EL PAíS • SUBNOTA › OPINION
› Por Adrián Paenza
La reunión de ayer fue una experiencia única que no hay que desaprovechar. Es muy raro que aparezca una persona que muy posiblemente llegue a presidente, como es el caso de Cristina Fernández de Kirchner, a la que le interese lo que ocurre con los científicos en la Argentina, en el exterior o donde sea.
Históricamente, los candidatos consultan a abogados, contadores y economistas, y en esta reunión había investigadores en matemática, física, química, biología, bioquímica, astronomía, ingeniería, medicina, ecología. Sólo participó un economista y los abogados eran dos: la propia Cristina Fernández y el ministro Carlos Tomada.
Resulta necesario aclarar que la lista de participantes que armé cuando me pidieron que organizara este encuentro es tendenciosa y arbitraria. Propuse algunas personas que conozco y conocidos de conocidos. De ninguna manera quienes estuvieron en la reunión tienen el derecho de arrogarse la representación de nadie. La ciencia argentina está en la Argentina.
En total, participaron más de cuarenta científicos que están trabajando en el área de Nueva York, Washington, Filadelfia y Boston y también algunos que viajaron de Texas y California.
Durante el encuentro, destaqué que si la reunión iba a quedar simplemente en una foto con interés electoral, estábamos perdidos. Esta reunión debe ser vinculante; no puede ser el final, sino el principio de algo. La senadora me contestó que ella misma se sentiría avergonzada si el único interés de la reunión fuera electoral.
Ella sabía quiénes eran los que estaban en la reunión. Resultó evidente que los conocía más allá de sus nombres, que había leído sus currículum y que sabía en qué estaba trabajando cada uno. Esa preparación sorprendió a los científicos que participaron del encuentro. Al terminar, más de uno comentó que “lo que se habló ayer no se dice porque lo estudiaste de memoria hace un rato”.
En un momento, le remarqué a Cristina que la educación debía ser pública, gratuita y laica. “Eso es palabra sagrada”, contestó. También dije que había que llevar la inversión en ciencia y tecnología al 1 por ciento del Producto Bruto Interno y ponerse a pensar el país para dentro de 20 años. “Para dentro de 100 años”, apuntó.
Siempre sostengo que al país hay que pensarlo y no que vaya saliendo. Lo que ocurrió históricamente fue que el país salió sin que estuviera pensado de antemano. Me parece que ahora hay una oportunidad de pensarlo y la reunión en ese sentido fue promisoria. Desde ese punto de vista, me pareció algo realmente interesante. Más aún con la avidez que mostraron los científicos en participar. Se discutieron políticas de Estado para cinco, diez, veinte años. Y se habló nada menos que de la relación entre la ciencia básica y la ciencia aplicada para poner a la Argentina en un lugar competitivo en el mundo. Otra vez, sería una pena desaprovecharlo.
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