EL PAíS
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El diálogo cultural
Por Guillermo Oliveri *
El significado del concepto cultura ha cambiado mucho a lo largo de la historia reciente del mundo occidental. Desde las concepciones etnocéntricas de Lewis Morgan, pasando por el funcionalismo de Bronislaw Malinowsky, el estructuralismo de Claude Lèvi Strauss hasta las teorías más contemporáneas de autores latinoamericanos como Martín Barbero, el término se ha ido abriendo al reconocimiento de todas las formas de expresión humana como referentes culturales legítimos. Sin embargo, esa evolución conceptual, impulsada desde los ámbitos académicos y extendida en la mayoría de los países de Europa y algunos de América, parece no haber sido adoptada en la ciudad más importante y cosmopolita de la Argentina. En Buenos Aires, los organismos estatales todavía miran la cultura a través de la lente de la ilustración y la entienden como una manifestación limitada a un grupo de elite, de manera que gran parte de la producción y el consumo culturales quedan fuera de los planes de los funcionarios de la ciudad. Desde los lugares de gobierno debemos dejar de lado esta concepción y entender la cultura como la expresión de todos los sectores del pueblo, conformada por una gran diversidad de formas de creación y apropiación de los bienes culturales.
Para ello es necesario un trabajo continuo y sostenido en el que el Estado cumpla con la función de acompañar a todos los que participan en la construcción cotidiana de nuestras expresiones como el tango, el folklore local, el teatro, los bailes, etcétera. Paralelamente, debemos impulsar la participación de los habitantes de Buenos Aires para convertirnos, todos, no sólo en consumidores sino también en productores y transformadores de nuestra cultura, para poder convertirla en una herramienta para generar nuevos puestos de trabajo. Así podremos darle a la ciudad una mejor inserción internacional como destino turístico, alejarla de la imagen de aglomerado caótico y violento que la ha marcado en los últimos meses y brindar mayor bienestar a quienes la habitamos.
Para comenzar a lograrlo instaré a la convocatoria del Diálogo Cultural Porteño, en base al cual podremos elaborar un plan que entrelace y dinamice las políticas de gestión cultural con las propuestas que surgen de las organizaciones de la comunidad, como las instituciones barriales y vecinales, los centros culturales y los clubes. Sobre esta base debemos apuntar a volver a un país orgulloso de su identidad, con un horizonte donde el destino se construya desde cada escuela, cada fábrica, cada casa, y dependerá de todos y cada uno de nosotros recuperarlo, porque ese país está enfermo pero sigue vivo.
* Legislador porteño por el PJ.
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