EL PAíS • SUBNOTA
› Por Raúl Kollmann
Tres prefectos fueron indagados por la jueza Sandra Arroyo, sospechados de participar de las insólitas irregularidades que se produjeron en el Destacamento Delta de la Prefectura en relación con la detención VIP de Héctor Febres.
- Todo indica que el libro de guardia fue armado en forma fraudulenta para entregarle a la jueza. Tiene registros desde los años 90 y luce nuevo, comprado hace muy pocas semanas.
- Hay testimonios categóricos de que la esposa de Febres se quedaba a dormir todos los sábados a la noche. Nada de eso figura en los registros.
- Hay evidencias contundentes de que habitualmente, una vez por semana, parejas de amigos de los Febres se quedaban hasta las tres o cuatro de la mañana jugando a las cartas. Tampoco está registrado.
- Febres no sólo tenía chofer sino que en la causa se acredita que también contaba con un mozo.
- Como ya se sabe, está probado que tenía dos líneas de teléfono, usaba celular, plasma, DVD y otros privilegios con los que no cuenta ningún preso en la Argentina.
- Como se sabe, el detalle más elocuente es que la muerte de Febres se descubrió once horas y media después de producida porque, según declararon los prefectos en la causa, “no bajó a desayunar”, una frase más propia de un hotel que de una cárcel.
- El descontrol total se extendía también al ingreso de comidas, por lo que a Febres cualquiera le podía suministrar lo que fuera, sin que existiera la menor revisión.
Los prefectos indagados el viernes no están detenidos, pero sí sospechados de participar de las irregularidades. Tuvieron que responder a las preguntas de la jueza Arroyo y del fiscal Alberto Gentili sobre las responsabilidades que cada uno tenía en el registro de entradas y visitas.
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