EL PAíS • SUBNOTA
› Por Mario Wainfeld
Habría sido estimulante que magistrados críticos del ejecutivo pero no reaccionarios tomaran pública distancia con las declaraciones del camarista Alfredo Bisordi comparando la situación actual de la Justicia con la que atravesó durante las dictaduras.
El comunicado de la Corte pidió “mesura y prudencia”. Alguno de sus redactores explica coloquialmente que los destinatarios eran Néstor Kirchner y Bisordi. Nadie lo entendió así, porque la ambigüedad fue excesiva y sesgada hacia una de las dos posiciones.
En la edad de oro de Bisordi no se investigaron miles de homicidios y desapariciones, no prosperaban los hábeas corpus, se usaba la Morgue Judicial para tareas del terrorismo de Estado. Y, según los datos de la Unión de Empleados de Justicia de la Nación, desaparecieron 17 de sus compañeros. A saber. Alberto Maidana Casco, Alvaro Colombo, Carlos Gatto, Enrique De Pedro, Alicia Mallea, Guillermo Díaz Lestrem, Gustavo Varela, Jorge Sanz, Julio Lozano Bullrich, Nelly Ortiz de Díaz Lestrem, Carlos Malvino, Esteban Ojea Quintana, Ignacio Ojea Quintana, Roberto Vera Barros, Laura Serra, Verónica Basco, Wenceslao Caballero.
Gustavo Díaz Lestrem había sido fiscal de la justicia federal y defensor oficial.
El Código Procesal Civil de la Nación determina que los abogados, en cuanto colaboradores de la Justicia, tienen la misma dignidad que los magistrados. Por razones de espacio, más que corporativas, se le ahorra a su Señoría la nómina de abogados desaparecidos en esa etapa de promisión y paz que tanto añora, confortablemente sentado sobre causas a su cargo.
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