EL PAíS
• SUBNOTA › ALBERTO KOHAN, UN INCONDICIONAL
Un confiado de la Justicia
› Por Fernando Cibeira
“Si alguien tiene pruebas de un delito, las debe presentar en la Justicia. Si no lo hace, miente o es cómplice.” La frase, ya convertida en latiguillo, fue la respuesta que repitió por años Alberto Kohan cada vez que asomaba algún indicio de ilícito que lo tocaba. Lavado de dinero, cuentas suizas, venta de armas, enriquecimiento ilícito, contratos inflados, todo merecía la misma salida, tan seguro parecía la mano derecha de Carlos Menem de que nadie encontraría ningún cabo suelto detrás de él. Entonces fue que apareció Enrique Piana y habló de encuentros secretos y pagos por 300 mil dólares, obligando a Kohan a cambiar su libreto. “¿Ustedes saben quién es Piana? Está buscando promoción”, respondían anoche cerca del ex secretario general de la Presidencia.
Durante los años que se desempeñó como funcionario menemista y después, cuando debió afrontar algunas de sus consecuencias judiciales, Kohan se convirtió en uno de los más iracundos teóricos de la ética de los medios. “Alguien dijo que entrar en política es como tirarles la honra a los perros, pero a mí a veces me da bronca que la honra de uno la manejen algunos perros”, sostuvo en una ocasión. En aquel momento –el menemismo preparaba su salida– lo que estaba en discusión era que los funcionarios hicieran pública su declaración jurada de bienes, un sencillo trámite para el que Kohan decía que antes de cumplirlo necesitaba sentirse más protegido contra “la especulación y la suposición”.
Obviamente, como nunca la difundió, fue al revés: sólo dejó terreno a la especulación. Por ejemplo, acerca del valor exacto de las dos casas vecinas que convirtió en una enorme, en la localidad de Martínez. O del semipiso sobre avenida del Libertador, o de su otro departamento, en Punta del Este. O de su Mercedes Benz y de su Land Rover doble tracción. O del BMW que su mujer prefirió dejar de utilizar para que la gente no especule ni suponga. Para Kohan, hablar de eso es “periodismo basura”.
Geólogo de profesión, 56 años, Kohan se acercó a Menem en la década del ‘70 cuando trabajaba en la Dirección de Aguas Subterráneas de La Rioja. Durante la década menemista, fue y volvió. Comenzó como secretario general de la Presidencia hasta el cambio del gabinete al que obligó el escándalo del Swifgate en 1991. La alegría política que siguió al triunfo reeleccionista del ‘95 le permitió volver a su puesto, con mayor gravitación todavía dentro del entorno menemista.
Uno de sus primeros aportes a la causa riojana fue acercar al magnate saudita Gaith Pharaon, titular del liquidado BCCI y a quien la jueza María Servini de Cubría investiga por lavado de dinero. Pharaon estaba muy interesado en invertir en el proceso de privatizaciones, pese a que por esa época ya habían cerrado dos sedes norteamericanas de su banco por lavado. Kohan siempre admitió que conocía a Pharaon y ya tuvo que ir a declarar ante Servini aunque por ahora sólo como testigo.
Más complicada es su relación con el affaire IBM-Banco Nación, un negociado de 37 millones de dólares. Está probado que Kohan se reunió entre 1993 y 1994 en varias oportunidades con el ex director del Nación, Alfredo Aldaco, procesado en la causa. Aldaco también se reunió con quien luego sería segundo de Kohan en la secretaría general de la Presidencia, Juan Carlos Cattáneo, a quien justamente ayer los fiscales pidieron enviar a juicio oral. El hermano de Cattáneo, Marcelo, era presidente de la firma Consad y quien se encargó de repartir coimas como muestra de la “alegría de IBM” por la firma del contrato. Cercado por las pruebas en su contra, Marcelo Cattáneo un buen día se esfumó para luego aparecer ahorcado en un descampado cercano a Ciudad Universitaria.
Gracias al desgano que a veces muestran los jueces federales, hasta ahora Kohan ha continuado su carrera milagrosamente ileso. Con lo de Piana seguramente le resultará más difícil. Como alguna vez pidió el propio Kohan, con su habitual desparpajo camuflado de seriedad: “No quiero la Argentina de la condena por sospecha. Yo quiero la Argentina de la vigencia de la justicia”.
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