Mar 05.06.2007

EL PAíS • SUBNOTA  › OPINION

En otra pantalla

› Por Mario Wainfeld

Nominado que fue Jorge Telerman, la segunda vuelta está entre nosotros. Mauricio Macri, tras una elección brillante, tiene todas las de ganar, lo que hace más terrorífico el espectro de una improbable caída. Daniel Filmus sigue en la liza, a una distancia impactante. Tiene todo por ganar pero si no hace bien las cosas podría reencontrarse con una goleada, esta vez sin la compensación simbólica y política de la dedicatoria al Pelado que la mira por tevé.

La cartilla básica para el líder de PRO es, en principio, sencilla. Debería hacer más de lo mismo. No buscó grescas con sus competidores, impuso su propia narrativa y le fue muy bien. Claro que será despojado de una ventaja comparativa que le regalaron sus dos rivales mayores: le dejaron vía libre. Las pocas veces que se refirieron a sus puntos opacos (por caso en el debate televisivo entre los tres), el presidente de Boca eligió hacerse el distraído, lo que le resultó bomba porque no le repreguntaron. Ahora la campaña se centrará en Macri, su historia, su record como parlamentario, su trama de negocios y la de papá Franco. Quizás algo más: ¿algunas fotos de las que tenga que avergonzarse como insinuó Filmus en su emocional discurso del domingo?

Los asesores de Macri, que se lucieron hasta ahora, tendrán que reversionar a su candidato. A Mauricio le sale, a veces demasiado rápido, compungirse cuando lo critican, victimizarse, rezongar. Tendrá un espacio para eso porque lo enaltecen los votos recibidos y porque será tratado en triunfo por casi todo el espectro mediático. La hipótesis de que el Gobierno jugará sucio formará parte de un expandido sentido común que deberá ser computado por quienes le arrojen mandobles. Pero, “Mauricio” deberá cuidarse de no mostrarse tal cual es. Exhibirse quejoso, poco preparado para la polémica, caprichoso como un hijo de rico puede serle un búmeran. “La gente” también quiere liderazgo, firmeza y cierta capacidad de sobrellevar los conflictos y enfrentar los debates. Tendrá que dosificar las polémicas sobre Macri, le plazca o no. ¿Dará debate por tevé, ahora que está en pole position? Había prometido que sí, pero las cosas cambian.

El techo: Macri mejoró ayer sus desempeños en la primera vuelta de 2003 y 2005 y quedó apenas detrás del ballottage contra Ibarra. Conserva toda su base, la duda sigue siendo cuál es su techo. Hace años, superaba el 50 por ciento de los votantes. Los consultores coinciden en que mermó pero discrepan en lo que hace a su actual magnitud. En declaraciones televisivas, Julio Aurelio, que trabaja para PRO, lo confinó a un 25 por ciento de rechazo absoluto (los que dicen que no lo votarán jamás). Otros especialistas proponen cifras mucho más altas, cercanas aunque inferiores a su margen histórico.

El tiempo irá develando esa incógnita sobre la que operarán ambos sectores. Sustentado en un empirismo costumbrista, el cronista cree que el resultado de la primera vuelta embellece al ganador y tendrá impacto sobre indecisos, remisos y aun hostiles. Esta hipótesis es parte de la crítica al rumbo del primer episodio de la campaña (telermancéntrico) del Frente para la Victoria.

Serruchar el piso: Es propósito manifiesto del comando de Filmus (que él mismo sinceró ayer) no jugarse todo a la inflexibilidad del techo de Macri, también procurará “horadarle el piso”, esto es ganarse la confianza de alguno de sus votantes. Esa tarea, que Artemio López considera imprescindible en su blog Ramble Tamble, es muy peliaguda. Sin internarse en meandros ideológicos y en pertenencias, hay un componente psicológico e identitario en el votante. Cuesta mucho suponer que, en forma masiva, quienes “ganaron” la elección, se ufanaron frente a sus compañeros de trabajo y sus cuñados, cobraron alguna apuesta, se den vuelta de cara a una revancha que pinta promisoria. El triunfalismo es una tendencia relevante, máxime en una sociedad que vota en tropel a un millonario-heredero.

