Mié 02.05.2007

EL PAíS • SUBNOTA  › MICAELA LIBSON

“Las condiciones ya están dadas”

Investigadora de las familias homosexuales, la politóloga de la UBA analiza la viabilidad del matrimonio gay en el país, advierte sobre sus límites y enumera los mitos que juegan en su contra.

› Por Andrés Osojnik

La politóloga Micaela Libson estudia del fenómeno de las familias homosexuales. Se desempeña en el Grupo de Estudios sobre Sexualidades del Instituto Gino Germani de la Universidad de Buenos Aires. Actualmente investiga, como becaria del Conicet, las implicancias sociales de la adopción de niños por parejas del mismo sexo, su proyecto de doctorado. Con ese bagaje, en esta entrevista analiza la viabilidad en la sociedad argentina de la instauración del matrimonio gay. Explica los prejuicios que pueden impedirlo y advierte sobre los límites de su eventual implementación. Lo “natural” y lo “contra natura”. La política y los medios de comunicación en un tema que siempre genera polémica.

–¿Qué debe pasar en una sociedad para que acepte el matrimonio entre personas de igual sexo?

–Es una pregunta intrincada, porque la situación es bastante paradójica. Cuando salió la ley de matrimonio homosexual en España fue un cambio bastante grande en una sociedad predominantemente católica. Uno puede decir a grandes rasgos que en las sociedades donde hay una mayor impronta del catolicismo se tiende a no aceptar este tipo de uniones. Pero hay situaciones paradójicas, como es la española. No hay una respuesta certera sobre esta cuestión. Muchas veces tiene que ver sobre todo con un impulso de gobierno: a veces no solo depende de la sociedad, el cambio tiene que ser institucional. Igualmente, hay un mayor reconocimiento frente a la posibilidad de una unión de parejas del mismo sexo. No así la adopción, pero a su vez considero que es mucho más factible que se acepte incluso la adopción a que se acepte una ley de aborto.

–¿Cuáles son los prejuicios y mitos en esta sociedad en torno de la posibilidad de legalizar una unión homosexual?

–Los prejuicios son varios, pero se pueden sintetizar en uno, que es considerar a las parejas no heterosexuales como relaciones contra natura, que están en contra de la naturaleza. Y considerando siempre como única posibilidad de matrimonio a una pareja heterosexual y como única posibilidad la de que esa pareja heterosexual pueda constituir una familia. Hay millones de prejuicios que tienen que ver con la homofobia, la aceptación de la misma homosexualidad, que tiene que ver con cuestiones de discriminación. Pero en el fondo todo se basa en la consideración de que son orientaciones sexuales desviadas y que la constitución de pareja de estas sexualidades desviadas es no natural.

–¿Cómo se impone la categoría de “no natural”? ¿Quién la dispone?

–La Iglesia y ciertas expresiones, podríamos decir bastante antiguas y que tal vez hoy no están en boga, que provienen de disciplinas como la medicina y el psicoanálisis. También las disciplinas jurídicas, que toman esta noción de los preceptos religiosos. Son ellas las que sostuvieron durante mucho tiempo el monopolio de las cuestiones referentes a las sexualidades. Igual, hoy el campo que se considera como el más legítimo para monopolizar la cuestión homosexual es el “psi”.

–¿Cómo se explica la paradoja de este tipo de prejuicios todavía fuertemente arraigados en la sociedad y ciertas expresiones muy favorables a los cambios que aparecen, por ejemplo, en las encuestas o en los medios de comunicación?

–No me gustan las expresiones “tolerancia” o “mayor amplitud”, pero existen ahora en mayor medida respecto de otros momentos históricos. También hay mucha presencia de lo que suele llamarse discriminación positiva: toda la cuestión de lo “gay friendly”, ¿implica una mayor aceptación de la homosexualidad? Hay más programas de la mujer y eso no significa que la mujer deje de ser el sexo oprimido en la sociedad. Lo “gay friendly” tiene en realidad que ver más como una cuestión de mercado que de mayor tolerancia hacia la homosexualidad.

–¿Y los medios de comunicación?

