Dom 08.07.2007

EL PAíS • SUBNOTA

Una ayudita de los amigos

› Por Mario Wainfeld

En un momento agitado de la política doméstica, en la instancia más crítica de la relación entre Venezuela y Mercosur, el Gobierno recibió un par de señales positivas y una ayudita energética de los vecinos. No es la solución a un conjunto de crisis, pero sí un paliativo valorable que irradia esperanzas módicas.

En el corto plazo, el que más incide en estas pampas, toda transfusión de gas o energía propaga alivio. El vicepresidente de Bolivia, Alvaro García Linera, visitó la Argentina y se comprometió a ampliar la cantidad de gas que se remesa desde su país. En rigor se trata de cumplir lo pactado, pero en la contingencia es un incremento.

El presidente brasileño Lula da Silva intervino para que el empresariado paulista resignara parte de su cuota de fluido boliviano, que será reenviado a nuestro país. El valor del gesto de Lula se potencia por su celeridad y por el momento en que se tomó, aquel en que el mandatario de Brasil pide el carné para ingresar al club de países más poderosos del mundo.

Venezuela sigue aportando partidas ingentes de fuel oil para las centrales eléctricas argentinas. El aporte, como todo en ese rubro, dispara una discusión técnica, esotérica para los profanos. El empresariado local, parte del Gobierno y toda la oposición alertan que el fuel venezolano, muy “pesado”, corroe el material de las centrales. Otras voces cuentan que el combustible llega desde Caracas pero está tercerizado en buena proporción, es oriundo de otras latitudes, más congruente con las centrales argentinas.

Uruguay también dará una manito al sistema energético argentino, que acumula megavatios de a puchitos, con la ayuda de los vecinos.

Desde Cancillería y desde Infraestructura se traduce esa cooperación como consecuencia de una acertada política exterior de varios años. En el pináculo del conflicto de las pasteras, Néstor Kirchner le garantizó a su par uruguayo Tabaré Vázquez el flujo de energía eléctrica, ahora le corresponden. Con Bolivia y Venezuela hay lazos firmes, aunque ahora enredados.

El socio arisco

Bolivia tiene dificultades para cumplir los convenios de Hurlingham firmados con Argentina. Según el gobierno nacional, no es por mala voluntad sino tropiezos de gestión de la administración de Evo Morales, asediada por enemigos de su política estatizadora y complicada por exigencias de su propia base social y política.

Hugo Chávez, en cambio, viene realizando voluntariamente un viraje discursivo y político que le mete ruido al Mercosur. En un proceso de radicalización verbal y de búsqueda de aliados poco presentables (Irán ayer, ahora Rusia) Chávez pone en zozobra el proyecto de integración regional. No es una buena noticia para el gobierno de Kirchner, quien mucho bregó por la incorporación de Venezuela. Tanto que el Congreso aprobó el susodicho tratado sin que Chávez hubiera suscripto el imprescindible, y previo, protocolo de adhesión.

Sumar a Venezuela era (sigue siendo) un paso audaz y estimulante. Se trata de un país de rango mediano, cuyo producto bruto es el tercero de América del Sur. Si la sucedieran Bolivia y Ecuador, el 85 por ciento del PBI regional estaría comprometido en la unión regional. Sólo quedarían afuera, signados por su ligazón con Estados Unidos, países del área del Pacífico.

Siempre se supo que Chávez era un socio con perfil propio, desafiante y arisco. La idea de Kirchner y Lula, un clásico de la política, venía siendo que era más fácil contenerlo “teniendo a Venezuela adentro”.

En pendant con una escalada retórica y la toma de posiciones difíciles de compartir (en estos días parangonó a Mahoma con Bolívar y reivindicó a la Unión Soviética), Chávez acumula críticas al Mercosur y en especial a Brasil. Una porción ideológica hay en el recelo al establishment económico brasileño, también un sustrato de intereses. La industria de Venezuela es muy incipiente y le costaría adaptarse al esquema de arancel único. La apertura económica al Mercosur podría complicarle la vida. Algo de pasión y mucho cálculo hay en la intransigencia de Chávez.

Para Argentina sería una pérdida el retraso del proceso de integración, disputó mucho por ella en la arena internacional y en la local. Incorporar nuevos socios es difícil y agrega problemas, así sucede aun en la Comunidad Europea, que se hace cargo del incordio que acarrea Polonia o de las reacciones que suscita Turquía. Los socios mayores de Mercosur se encuentran ante un reto mayúsculo, encontrar el equilibro que les permita contener al aliado indómito, sin dejarse conducir por él.

Chávez no está ayudando, rezongan por acá. Hace seis meses que su embajada está acéfala. El anterior titular injirió demasiado en la política gaucha, el reemplazo demoró, recién ahora se apresta a presentar sus credenciales. Sin estrépito, la embajadora argentina en Caracas, Alicia Castro, y funcionarios de Relaciones Exteriores arrimaron posiciones con el vicecanciller venezolano.

Al cierre de esta semana, los dolores de cabeza amainaron un poco. Lula, en el ámbito reservado a los países VIP, dejó constancia de que es “amigo” de “Hugo”, mientras parlamentarios de sus dos países trabajan para reparar una ristra de desaguisados verbales.

Las alusiones a Bolívar, tan en boga, deben completarse con una referencia novedosa. La globalización puede albergar un combo entre alianza política e integración económica como jamás tuvo el vecindario. Pero cuesta compatibilizar los distintos intereses nacionales, los asimétricos estilos políticos, las variadas lógicas nacionales. En la procura de ese afán inmenso y necesario bueno es que la energía positiva (o la energía, a secas) atraviese las fronteras.

Nota madre

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