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¿Cuál es el rol del Estado en una crisis inédita?, ¿Por qué hay resistencia a admitir el fin del neoliberalismo?, ¿Qué políticas pueden favorecer la inclusión social?
El ministro de Trabajo, Carlos Tomada; el secretario de Cultura, José Nun; el senador y ex ministro de Educación, Daniel Filmus; el ex decano de la Facultad de Arquitectura, Jaime Sorín; y el diputado del Frente para la Victoria Agustín Rossi hablan sobre las políticas públicas de inclusión que se tomaron hasta ahora y marcan el rumbo de las que van a ir llegando.
› Por Sandra Russo
Carlos Tomada: –La convicción es que no hay ningún crecimiento económico posible si no es con inclusión social. Cuando el crecimiento no es acompañado por políticas de inclusión, eso no pone solamente en cuestión las políticas económicas, sino a todo el sistema político. La inclusión está ligada al trabajo, y el trabajo está ligado a una idea de trabajo digno, con protección social, tema en el que nos falta mucho. El mercado de trabajo ha generado empleo, pero sigue siendo un mercado que discrimina a los jóvenes, a los que no tienen experiencia, a los que no tienen capacitación o a los que no tienen acceso a recomendaciones. Antes eran todos los sectores vulnerables, hoy tenemos algunos sectores vulnerables. Los jóvenes, sin duda.
C. T.: –No existe un sistema previsional sustentable que no se sostenga en un mercado de trabajo declarado, de trabajo registrado, que permita acceder después a una jubilación. Nuestras políticas funcionaron, pero tenemos conciencia de que hay que incorporar otras herramientas. Cuando la Presidenta de la Nación me ofreció que fuera su ministro de Trabajo, volví ese día al Ministerio y le dije a todo mi equipo: “Todo lo que hicimos hasta ahora ya está, sirvió. Ahora la profundización del combate al trabajo en negro va a ser otra, el desempleo va a bajar a otro ritmo y tenemos que diseñar instrumentos”. Lo dijimos en aquel momento y lo volvimos a decir hace poco a raíz de la crisis internacional, pero los objetivos son los mismos. El trabajo no registrado hoy está aproximadamente en un 36%, cuando nosotros llegamos estaba alrededor del 50% y tenía una característica muy particular: nadie hablaba del trabajo en negro. El primer problema fue que cuando llegué había 22 inspectores en el ministerio, no me alcanzaba ni siquiera uno por provincia. Se había desmantelado la estructura de fiscalización del trabajo vinculada con la seguridad social. Lo primero que hicimos fue generar una campaña de concientización y de sensibilización muy extendida, dirigida a los actores sociales, por los medios; y al mismo tiempo, recrear la Subsecretaría de fiscalización. Hoy tenemos más de 400 inspectores que llegan a mil sectores en todo el país. No hay posibilidad de revertir ciertas prácticas laborales perversas, si no existe un aparato de inspectores que controlen y fiscalicen. ¿Qué es lo que falta ahora? Instrumentos, normas legales, acciones concretas sobre los sectores donde se concentra el trabajo en negro. Empezamos con el trabajo agrario, seguimos con el trabajo doméstico, vamos a trabajar con la construcción. Planteamos que hoy que ha vuelto la obra pública, que ha vuelto la inversión pública para viviendas y obras de infraestructura, es inadmisible en ese sector el trabajo en negro.
C. T.: –El Gobierno nacional ha tomado la decisión de proteger el empleo, porque es evidente que para este Gobierno la cuestión del trabajo es un elemento central y uno de los pilares de su política. Si ustedes analizan cuáles han sido las decisiones políticas macro, se van a dar cuenta de que todas estuvieron presididas por la idea de generar empleo. Por eso la decisión de fortalecer el mercado interno y de recuperar la obra pública. En relación con la crisis internacional, la primera decisión que se ha tomado es exigirles a los empleadores que cumplan con la Ley. No somos muy originales, pero no la cumplen. En la Argentina está vigente el Decreto 265, que establece que no se puede hacer despidos ni suspensiones sin una previa intervención ante la autoridad de aplicación del trabajo, sea a nivel nacional, sea a nivel provincial. Esto, por ejemplo, es lo que motivó nuestra intervención en el caso Easy, que hizo que la empresa retrocediera en una decisión seguramente apresurada que se había adoptado. Ese es el punto de partida de un diálogo con los empleadores, sobre todo los de empresas multinacionales que están respondiendo a directivas de sus casas matrices. Deben ser particularmente cuidadosos, porque las directivas que se dan en la casa matriz están respondiendo a una situación económica, financiera o productiva en el país de origen, y no tiene que ver con la actual situación en la Argentina. Ese es el motivo de la segunda acción: la Presidenta de la Nación y el ministro de Trabajo se han venido reuniendo con las más importantes cámaras empresarias y organizaciones sindicales, y lo seguiremos haciendo. Ahora en el mundo se vuelve a poner de moda la presencia del Estado. Nosotros lo venimos haciendo, tenemos los músculos más entrenados y vamos a poder intervenir, porque de eso se trata.