–No podemos aislar a la Argentina del contexto internacional. Hay cuestiones que ya se presentan como inevitables. Si bien están muy arraigadas las nociones de familia tradicional, este tema de las otras familias va poniendo en cuestión ese andamiaje, generando rupturas, cambios. No me gusta hablar de evolución, evolución implica crecer pero mantener lo mismo en la base. Acá hablamos de puntos críticos que van cambiando en cierta manera el statu quo. Tiene que ver con situaciones contextuales, con devenires, con cuestiones que se presentan cada vez más abiertas. Y de algunos políticos que también apoyan la causa: hay cierta progresía que por cuestiones políticas o porque hay un electorado gay muy importante sigue esta causa. Lo mismo ocurre con los medios de comunicación.

–En la sociedad existen parejas homosexuales y familias homosexuales. ¿Por qué la dificultad en legalizar la situación, en que sea el Estado el que lo acepte?

–Cuando hablamos de las mal llamadas “nuevas familias”, en realidad son “otras familias”, porque la experiencia demuestra que tienen ya bastante historia. De hecho, la familia tradicional, nuclear, del matrimonio que convive con los dos hijos, representa cada vez menos casos. Las dificultades tienen que ver con lo que decíamos antes: existe el mito de que debe haber un solo patrón de familia, incluso a pesar de que la mayoría ya no lo cumple en términos empíricos.

–Sería resguardarse en el mito, aunque no suceda en la realidad.

–Sí, en una tradición que está enraizada socialmente. Se sigue considerando natural la alianza heterosexual. Incluso personas que aceptan la homosexualidad la siguen considerando contra natura, sin cuestionarse que la heterosexualidad tampoco es natural.

–Eso sí que es disruptivo para el mito.

–Sí, la heterosexualidad también es una construcción social de la misma manera que la homosexualidad. Por eso siempre hablamos de regímenes heteronormativos. Es decir, si hay un lugar de enunciación básico es la heteronormatividad. La heterosexualidad es el factor obligatorio para el establecimiento de uniones, relaciones amorosas, etcétera. Es más, la heterosexualidad ni siquiera se nombra, lo que se nombra es “lo otro”, lo que uno no nombra es lo dado, lo natural. Y así como la familia nuclear básica es una construcción social, de la misma manera por ser una construcción social puede ser cambiada y pueden establecerse otras construcciones sociales, como por ejemplo otros arreglos familiares que sean considerados sociales y que puedan tener la protección del Estado, y que sean hasta necesarias para una sociedad, por lo menos democrática.

–¿Es viable ese cambio en la sociedad argentina?

–Creo que sí. Creo que están dadas las condiciones, si se lo compara con medidas como el aborto o de salud reproductiva, en este último caso sancionadas pero estancadas. Creo que es posible porque está teniendo mucha repercusión. Tuvo mucha repercusión mediática el pedido fallido de María Rachid y su pareja cuando fueron al Registro Civil a solicitar turno.

–Quiere decir que esa repercusión mediática algo significa...

–Sí, La Nación sacó algo al respecto. Antes no hubiese sacado nada sobre el tema. Y eso implica algo.

–Esta mayor aceptación igual tiene límites...

–Si hubiese un cambio en la ley –que me parece mejor que crear una ley paralela, como una unión civil a nivel nacional–, siempre puede haber de todos modos trabas a su cumplimiento. La ley puede sancionarse y posibilitar la adopción por parte de parejas lesbianas u homosexuales, pero después los institutos de minoridad y de Justicia lo manejan de otra forma y pueden boicotear su cumplimiento. En el ejercicio de la ley es donde van a demostrarse las limitaciones, más que en la sanción de la ley. Sin embargo, hecha la ley, será mucho más fácil para las organizaciones luchar contra estos obstáculos, pero los obstáculos van a existir: a la hora de entregar una criatura siempre van a estar primeras en las listas las parejas heterosexuales.

–Lo cierto es que una ley, es decir, el Estado que se hace cargo de una situación, puede generar cambios. Es el caso de España.

–Totalmente. Una ley permite una lucha con mayores herramientas.

–¿Con este Congreso cree viable esa sanción?

–Ahí tiene mayoría el Gobierno, y el Gobierno es algo raro. Kirchner tiene un discurso progresista en términos de derechos humanos, pero no en cuanto a la legalización del aborto. Sin embargo, tiene a Ginés González García de ministro de Salud, que se proclama a favor. Hay mucha mixtura de personalidades en el Congreso... Hay casos como Enríquez (que sin ser diputado de la Nación lo propongo como ejemplo), que es programático y no cambiará su pensamiento. Pero puede ser que de acuerdo al contexto, de oportunidades políticas, muchos adhieran a soluciones pragmáticas.

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