India. Mientras el canciller Jorge Taiana se reponía por la mañana del raid de isla Margarita, la secretaria ambiental, Romina Picolotti, y el jefe de Gabinete de la Cancillería, Alberto D’Alotto, se fueron a conocer por dentro el Palacio de la Quinta de El Pardo, donde desde hoy transcurrirá lo que será una especie de retiro dialoguista. Allí se destinó un recinto para las delegaciones de ambos países. A la funcionaria le dio un ataque de risa y espanto cuando vio que en la sala de los uruguayos había una pintura que retrataba el casamiento de Hernán Cortés con la nativa Malinche, retratada como el mejor estereotipo de india: llena de plumas. En la sala de los argentinos, en cambio, no hay cuadros. En centro del salón donde se hará el almuerzo, las delegaciones estarán bajo el halo de un cuadro de Fernando VII, el último monarca de absolutismo. - - - Pase. Un pin cuadrado y amarillo: esa es la clave para ganarse la entrada al Palacio de Santa Cruz, sede de Asuntos Exteriores, y a la Quinta de El Pardo. Por supuesto, acorde al hermetismo que acompaña a esta misión, el pequeño prendedor sólo quedó reservado para las solapas de los funcionarios. - - - Menú. A la hora de la cena, servida para 27 personas, el canciller español Miguel Moratinos convidó con un menú que tuvo como entrada ensalada templada de solomillo ibérico escabechado, y de plato principal, lubina salvaje (pescado) con ajetes tiernos y cigalitas salteadas (similares a los mejillones) con papas duquesa. El postre: hojaldre de manzana con culis de natillas templadas. Los vinos: Albariño Bardel cosecha 2005, un típico vino gallego, y Rioja Viña Ardanza cosecha 1999, que podría costar unos cien euros. - - - Sixties. Al llegar al Palacio de Santa Cruz, los funcionarios –la mayoría– entraron caminando y por la puerta grande. Todos con algún atuendo oscuro, a lo sumo gris, lo que tornó muy visible la presencia de Picolotti, con un trajecito hippie de lino color turquesa, una blusa blanca de gasa y unas chinitas en la gama.