Leer a la gente: El espectro básico que deberá interpelar Filmus será el de quienes no optaron por las dos primeras minorías. Se ha especulado mucho sobre su composición y sobre sus vaivenes en los últimos meses. Ambos candidatos deberán leerlo bien, para no extraviarse. A juicio del cronista muchas especulaciones, que fungen como verdades reveladas transversales, son aventuradas. Es cabal que los partidos políticos han implotado y priman las personalidades, verdad que debe matizarse con la existencia de un partido vecinal tenaz, que es PRO. Tiene su conducción, una línea política firme (desde Cromañón, hasta los debates sobre educación sexual, pasando por la campaña). El líder eligió su compañera de fórmula (la que más se lució hasta ahora) de su propio semillero, como hacían la UCR y el PJ en los buenos tiempos.

Tampoco han sido tan volátiles las lealtades ciudadanas. Macri conserva un paquete de votos, el espacio de Elisa Carrió (socorrida ahora por Telerman y Olivera) viene oscilando en el orden del 20-25 por ciento. Y el FPV sumó algo a lo logrado por Rafael Bielsa en 2005. Las fantasías acerca de ascensos y caídas formidables día a día no reflejan tanto los hechos cuanto la excitación de los comandos de campaña y cierta pulsión mediática a sobreinterpretar cada movida.

Las especulaciones acerca de la composición ideológica del electorado también incurren en simplificaciones. La díada “progresismo/derecha” no es falsa, pero sí muy incompleta. La complejizan la individuación de los votantes y paradójicamente sus pertenencias políticas previas. Macri fue hasta ahora el único candidato que se dedicó a hablar a varios targets al mismo tiempo, a riesgo de incurrir en incongruencias. La impunidad que le propiciaron Filmus y Telerman facilitó su cometido. Habrá que ver cómo se reversiona Filmus, cuyo comando debería asumir que el domingo zafaron pero no lograron un éxito resonante.

Ni Bielsa ni Chirolita: Filmus nunca arrancó de un cuatro por ciento de los votos, eso es un mito urbano o un espejismo fundado en una encuesta impropia. Pero sí tuvo límites estrechos impuestos por su propia grey. Pesaba sobre él el antecedente de la pésima campaña que protagonizó la dupla Bielsa-Alberto Fernández, llena de sospechas internas y malas ondas. Y su gobierno lo ayudó poco, en especial a la hora de gerenciar la crisis de Santa Cruz. Esa provincia, la más K de todas, atravesó una crisis laboral y social homérica, un pésimo espejo para el más K de los candidatos a gobernador ungidos hasta ahora. Embretado por un precedente incómodo (un francotirador que terminó tercero y peleado), Filmus se inclinó por ser orgánico. Se quedó con los votos del FPV, con una imagen pública no mellada y mantuvo la mística de sus allegados. No es poco, no le será bastante. En algún momento, por valerse de una imagen con historia, tendrá que mostrar que no será un Chirolita de Néstor Kirchner. No es sencillo hacerlo sin sobreactuar, pecado venial en el que incurrió el ex canciller. Pero le hará falta de cara a un electorado que tiene sus remilgos con el peronismo gobernante, no desde ayer sino desde 1945.

Precedentes: Muchos medios se apuraron a explicar que la segunda vuelta está resuelta, que no hay antecedentes en el mundo de haber dado vuelta un resultado semejante. Esta columna ya adelantó que sí los hay, aunque son minoría. Mario Soares en Portugal dio vuelta una situación similar a la que nos ocupa, por ejemplo. En Lituania hubo otro caso similar. En esas situaciones, vale agregar, fue determinante el realineamiento de partidos que habían competido en primera vuelta. El sistema político porteño no habilita simetrías en ese caso, los partidos casi no existen, la disciplina partidaria menos. Esta digresión puede redondearse anticipando que, más allá de la entidad política que se le atribuye, los pronunciamientos de quienes quedaron relegados (incluidos Telerman y Carrió) tendrán efectos nimios sobre sus propios electores. No hay una relación orgánica que les permita sugerirles conductas, con eficacia.

Patear el tablero: La casuística es algo intrincado, la voluntad de ganar es más lineal. Ya hay atisbos de una intención que crecerá, la de pregonar que Macri ya ganó, allende la Constitución, y proponer que se suspenda la segunda vuelta. Las reglas, que todos deben honrar asumiendo los consiguientes riesgos, imponen otra conducta.

Hace unos años, cuando Lula le sacó más de 20 puntos a José Serra en la primera vuelta electoral, Página/12 le preguntó a Marco Aurelio García (actual asesor del presidente brasileño) si imaginaba que la contra se bajaría. “Sólo a un (periodista) argentino se le ocurre esa pregunta”, replicó García, que conoce bien (y ama) este país. La costumbre de modificar reglas en mitad de la partida integra nuestro ser nacional. Habrá que dejarla de lado, cuando la segunda vuelta está entre nosotros.

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