José Nun: –Cuando inauguró su segundo mandato, Franklin Roosevelt dijo: “Hasta ahora sabíamos que la búsqueda individual desenfrenada del lucro era moralmente criticable, ahora nos damos cuenta de que es económicamente dañosa”. Sin embargo, no se ganó esa batalla contra la cultura de la codicia y del individualismo. La derecha instala palabras como “saqueo”, como “confiscación”, ahora con el tema de las AFJP. Yo recordaba el otro día un razonamiento que hacía el padre del liberalismo, el filósofo británico John Stuart Mills, en el siglo XIX: Imaginemos una aldea, en esa aldea hay un puente que es absolutamente intransitable. Si alguien trata de pasar por ese puente, se va a caer. Llega un forastero y se encamina al puente. Entonces, el padre del liberalismo se pregunta: ¿Cómo se debe actuar para no interferir con su libre albedrío? Y llega a la siguiente conclusión: los aldeanos tienen que acercarse y decirle “mire, señor, si trata de pasar ese puente, se va a caer al vacío”, y después de eso se deja a su libertad de elección si quiere pasar o no por el puente. Esta visión está impregnada de una cultura tan ferozmente individualista que a John Stuart Mills no se le ocurre que las autoridades o los vecinos podrían haber puesto un cartel diciendo “prohibido pasar, el puente es intransitable”. Esto es lo que está haciendo el Gobierno. Hay que prohibir el paso en ese puente, porque la gente no va a llegar a la otra orilla.
J. N.: –Cuando hablo de cultura estoy hablando de nuestros modos de vivir juntos, de nuestras formas de organizar el caos, de la manera que tenemos de construir una visión social del mundo. Dentro de esta visión había que definir opciones, y las dos que nosotros definimos desde 2004 fueron la construcción de ciudadanía y la inclusión social. Todos nuestros programas han estado articulados alrededor de estos ejes, junto con la defensa, el estímulo y la promoción de las bellas artes. Ahora bien: para lo que nos importa, la cultura tiene que dejar marca, y para eso se necesita continuidad. Eso no se logra haciendo espectáculos masivos una vez cada tres meses. Eso da un rédito político, pero no deja marca en la sociedad. En cambio, hemos inventado el primer programa en el mundo de entrega de una biblioteca con cada vivienda popular que construye el Gobierno. Esto no existía en ningún lado. Ahora ya existe también en Cuba. Raúl Castro me dijo: “Te lo voy a copiar”, y le dije: “Es tuyo”. Lo están implementando en Chile. El Presidente de México hizo un discurso dedicado a resaltar este programa. No es solamente entregar una biblioteca a gente que, en su mayoría, es la primera vez que tiene un libro en su casa, sino hacer un seguimiento después, enviando promotores de lectura, enseñándoles a manejar la biblioteca. Los testimonios son absolutamente conmovedores.
Daniel Filmus: –La escuela de la crisis era la única oportunidad que tenían los chicos, porque no había trabajo. Era un lugar atractivo porque se comía. Salvo en 2002, cuando cayó la matrícula, la gente mantuvo a sus chicos en la escuela, no sólo en la escuela primaria. ¿Qué pensamos? Empieza el crecimiento económico, las familias se empiezan a reconstruir, no vamos a dar abasto con las escuelas medias. Y no pasó eso. Los chicos que hasta ese momento estaban en la escuela empezaron a ser atraídos por el mercado de trabajo. Aumentamos el número de becas, pero eso no alcanzaba porque una beca es para sostener los estudios, en cambio un trabajo significa apoyar a la familia. Hoy cambió totalmente la matrícula de adultos, está llena de chicos de 16, 17, 18 años. Eso nos plantea varias cuestiones vinculadas a las políticas públicas. Voy a dar el ejemplo de la escuela técnica. La Ley Federal de Educación terminó con ellas. Hoy resurgen en todo el país. Pero es una escuela que no permite trabajar. Los chicos más humildes son los que históricamente fueron a escuelas técnicas, pero esos chicos tienen que ir a trabajar. Y si no tenemos chicos de escuela técnica, no tenemos ingenieros, que es lo que reclama la industria del sofware, una de las que más crecieron. Se instalaron en la Argentina todas las industrias informáticas del mundo, pero no damos abasto para formar a la gente que hace falta.
