EL PAíS • SUBNOTA › OPINION
› Por Raúl Kollmann
A trece años del atentado que destruyó la AMIA y cobró 85 vidas es razonable, y necesario, el sentimiento de indignación que provoca la falta de resultados en la investigación del crimen y la impunidad que cobija a sus autores. A semejante dolor contribuyó en forma más que destacada el encubrimiento desarrollado desde el gobierno menemista, que se corporizó en la forma en que el ahora procesado juez Juan José Galeano llevó adelante la causa, lamentablemente con el respaldo de una parte de la dirigencia comunitaria.
Ese sentimiento, que ayer se encarnó en los miles de manifestantes que llenaron las calles que rodean la AMIA, puede ser un arma poderosa en el reclamo por la continuidad y profundización de la investigación del atentado, que exige pasos y pruebas concretos además de responsables de carne y hueso. Pero también corre el peligro de disolverse en una trama de intereses políticos internacionales. Un peligro que crece a la luz de lo escuchado en el acto de ayer, donde el drama de la impunidad empequeñece frente a consignas que parecen más destinadas a sintonizar con los argumentos de la política internacional de la administración Bush que a la obtención de justicia.
Desde ese ángulo, puede resultar sorprendente la elección de la oradora invitada del acto. Pilar Rahola es ofrecida desde hace varios años por la Embajada de Israel como vocera para entrevistas, conferencias, seminarios o lo que fuera. El hecho no tiene en sí nada de malo, pero obviamente se termina reflejando en el discurso: si los atentados de Buenos Aires tuvieron que ver con el conflicto de Medio Oriente, llama la atención que no se dedique ni un párrafo a lo que también es parte de ese conflicto, las ilegales ocupaciones de Bush, la tortura de prisioneros, el secuestro de militantes islámicos en Europa y las polémicas políticas israelíes en el Líbano y los territorios palestinos. Una política que ha tenido costos terribles: los grupos fundamentalistas crecieron en todas partes, la paz parece más lejos que nunca, los sectores moderados quedan desautorizados.
Se puede calificar perfectamente al régimen de Teherán como retrógrado y antidemocrático, asegurar que pisotea los derechos de las mujeres y llama a la destrucción de Israel. Desde ya que se lo puede denunciar y condenar. Pero otra cosa es alimentar las aventuras de Bush utilizando el caso AMIA, sobre todo teniendo en cuenta los increíbles naufragios de la investigación judicial argentina.
- Un tribunal de Londres ya se pronunció en su momento sobre las pruebas aportadas y las consideró más que endebles. El ex embajador de Irán en la Argentina, Hadi Soleimanpour, acusado entonces y ahora, fue absuelto, dejado en libertad e incluso indemnizado por las autoridades británicas.
- El expediente AMIA fue demolido durante el juicio oral. El Tribunal y luego la Cámara de Casación consideraron que hubo armado de pruebas, pistas falsas y maniobras “al servicio de políticos inescrupulosos”. La Cámara Federal acaba de pedirle al juez Ariel Lijo que profundice la pesquisa contra Carlos Menem y Carlos Corach.
- Las órdenes de captura actuales son casi las mismas que las emitidas por el destituido juez Juan José Galeano. Es posible que lo hecho por Galeano haya sido un fraude y lo realizado ahora por el fiscal Nisman corrija por lo menos en parte lo realizado, pero parece claro que el exitismo debería quedar fuera del menú de opciones aceptables.
- ¿Cómo llegó la camioneta Trafic a manos de los iraníes? ¿Quién aportó los explosivos? El fiscal Nisman dice en su dictamen que en la operación AMIA participaron numerosas personas, varios vehículos y se usaron distintos domicilios. De todo eso no hay nada identificado. Nisman afirma que antes de fin de año tendrá novedades, pero mientras tanto se sostiene que Irán es el autor intelectual, siendo que sobre los autores materiales aún no existe un solo dato. En criminalística lo normal es lo inverso: primero se determina quién es el asesino y eso lleva a precisar quién estuvo detrás de la trama.
- No es un detalle menor lo ocurrido con el supuesto suicida. El fiscal le puso nombre y apellido, Ibrahim Berro. Se basó en el supuesto testimonio de dos de sus hermanos, que viven en Detroit. Alejandro Rúa, quien encabezó la Unidad AMIA durante años, reveló que los testimonios que constan en la causa dicen exactamente lo contrario: los hermanos descartaron que Ibrahim haya sido el suicida. “Que no puede ver a Ibrahim en una situación así, porque él estaba pensando en otra cosa, como establecer una familia, casarse, ahorrar dinero. Que ni sus hermanos ni su madre piensan que pudo estar en algo así. Que todos están convencidos de que murió en el Líbano”, transcribió Rúa de la declaración del menor de los hermanos Berro en Estados Unidos.
- Por último, no es tampoco un detalle menor que los principales testigos del dictamen de Nisman sean opositores al régimen iraní, que no estaban en Irán en los años anteriores al atentado y que no aportan un solo detalle directo. Puede ser verdad lo que digan, pero no aportan evidencia seria sobre ello.
En resumen, tal vez funcionarios iraníes hayan participado en los atentados de Buenos Aires, pero los ataques bien podrían haber sido obra de células de la Triple Frontera que respondían a Siria, sujetos vinculados con Monzer Al Kassar e incluso con grupos fundamentalistas que se manejaron con cierta autonomía, como se probó en tantos atentados: el primer ataque contra las Torres Gemelas terminó con la prisión de un clérigo ciego de Nueva Jersey y la bomba que se colocó en Londres una semana después de la AMIA llevó a la cárcel a estudiantes palestinos.
En la dramática situación de Medio Oriente juegan, además, otros factores. El actual gobierno iraní no es el que estaba en el poder cuando se produjo el atentado. Mahmoud Ahmadinejad, ubicado en el Eje del Mal por Washington, tiene una oposición liderada por Alí Rafsanjani, supuestamente moderado. A este último apuntan los pedidos de captura de Nisman-Canicoba Corral. Se pide una ruptura de relaciones con Irán, postura que no toma el principal aliado de la Argentina, Brasil, ni ningún país europeo. Se pretende la declaración de Hezbolá como organización terrorista, cuando no lo han hecho las Naciones Unidas y ocurre que el Partido de Dios consigue habitualmente más del 20 por ciento de los votos en el Líbano. Sobre todo esto se puede polemizar y tener posiciones encontradas. Otra cosa es usar la causa AMIA.
Lo que corresponde es que el gobierno argentino le reclame a Irán respuestas en el terreno judicial e incluso es su obligación impulsar las órdenes de captura emanadas por el fiscal y el juez. Y lo fundamental es que se siga investigando para conseguir más y mejores pruebas que las que hay hasta ahora. Lo imprescindible es buscar los culpables de carne y hueso, no argumentos y sobreactuaciones de política internacional.
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