Mié 11.09.2002

ESPECIALES

El mega-terrorismo globalizado: enemigo de la humanidad

Por Carlos Escudé*

El 11 de setiembre de 2001 los norteamericanos descubrieron algo que los argentinos ya sabíamos: que existe un mega-terrorismo globalizado inspirado en el extremismo islámico, que puede pegar en cualquier tiempo y lugar. Lo intuimos cuando la Embajada de Israel en Buenos Aires fue arrasada en 1992, y lo supimos a ciencia cierta cuando en 1994 uno de los mayores atentados terroristas de esa década en el mundo entero devastó una institución argentina, la AMIA.
Desde entonces los argentinos más esclarecidos supieron que la moderna metodología terrorista del suicidio asesino de inspiración mística podía usarse en cualquier parte del planeta. Los norteamericanos, en cambio, percibieron estos hechos trágicos como parte de un acontecer provinciano y extranjero. Cuando a fines de 1999 una seguidilla de atentados sembró el terror en Moscú, los yanquis siguieron sin entender nada y atribuyeron la tragedia a los excesos de represión rusos contra los separatistas chechenios.
Sólo cuando el terror pegó en casa de una manera masiva estuvieron el pueblo y gobierno de los Estados Unidos dispuestos a reconocer que la humanidad civilizada toda se enfrentaba al mayor peligro de la historia registrada: una red de redes del terror imposible de disuadir porque sus células están dispuestas a recurrir al suicidio para asesinar el mayor número posible de civiles inocentes.
A diferencia de la Guerra Fría entre la Unión Soviética y los Estados Unidos, en que ambas partes pretendían destruir a la otra autopreservándose, con este enemigo no funciona el “equilibrio del terror” de la “destrucción mutuamente asegurada”. Para colmo, éste es un adversario que se nutrió de armas y tecnologías de destrucción masiva durante toda la década del ´90. En aquel entonces, el colapso de mandos en Rusia que siguió a la debacle soviética puso en manos de quien pudiera comprarlos la ferretería y tecnología de empobrecidos militares y científicos de la ex URSS, antes mimados pero ahora hambrientos y frustrados. Por lo tanto, a semejanza de la ex Unión Soviética, este terrorismo tiene acceso a armas químicas, bacteriológicas y, eventualmente, incluso nucleares. En una era de proliferación de armas de destrucción masiva, cada mes, año y década que transcurren sin su eliminación significa un aumento de su capacidad para extorsionar al mundo y una disminución de las probabilidades de supervivencia de la especie humana.
Por otra parte, su objetivo es la destrucción de Occidente. Aunque el conflicto de Israel-Palestina sea una de las justificaciones usadas por este terrorismo, sus causas últimas provienen de una interpretación extremista del Corán particularmente vigente en los reinos y emiratos árabes del golfo Pérsico. Sus principales cultores no son palestinos y no se detendrían siquiera ante el más generoso de los acuerdos de paz en Medio Oriente.
Cuando los norteamericanos percibieron trágicamente la magnitud del peligro, se encontraron con un gobierno ruso dispuesto a permitir la instalación de bases yanquis en lo que había sido territorio soviético, Uzbekistán y Kirguistán. Gracias a la emergencia de un enemigo común a las dos superpotencias nucleares, los Estados Unidos instalaban una base aérea a apenas doscientas millas de la China.
Mientras tanto, en nuestra pueblerina argentina olvidábamos que nosotros fuimos víctimas de este flagelo antes que los norteamericanos. No faltaron quienes con ignorancia y necedad se regodearon en la aparente vulnerabilidad norteamericana. No sabían que el presupuesto militar norteamericano, aun antes del 11 de setiembre, equivalía a la suma de los nueve presupuestos que le siguen. Así como el actual peligro no tiene precedentes en la historia, tampoco los tiene el predominio militar mundial de los Estados Unidos, que supera con creces al que alguna vez tuvieran Gran Bretaña o el Imperio Romano.
No hay margen para la neutralidad en esta guerra que continuará muchos años. Y es justo que así sea.

*Especialista en relaciones internacionales.

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