D. F.: –La formación de un chico se define básicamente en la escuela primaria. En Francia se está discutiendo la obligatoriedad de la sala de tres, pensando que el esfuerzo más grande que hace el chico es cuando desarrolla el lenguaje, cuando se afirma en el lenguaje. ¿Por qué cuento esto? Porque nos faltan profesores. Nosotros pusimos una beca para los 1500 jóvenes que saliendo de la escuela media querían ser profesores. La condición era que tenían que tener promedio ocho o más, y les pagábamos toda la carrera de docente. No conseguimos 1500 en todo el país. ¿Por qué? Porque los que tenían ocho o más querían ser ingenieros, abogados, no querían ser docentes. Yo estoy de acuerdo con que el docente es un trabajador, pero un trabajador profesional. Lo que no tenemos que permitir es que se proletarice al docente. Si yo lo proletarizo, si lo tecnifico, lo estoy bajando de nivel. ¿Cuál es el docente más técnico de todos? El profesor taxi, el que va de escuela en escuela y repite la misma lección que tiene preparada del año anterior o de la década anterior. A una de mis hijas, le estaban enseñando la Constitución sin decirle que había cambiado en 1994 porque tenía la clase preparada desde antes del ’94.
Jaime Sorín: –Hoy el presidente del Instituto de la Vivienda tiene el gerenciamiento de la empresa de construcción más importante de la Argentina, y lo mismo está pasando en distintos lugares del país. La vivienda colectiva pública no es un tema menor, porque es muy claro que la producción de vivienda por parte del Estado es un elemento de distribución del ingreso, y que lleguen a tener vivienda propia sectores que de otro modo no lo habrían podido hacer es responsabilidad del Estado. Pero me pregunto por qué, en vez de discutir estos temas, tenemos que discutir cómo hacemos para que no se viva más en las calles.
J. S.: –La producción de vivienda por parte del Estado en las ciudades es un punto de discusión central. Los planes federales han construido muchísimas viviendas que están en plena producción, pero que dejaron mucho que desear, con viejos efectos que son los de sacar de los núcleos urbanos a los sectores más empobrecidos. No hay una política de tierras públicas: se compran tierras carísimas en lugares alejados, porque el acceso a la tierra urbana es un factor de riqueza de los dueños de la tierra. El avance de la exclusión social y la aparición de los barrios cerrados han instaurado una lucha por los terrenos. Antes eran terrenos más cercanos a las ciudades en la zona noroeste y oeste, y hoy avanzan sobre la zona sur. Los barrios cerrados ocupan hoy en el Gran Buenos Aires tanta superficie como la Ciudad de Buenos Aires. No se puede seguir mirando para otro lado. Lo que está oculto en la ciudad son los hoteles, las pensiones, los inquilinatos, la cantidad de propiedades que están habitadas por varias familias. El hacinamiento. El problema de la vivienda no es un problema financiero, es un problema político.
Agustín Rossi: –La que vamos a tratar esta semana es la cuarta ley referida al tema previsional. La primera fue el sistema de moratoria e inscripción jubilatoria. La Argentina tiene un sistema previsional que tiene dos componentes de ingreso, un componente previsional y un componente tributario. El previsional son los aportes que hacen los trabajadores y los empleadores, y el tributario es el porcentaje del IVA. Estos dos componentes están en partes iguales, 50% y 50%. ¿Con esto qué quiero decir? Que cuando no-sotros impulsamos el fenomenal plan de inclusión que significó la moratoria jubilatoria, estábamos pensando que, además, era un hecho de justicia, que nuestro sistema previsional está sostenido por todos y que un trabajador que haya trabajado en negro toda su vida, cada vez que compra un paquete de yerba que tiene el 21% de IVA también está ayudando a pagar el sistema provisional. Aumentamos en casi un millón y medio la cantidad de jubilados en la Argentina. Tuve la oportunidad de estar en Santa Fe en entregas del primer recibo de pago de la jubilación. Había muchos de ellos que nunca en su vida habían tenido un recibo de sueldo ni un carnet de obra social. Trabajamos el año pasado con la ley de opción jubilatoria. Trabajamos hace un mes con la movilidad jubilatoria, que es garantizarle a los jubilados que sus haberes van a ser actualizados dos veces al año, y que eso no va a depender del poder de turno. Y ahora vamos por la última etapa que termina de desarmar lo que se había armado en los ’90 con el sistema de la capitalización. El sistema de AFJP no fue pensado para el jubilado o el pensionado, sino para ver de qué manera se potenciaba el mercado de capitales en la Argentina. El descenso de las Bolsas de todo el mundo indica que el sistema tiene algunos pecados de origen, como casi todo lo que crea el liberalismo. Tratan de desvirtuarlo, dicen que, en realidad, el Gobierno quiere caja, que el Gobierno está pensando cómo resuelve el pago de la deuda. Y lo que estamos haciendo es devolverle al Estado lo que era de todos los argentinos. Lo que está pasando en el mundo hoy, nosotros, desde el campo nacional y popular, lo tenemos que utilizar para dejar la marca.
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