EL PAíS • SUBNOTA › LA CRISIS QUE LLEVO A LOS SAQUEOS DE 2001
“Hay que evitar hablar de saqueos porque se asocian a la violencia”, aconsejaba el 18 de diciembre de 2001, en plena reunión de gabinete, el entonces presidente Fernando de la Rúa. Por eso, sus ministros hablaban de la “demanda de alimentos” cuando se referían al tema, que mostraba el pico de la crisis política, social y económica que terminaría eyectándolo del sillón de Rivadavia. Pese al envío de alimentos para descomprimir la situación en varias provincias (Santa Fe, Mendoza y Entre Ríos, entre ellas), del otro lado de la General Paz el asunto se ponía pesado. En San Miguel, por ejemplo, más de 35 comercios habían sido saqueados, calculaba un comisario de la zona. En ese momento, lo que más preocupaba al gobierno era la espontaneidad de los saqueos, que hacía imposible cualquier negociación. Nadie lo sabía mejor que Wan Cho Ju, ese chino que lloraba desconsolado mientras la gente le vaciaba su autoservicio en Ciudadela.
“Se debe atacar con medidas preventivas”, decía Jorge de la Rúa, ministro de Justicia. Su par de Seguridad bonaerense Juan José Alvarez hacía caso omiso mandando a la guardia de infantería y al comando de patrullas para vigilar los supermercados, que habían empezado a ser tomados en Rosario, entonces la ciudad con mayor número de desocupados del país. Esa tarde, el supervisor de la tienda Día del partido de San Martín pagaba caro el amague. Un grupo de 30 personas se habían acercado para pedir los bolsones de comida prometidos el día anterior. Cuando los vio venir, el encargado hizo bajar las persianas metálicas pero no pudo evitar que se colarán 10 personas para llevarse, en bolsas y carritos, todos los productos que podían.
Al otro día, en Villa Fiorito, los vecinos tuvieron menos suerte: mientras rodeaban a un supermercado chino de la zona, el dueño les disparó desde la terraza del comercio. Uno de los disparos dejó sin vida a Diego Avila, de 24 años. Ese 19 de diciembre también murió Cristian Legembre, en Merlo, durante otro saqueo. Al fin de la jornada, en el conurbano se contaban al menos siete heridos.
Los comerciantes ya estaban curtidos. El 20 de diciembre casi no hubo supermercados abiertos, a pesar de la cercanía de las fiestas. De todas formas, ese día los gerentes de las principales cadenas tuvieron que trabajar. Alguien tenía que calcular las pérdidas para negociar la indemnización con las aseguradoras. Ya había renunciado Fernando de la Rúa, el estado de sitio no había funcionado y se hablaba de saqueos coordinados por la policía bonaerense. Durante la noche, un comerciante chino de Lanús amuraba con ladrillos la puerta de su autoservicio. Tres días antes, su colega y compatriota, Wan Cho Ju lloraba desconsolado: “En China 1300 millones, no tanto lobo. Acá 35 millones, mucho lobo”, le decía por entonces a Página/12.
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