ESCRITO & LEíDO
Elogio del ajuste
› Por José Natanson
Hay una contradicción de fondo que aparece apenas uno comienza a leer las páginas de La nueva propuesta, donde se reúnen discursos, artículos y declaraciones de Ricardo López Murphy. El hombre machaca, una y otra vez, con que lo suyo pasa por construir “reglas claras”, dice que la política económica tiene que ser “previsible” y que es necesario “respetar los contratos”. Sin embargo, al repasar sus intervenciones públicas queda bastante claro que, desde que renunció al Ministerio de Economía en marzo de 2001, su intención es producir una profundísima reforma de la Argentina que incluya al Estado, las instituciones, las reglas económicas y el Código Penal, entre otras cuestiones. Esto es admitido en varias ocasiones por el mismísimo López Murphy, como cuando el periodista del diario ABC de España le preguntó cuál era su receta para salir de la crisis, y el economista respondió: “Una transformación integral del país. Exceptuando la Secretaría de Culto (?), vamos a reformar todo”.
Algo hay que reconocerle al líder de Recrear y es que no tiene muchos problemas en recordar su pasado. Su libro comienza con la desgrabación de sus palabras de asunción como ministro de Economía de la Alianza, el 16 de marzo del 2001, un durísimo discurso que le costó su salida del gobierno, catalizó su renuncia al radicalismo y se convirtió en la base de su meteórica carrera, hoy algo maltrecha, como líder de la centroderecha criollo.
En aquella crítica jornada, López Murphy anunció un recorte de 2 mil millones de dólares como eje de un plan que, revisado ahora, cobra toda su relevancia política. No se trataba, como se interpretó en el fragor del momento, de una cuestión estricta de caja y quizás no fue tampoco un intento desesperado por sostener el uno a uno. Fue una señal indisimulablemente política, y para comprobarlo basta repasar las áreas elegidas por el ex jefe de FIEL como centro del ajuste, que no casualmente fueron importantes focos de resistencia regional, cultural y político al recetario neoliberal de los ’90: las universidades, los productores regionales, los docentes.
El mismo López Murphy lo insinuó en su discurso: “¿Por qué insisto en una solución que ha resultado tan difícil? –se preguntó entonces–. Porque es justamente por la recurrencia de los intentos fallidos, y por la consecuente recurrencia de los desequilibrios fiscales que enfrentamos, que aprendemos la dura lección de que la causa de nuestros fracasos es no encarar con firmeza estas medidas”.
Típico producto de campaña electoral, La nueva propuesta tiene la virtud de dejar de lado cualquier intento por justificar las decisiones de López Murphy y se limita a reproducir crudamente sus palabras. Como en su discurso de asunción, donde el entonces ministro insiste con que uno de los pilares de su programa (y de cualquier política económica sana) es la previsibilidad, para a continuación anunciar la eliminación de subsidios que se pagan desde hace décadas, como el Fondo del Tabaco, anular protecciones laborales que costaron años de luchas y anticipar una drástica reforma del Estado que, una vez completada, implicaría un ajuste de 3500 millones de dólares, además de las privatizaciones de empresas vinculadas a la Casa de la Moneda, el Banco Nación y la Lotería Nacional.
“Estas medidas, con excepción de las iniciativas tributarias, serán aprobadas por decretos de necesidad y urgencia”, aseguró López Murphy en el discurso, antes de agregar que confía en que el Congreso las avale luego (no explica qué ocurriría si esto no sucede). Tres líneas después, insiste con que su objetivo es “garantizar la seguridad jurídica y las reglas claras y previsibles”.