Mié 03.10.2007

EL PAíS • SUBNOTA  › OPINION

El carnet del club

› Por Alfredo Zaiat

Algunas veces, en las cuestiones de la economía, la realidad se encapricha en desmentir discursos superficiales o intereses ocultos. La compra del paquete remanente de acciones de Acindar por el gigante del acero mundial, ArcelorMittal, desembolsando la friolera de 542 millones de dólares, descoloca tres argumentos repetidos hasta el cansancio en los últimos años, con especial énfasis en estos meses por parte de analista y economistas-lobbistas. El primero, que por el default y por las supuestas políticas “anti empresas” Argentina le ha dado la espalda al mundo. El segundo, que no hay condiciones de “mercado” para alentar inversiones productivas. El tercero, que el país no está en los planes de las multinacionales para realizar inversiones.

Nada de eso ocurre en forma dramática ni absoluta. Argentina no es el país mimado por el consenso internacional, categoría que no asegura el paraíso como se probó en la década pasada, pero tampoco está transitando entre tinieblas, como expresan voces exageradamente alarmadas. Estas reclaman la necesidad de seducir al capital extranjero como garantía de sustentabilidad del crecimiento, prédica que ha prendido en ciertas filas del oficialismo. Para ello exigen políticas que tienen poco que ver con una estrategia específica para convocar inversores, y más con esa obsesión de disciplinamiento a recetas que no han demostrado ser exitosas por estas playas.

Lo cierto es que los capitales extranjeros no desembarcan en un país por factores emocionales. Esas decisiones tienen su motivación en la renta esperada dado un contexto macroeconómico local e internacional determinado y, en especial, a partir de la estrategia global de esos capitales. Muestra de esa lógica la brindó el coloso siderúrgico ArcelorMittal, que en un comunicado de prensa explicó que la millonaria inversión para controlar completamente Acindar se debió a que Latinoamérica es “un mercado que hemos identificado como una región clave para nuestra expansión”. Lo mismo se verifica con el comportamiento de las principales terminales del mundo, que han comprometido fuertes desembolsos para ampliar la frontera de producción en Argentina.

Como se ve, la clave no pasa por una renovada política de atracción de las inversiones extranjeras. El mercado ampliado y la apertura al mundo ya forman parte fundamental en la forma de funcionamiento de la economía globalizada. En esa instancia y con esos consensos básicos, resulta imprescindible analizar el papel que juega la inversión extranjera. Argentina tiene uno de los regímenes más liberales de la región en el tratamiento de ese capital, con lo que eso implica como impacto desfavorable para el desarrollo con cierta autonomía de la economía.

A partir de la década pasada, el país se convirtió en una de las economías más transnacionalizadas del mundo. A partir de entonces, la vulnerabilidad externa y el debilitamiento de la trama productiva, entre otros efectos, son hechos evidentes e incontrastables. La Inversión Extranjera Directa impacta a nivel macroeconómico en el proceso de acumulación de capital, en los modos de financiamiento de la balanza de pagos y en el crecimiento. Y en el aspecto micro tiene su influencia en la productividad, eficiencia, ampliación y diversificación de los flujos comerciales y cambios tecnológicos. Según las experiencias de otros países, los resultados de esa participación en la economía no están predeterminados, sino que dependen de las estrategias empresarias y, fundamentalmente, de las políticas públicas que se implementen. En Argentina se ha dado un proceso donde la inversión extranjera ha desplazado a la local. En cambio, en las economías asiáticas se ha dado un fenómeno de integración y adaptación. Esto tiene su relevancia aquí por la menor contribución a la formación bruta de capital, base necesaria para el proceso de acumulación y desarrollo económico.

El Gobierno, más allá de las intenciones, ha realizado poco y nada para frenar la concentración y extranjerización de los mercados. Puede ser que no pueda hacer mucho más bajo las actuales reglas de la globalización, si se quiere ser un socio activo en ella. En ese caso, hay que saber que tener el carnet de ese club tiene sus costos, que en general son más elevados que los beneficios que se propagandizan.

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