› Por Fernando Cibeira
La crisis terminal del 2001 colocó patas para arriba el mapa social y político de la Argentina. De ahí surgieron nuevas formas de representación, y los partidos políticos debieron adaptarse a la novedosa situación. Ahora bien, ¿que quedó de todo aquello? ¿En qué ha influido en las actuales identidades políticas y sociales?
El problema de la “ciudadanía” y su intervención en los asuntos del poder es el tema de investigación que ha venido desarrollando desde hace tiempo el sociólogo Isidoro Cheresky, profesor de Teoría Política Contemporánea en la UBA e investigador del Conicet en el Instituto Gino Germani. Ahora edita los últimas conclusiones de sus trabajos en este extenso y muy interesante libro en el que agrupa los ensayos de veintidós especialistas, que tienen como base las exposiciones realizadas el año pasado en el seminario internacional convocado por el grupo de investigación “Las Nuevas Formas Políticas”.
La introducción y el escrito con los que el propio Cheresky inicia el libro son una buena forma de zambullirse en la materia. Retrotrayéndose al 2001, el sociólogo marca la aparición de una “presencia cívica multiforme” con intenciones de autorrepresentación en el país, que muchas veces corre en forma paralela a la representación social y política formal. Pero aclara, certeramente, que esa movilización nunca tuvo pretensiones de encaramarse en el poder. Y recuerda que, pese al rechazo generalizado a la “clase política”, la ciudadanía movilizada siempre aceptó los métodos de representación institucional tradicionales. “El recurso a las elecciones, o la promesa de su realización, ha sido el bálsamo que suscitó consenso y ha permitido salir de las impasses en las situaciones extremas”, subraya.
Cheresky pone énfasis en el peso de la opinión pública en la situación de excepción que aún vive el país luego de la crisis. Recuerda la llegada de Néstor Kirchner a la presidencia y la relación establecida con el humor de “la gente”. “Lo significativo es que ese sustento en la opinión pública que se suponía fugaz por su propia naturaleza si no se acompañaba de recursos organizacionales, se prolongó en el tiempo”, remarca.
El sociólogo se pregunta si estas modificaciones en el sistema de representación no socavan las bases de la democracia tal como se la conocía. Por eso imagina la aparición de un republicanismo aggiornado, a tono con los nuevos tiempos, y la posibilidad de la llegada de un sistema de “democracia inmediata” que en el caso argentino, ironiza, sería all’uso nostro, mezclando las nuevas tendencias con nuestros viejos problemas.
La veintena de trabajos desarrolla aspectos específicos de esta temática. La mayor parte se dedica a la situación argentina. Rocío Annunziata, Sebastián Mauro y Daniela Slipak analizan el liderazgo de Juan Carlos Blumberg; Sebastián Mauro y José Natanson, el tema del espacio público en la Ciudad de Buenos Aires, con la lupa puesta en el Código Contravencional y la tragedia de Cromañón, y Javier Auyero muestra un exhaustivo trabajo de investigación sobre los saqueos que precedieron a la caída de Fernando de la Rúa en el 2001.
Otros capítulos se refieren a la realidad latinoamericana, con trabajos de Javier Gallardo sobre Uruguay, Jean Pierre Lavaud de Bolivia y Marie France Prevot Schapira referido a Bolivia. En el tramo final, bajo el título “Ciudadanía y globalización”, se agrupan los ensayos con una mirada más internacional. Firmas como la de Manuel Antonio Garretón, Hugo Quiroga, Joseph Yvon Theriault y Douglas Chalmers completan este volumen, indispensable para estudiantes, investigadores y todo aquel interesado en los vaivenes de nuestra sociedad luego de la gran crisis.
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