› Por José Natanson
“El ciclo que comenzó con la caída de Fernando de la Rúa y el final anticipado del gobierno de la Alianza sigue abierto, aun cuando se hayan superado sus facetas más explosivas y destructoras”, sostiene el politólogo Edgardo Mocca, y agrega una hipótesis que es la base de su artículo: contra lo que muchos pronosticaban, el sistema de partidos no implosionó, sino que atraviesa un proceso que combina, en diferentes proporciones, metamorfosis y crisis.
El múltiple derrumbe de hace cuatro años generó pronósticos agoreros y esperanzas refundacionales. Según Mocca, el curso de los acontecimientos no validó ni a los profetas de la disolución nacional ni a los augures de un nuevo comienzo histórico surgido de las cenizas de la vieja política. Más bien, la política argentina es una amalgama de continuidades y rupturas, de procesos de largo plazo que se sostienen y permanecen e insinuaciones de cambios socio-culturales y políticos profundos. Superada la incertidumbre sobre la subsistencia de la comunidad política como tal, sobrevive el interrogante sobre el grado de renovación que alcanzará la convivencia social y política de los argentinos.
El foco del análisis es el sistema de partidos. Se trata, sostiene Mocca, de fuerzas políticas que, a diferencia de otros países, no se caracterizaron nunca por estar fuertemente implantadas en términos ideológicos y programáticos, ni definidas en torno de una clase en particular. Son movimientos pluricalistas, con pretensiones de representar al conjunto de la Nación. Por otro lado, en los veinte años de democracia tanto el justicialismo como el radicalismo se deslizaron peligrosamente en dirección a estructuras sostenidas por los recursos de los diversos niveles e instancias del Estado, a punto tal que su organización interna reproduce aproximadamente la del gobierno y sus principales cuadros suelen ser funcionarios públicos.
La crisis del 2001-2002 desplazó a los partidos de la escena en las últimas elecciones presidenciales, en las que el peronismo se presentó dividido y el radicalismo apenas arañó el 2 por ciento de los votos. Pero Mocca advierte sobre las miradas apresuradas que anticipaban la muerte definitiva de las fuerzas políticas tradicionales: recuerda que el peronismo y el radicalismo reaparecieron en las elecciones provinciales y que –aunque con el radicalismo debilitado– siguen siendo las principales bancadas en el Congreso. Al mismo tiempo, las nuevas fuerzas surgidas alrededor de los liderazgos de popularidad de Mauricio Macri, Ricardo López Murphy y Elisa Carrió no lograron estabilizarse en estructuras permanentes, y tampoco está claro qué quiere Kirchner del peronismo. ¿Significa la ofensiva bonaerense del Presidente la expresión de una voluntad de reconfiguración del sistema de partidos en la Argentina o es una simple lucha de poder al interior del peronismo, sin contenido de ideas y proyecto?
La conclusión de Mocca es que, siguiendo a Bernard Manin, la Argentina atraviesa por una etapa de “metamorfosis de la representación”, con el sistema de partidos en una situación de transformación y crisis permanente, lo que no significa en absoluto su muerte definitiva pero sí un futuro de incertidumbre.
El artículo de Mocca, profesor de teoría política y miembro del Club de Cultura Socialista, está incluido en el último número de Estudios sociales, la revista semestral que edita la Universidad Nacional del Litoral dirigida por Darío Macor, que también publica análisis de María Paula Parolo, Gabriel Di Meglio, Sandra Gayol, Roberto Luis Tortorella e Isabella Cosse. Además, reseñas de los últimos libros de Ernesto Laclau, Juan Suriano y Hugo Quiroga.
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