EL PAíS
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Antonia y los kimonos
La tintorería de Fedra Iris Ott está en la calle Cabello al 3600, un barrio paquete de Buenos Aires. Allí la limpieza de un ambo cuesta unos 25 pesos y desde la devaluación decidió indexar sus precios de acuerdo con los parámetros de la economía. En ese local hay dos estantes surtidos con ropa carísima y de las mejores marcas. Están ahí por una iniciativa del barrio reformado detrás de la crisis.
–Disculpe –pregunta una mujer–, ¿ustedes hacen trueque? Tengo un kimono, de los japoneses originales.
En lo de Fedra no se hace trueque: los vecinos dejan sus cosas en consignación y esperan venderlas. Eso le contó Fedra a la dueña del kimono, Antonia Dellepiane, que entró al negocio ofreciendo una de las piezas que –dice– se cotiza en Japón en diez mil dólares. “Lo usé en las fiestas de gala, durante mis viajes, no sé –piensa Antonia–, en alguno de los Hilton, tal vez.”
Rápidamente repasará el camino que la llevó a ese lugar. 1: El corralito: tres cajas de ahorro, dos en dólares, estancadas en los bancos. 2: La inseguridad: buena parte de los tapados de piel desaparecieron en el barrio. 3: Solidaridad: Antonia conoció en estos días demasiados cartoneros. Y en tren de cambios, hace unos días le propuso a “la chica de los quehaceres” pagarle enseñándoles dibujo y pintura a sus dos hijos. Todo eso lo va diciendo mientras acepta hacerse unos retratos y esconde, apenas lo nota, una bolsa blanca “tan antiestética” que da vueltas por ahí.
Nota madre
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