EL PAíS • SUBNOTA
› Por Raúl Kollmann
Las increíbles condiciones de detención de Héctor Febres son señaladas por la jueza Arroyo como el trasfondo del crimen. Le daban privilegios para que no hable; le daban privilegios para vigilarlo, según se consigna en el texto de los procesamientos. En ese marco, “Febres era tratado más como un superior que como un detenido”, resume la magistrada. Lo curioso es que el prefecto Rubén Iglesias, jefe del Destacamento Delta, afirmó en su declaración indagatoria que casi no tenía relación con Febres, que no estaba al tanto de lo que hacía, era un detenido al que custodiaban sus subalternos y que por lo tanto no le cabe responsabilidad en lo ocurrido. Arroyo contrarresta su argumentación con un dato lapidario. A mediados de 2007 se realizó en el Destacamento Delta la cena por el 197º aniversario de la creación de la Prefectura. En la mesa número uno se sentaron cuatro personas: el prefecto mayor Rubén Iglesias y su señora, y el detenido Héctor Febres con su señora. O sea que un preso por violación a los derechos humanos ocupaba el lugar de honor en una cena pública de la unidad.
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