ESPECIALES › SUPLEMENTO 21º ANIVERSARIO
› Por Orlando Barone
El lockout, en inglés y en lenguaje económico político, es la huelga al revés: es la del propietario que cierra voluntariamente su fábrica en contra de las exigencias obreras. Si los afectados fueran los dueños del servicio de aguas y cerraran el chorro, dejarían un tendal de poblaciones en riesgo agónico. El lockout que cierra las tranqueras y los caminos y discrimina a su criterio el paso de mercadería amenaza a los consumidores con el in crescendo inflacionario y el desabastecimiento. Y perjudica a empresarios y trabajadores de otros rubros. Este ataque a la economía argentina es transparente pero temible. Viene de quienes se sienten damnificados por el Estado y de gran parte de quienes manipulan el lío. Si los relatores de estos hechos en lugar de preguntarles a los huelguistas si tienen bronca o si se sienten robados o confiscados, les preguntaran cuánto ganan y qué bienes tienen. Y cuánto exactamente dejarían de ganar por culpa de las retenciones. Y si además desnudaran la pobreza de sus peones rurales y por qué si los campos son tan productivos se despueblan, se vería todo el escenario. Y se vería cuáles son las víctimas reales. Que no son necesariamente las que gritan. Y los llamados y autollamados “pequeños productores” deberían sincerarse. Pequeños, diminutos, imperceptibles son los ciudadanos que ni siquiera tienen un lote. Un pequeño elefante no deja de pertenecer al rubro elefante. Nadie dice de un pobre que es pequeño. Es pobre o no es pobre. No está mal aclararlo. Todos somos peces. Pero unos son tiburones y otros cornalitos. Este enfrentamiento político puede alterar el resultado de las elecciones recientes. Ya hay analistas que especulan que éste es un punto bisagra a favor de los opositores. El Gobierno está asechado, y lo escribo con ese no con ce. No por el vasto campo, que es una abstracción geográfica, sino por quienes se mimetizan con él untándose de dudosa leyenda campesina. Es éste un peligro argentino reciclado del antiguo catálogo. Ya no se trata ni del peligro militar ni del peligro de ingobernabilidad ni del default, como ha sucedido cíclicamente. Ahora es el peligro de ruptura social y de quiebre democrático. Y surge porque se ha decidido un rumbo nacional que transgrede el rumbo deseado por quienes por eso no fueron elegidos en las urnas. La consigna “¡O se anulan las nuevas retenciones, o nada!” es un parte de guerra. Un ultimátum con tractores en vez de tanquetas. No hay gobierno que se resigne a este descomedido chantaje. Y es un chantaje porque no es un clamor de país, sino un rezongo de cereales y vacas. Cualquiera sea su razón, impedir el abastecimiento normal de alimentos no es un recurso huelguístico. No cuaja con las misas agrarias. La democracia está antes que la soja.
Publicada el 1 de abril de 2008.
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