Lun 05.02.2007

EL PAíS • SUBNOTA  › OPINION

Con vida propia

› Por Washington Uranga

El Seminario de Formación Teológica que reúne cada verano a los cristianos que se identifican con “la opción por los pobres” se ha convertido en un espacio político cultural de trascendencia y con vida propia, generado a partir de la voluntad de militantes cristianos de base, apoyados en sus propias instituciones, organizaciones intermedias y sociales, pero al margen de la iniciativa oficial de las diversas iglesias a las que cada uno de ellos pertenece.

Debe leerse bien: al margen significa que no son las iglesias las que institucionalmente organizan y llevan adelante ese espacio. No debería interpretarse, sin embargo, que desde las instituciones eclesiásticas, tanto de la católica como las diversas denominaciones protestantes de las que provienen los participantes, hay oposición o resistencia. Frente al hecho –que sí fue resistido al comienzo, en particular desde la jerarquía católica– hoy existe respeto, expectativas y, por cierto, toda la gama de posiciones ideológicas y religiosas que van desde la adhesión hasta el rechazo. Pero quizá lo más importante es que el espacio tiene vida y dinamismo propios y se constituye como tal en referente del pensamiento cristiano de avanzada y de la política en la Argentina.

Algunas de las virtudes que aportaron a ello fueron las de no sujetarse a ninguna estructura religiosa institucional y que el ámbito, inicialmente promovido por católicos progresistas, se abrió paulatinamente para darles lugar a pensadores y dirigentes de otras iglesias cristianas e, incluso, de confesiones ajenas a la tradición católica. Quienes condujeron el proceso percibieron también que la iniciativa no podía institucionalizarse, ni pretender homogeneizar las miradas.

Entre los que participan de los seminarios hay diferentes miradas políticas, opciones prácticas distintas, con la coincidencia básica y por cierto amplia de la “opción por los pobres”. No existe, en consecuencia, la pretensión de organizar una fuerza política que represente a los cristianos, que los alinee detrás de una opción partidaria. Los seminarios siguen siendo espacios de debate y reflexión y, sobre todo, de formación en la diversidad. Seguramente si se pretendiera otra cosa se estaría atentando contra lo construido. Una alerta que no se disipa a pesar de los pasos positivos dados en los últimos años sigue siendo la hegemonía de conducción que, formal o informalmente, mantienen hasta hoy algunos de los impulsores iniciales de la iniciativa.

Lo cual no hace sino demostrar que la participación democrática sigue siendo una tarea difícil en todos los niveles, aun cuando existan las mejores intenciones.

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