociales ya estaban concentradas hacía bastante rato en el lugar y resultaba complicado distribuir a la gente. La garúa devino en lluvia. Mientras los organizadores deliberaban, uno de los que encabezan la columna, el Premio Nobel de la Paz Adolfo Pérez Esquivel, abrazado al dirigente de la CTA Víctor De Gennaro, planteaba que era “imprescindible no volver a los viejos tiempos que queremos superar”. Muy cerca suyo, Calvo aseguró, en otro tono, que la desaparición de López “es un secuestro producido por los nichos que hay en la policía bonaerense”, una versión que ella misma murmuró el lunes pasado, durante los alegatos, mientras todos esperaban que López concurriera para la audiencia. López no se había cruzado al represor Etchecolatz durante el juicio y ese día, después de 30 años, “estaba muy interesado en verlo”, le diría más tarde a Página/12 Eloy. Solucionado el problema del espacio, todas las columnas se integraron. La lluvia se convirtió en tormenta. Escaseaban los paraguas, muchos buscaban refugio en los árboles de la plaza pero nadie quería irse. El subsecretario de Tierras y Hábitat de la Nación, Luis D’Elía, destacó “el estupor y la preocupación” causados por la desaparición de López. Una de las Madres de Plaza de Mayo se acaracoló en la extensa bandera, Nilda Eloy subió al acoplado que funcionaba de palco. “Voy a ser breve –anunció–, estamos acá para que aparezca nuestro compañero. El martes se lee el veredicto. Les pido a todos ustedes que me acompañen. Quiero que ese día Jorge esté al lado mío escuchando el veredicto.” Eran casi las 19, ya anochecía. Empapados, varios manifestantes seguían cantando: “Ahora, ahora, resulta indispensable. Aparición con vida y castigo a los culpables”.
En medio de la desconcentración Edna, una Madre de Plaza de Mayo de La Plata se cobijó en el paraguas de este cronista. Mientras se dirigía en busca de un taxi, imaginaba la sopa que tomaría cuando llegase a su casa. Muchos se acercaron a saludarla, una mujer joven le robó una sonrisa cuando al despedirla le dijo: “Vos sí que no perdés las mañas”.
Informe: Emilio Ruchansky
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