EL PAíS • SUBNOTA
Nombrada por su rival político, el presidente colombiano Alvaro Uribe, como “facilitadora” de la negociación con las FARC para el intercambio humanitario, y luego desautorizada, la senadora Piedad Córdoba habló con Página/12 sobre los pormenores de la operación de rescate.
› Por Eduardo Febbro
desde Caracas
Un temperamento fuerte, un coraje a toda prueba y una ternura que emana de la solidez: Piedad Córdoba, la mediadora descalificada por el presidente Alvaro Uribe es una paradoja política. Su cabeza tiene precio y es objeto de todos los rumores y afirmaciones ofensivas que se puedan conjeturar. Sin embargo, fue su más acérrimo adversario político, el presidente Alvaro Uribe, quien la propulsó al primer plano de la escena internacional. Uribe la nombró “facilitadora” del diálogo con las FARC y luego le retiró ese estatuto en condiciones controvertidas. En vez de apagar su luz, Uribe la volvió incandescente.
Piedad Córdoba tiene acceso a todos los canales, no hay jefe de Estado o ministro que rehúse recibirla y hasta consiguió la hazaña de entrevistarse con dos colombianos miembros de las FARC extraditados y encarcelados en Estados Unidos. Simón Trinidad y Sonia. No hay pregunta que la desestabilice. Piedad Córdoba habla con una convicción inalterable cuando defiende el canje humanitario, la recomposición de la sociedad colombiana, el amplio proceso de paz, el fin del secuestro como instrumento de presión política. Vituperada en Colombia, respetada en América y en Europa. Para los europeos, Córdoba es la imagen misma de la lucha y hasta quienes no comparten sus orientaciones reconocen que hace falta un temple de acero y un andar de gato para salvarse de tantas contingencias. Piedad Córdoba es, a su manera, un emblema de las convicciones irrenunciables. Hace unas semanas, un diplomático europeo confió a Página/12: “No sé muy bien en qué tablero juega, si es realmente aliada de las FARC o de extrema izquierda como se dice. Pero no quisiera tenerla nunca como enemiga. En 30 segundos de televisión Piedad Córdoba derriba a sus enemigos”. La mujer tiene dos caras: la del acero y la ternura. “Negra”, “comunista”, “apátrida”. El catálogo de insultos que coleccionan sus antagonistas es digno de una tormenta de odio. La senadora colombiana, que sufrió el secuestro por parte del jefe de los paramilitares Carlos Castaño, la desaparición de una hija y un sinnúmero de obstáculos, explica en este entrevista con Página/12 los pormenores y la filosofía del proceso actual.
–La mediación a contracorriente que usted y el presidente Chávez han protagonizado está a punto de dar sus frutos: la liberación unilateral de tres secuestrados por parte de las FARC. ¿Cuánto más depende de este hecho que ha puesto a Colombia, a Venezuela y a los rehenes en la agenda mundial?
–Este es un momento fuerte, que entraña el riesgo y la preocupación por la seguridad de las personas que van a liberar y en torno de la Comisión Internacional, sobre la cual debe haber seguridad de que nada va a ocurrirle. Esto es un operativo transparente. La comisión que fue a buscar a los rehenes es internacional y no puede haber ninguna duda sobre ella. Había muchos rumores circulando por Colombia acerca de la posibilidad de que los rehenes ya estuvieran escondidos en Venezuela, de que estaban atendidos en un hospital. Y hay muchos más, como por ejemplo que el presidente Chávez y yo mantenemos un diálogo secreto con las FARC, que somos sus interlocutores privilegiados. Este operativo nos hace tomar conciencia de todas las dificultades que hay en el camino. Creo que podemos lamentar que en vez de tres rehenes hubiésemos podido recibir a muchos más. Pero estamos alegres por esta liberación. La operación ha implicado muchos países: Francia, la presidenta de Argentina, Evo Morales, Ecuador, Brasil. Todos están empeñados en la misma meta. En este contexto, yo creo que Néstor Kirchner puede jugar un papel de largo alcance en el futuro. Quiero recalcar que nosotros trabajaremos hasta el final. Este es un tema humanitario que va más allá de las posiciones partidistas y de los enfrentamientos de otras épocas. Debemos empujar para que este tema encuentre una salida política.
–Usted tiene fe en que los estados hoy comprometidos en esta mediación irán más lejos una vez que esta primera liberación sea una realidad.
–Ya he dicho: Néstor Kirchner puede desempeñar un papel de largo alcance. Las condiciones no están del todo reunidas para que, en la etapa actual, la mediación internacional continúe. Pero creo que eso se va a ir logrando y por eso voy a insistir ante todos los representantes para decir que esto debe continuar, debe ir más lejos. La guerra es un tema que tiene que comprometer a toda América. La miseria, la pobreza, la exclusión y la guerra son temas que deben movilizarnos a todos. Hay algo esencial: la paz en Colombia tiene que ser uno de los temas de la agenda de América latina, al igual que el canje humanitario. En América latina hubo como un temor, como una diplomacia para no intervenir en un asunto que se veía como exclusivo a Colombia. Eso se ha roto. Yo creo en un proyecto común latinoamericano. Este tema lo hemos llevado a muchos lugares. Pero creo también que el hecho de que nos hayan echado de la mediación y que, pese a ello, nosotros hubiésemos seguido trabajando, concitando la voluntad política de los gobiernos, todo eso nos demuestra que esto ha dejado de ser el asunto de una sola nación. La paz en el mundo es un tema de cada gobierno. Con esto que está ocurriendo aquí se abre una puerta y por ella nos vamos a meter. Todo esto es el inicio de un proceso que debe conducir a que las FARC, el ELN, el gobierno y otros sectores de la sociedad colombiana nos pongamos a trabajar por la paz. Ese es el imperativo ético del futuro.
–¿Cuál su posición frente al secuestro en sí?
–Es injustificable y execrable. Los demócratas no podemos justificar ni defender métodos semejantes que dicen servir para justificar un cambio de sociedad. Tampoco podemos justificar que el Estado pronuncie condenas inadmisibles, las extradiciones, los destierros, etcétera. Cualquiera sea el objetivo no se pueden atravesar las barreras éticas de una sociedad. Sabemos que las FARC no van a liberar rehenes así porque sí. Debemos llegar a que las instituciones colombianas vuelvan a ser legítimas y que el secuestro como arma y como instrumento de lucha política se termine. Contamos que este proceso que se inicia aquí nos lleve muy lejos.
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