Mar 27.10.2015

ESPECIALES  › A 5 AñOS DE LA MUERTE DE NéSTOR KIRCHNER

Toda una vida en siete años

La recuperaciOn del orgullo nacional

› Por Luis Alberto Quevedo *

Si bien es cierto que Néstor Carlos Kirchner fue un militante peronista en los años setenta, intendente de Río Gallegos en los ochenta y gobernador de la provincia de Santa Cruz durante toda la década de los noventa, no caben dudas de que fue un político nacional recién en el siglo XXI. Porque fue en el inicio del siglo XXI que la gran mayoría de los argentinos lo conocimos, lo escuchamos, lo juzgamos políticamente y finalmente incorporamos a la historia como el mejor presidente de los argentinos en todos estos años de democracia. Y todo esto ocurrió en siete años.

Porque vivimos en Argentina durante siete años algo así como una experiencia Kirchner, un concentrado de política, discursos, recuperación de memorias y derechos, muchas decisiones fuertes y solo alguna de las otras, renovación de estilos pero sobre todo de propósitos de la política que nos dejó una marca imborrable. A todos, a los que lo admiramos y a los que lo odiaron. Y tan grande fue esa experiencia que una vez que Néstor nos dejó, muchos de los que escribieron ríos de tinta para denostarlo y llenaron las pantallas y los micrófonos con lo peor sobre el querido pingüino, finalmente dijeron: fue el mejor de los que ocuparon ese lugar.

Yo creo que lo conocí cuando lo escuché por primera vez en la cadena nacional diciéndole al presidente de la Corte Suprema Julio Nazareno que la renovación de la corte menemista se haría por la vía institucional pero con toda la voluntad política que podía poner el Poder Ejecutivo Nacional en esta tarea. Y Nazareno renunció para evitar la vergüenza de ser juzgado por más de veintidós cargos y cien denuncias que pesaban en su contra. Y puso en marcha un proceso transparente y abierto para la elección de los nuevos jueces de la devaluada corte de justicia y entonces Eugenio Raúl Zaffaroni fue Juez y todos empezamos a escribir con mayúscula Corte Suprema de Justicia. Ahí lo empecé a conocer.

Luego vino el acto de recuperación de la ESMA y la orden al jefe del Ejército de que descolgara del Colegio Militar los cuadros de los generales genocidas Jorge Rafael Videla y Roberto Bignone. Y más tarde el nuevo plan Jubilatorio Nacional, la convocatoria al Consejo del Salario Mínimo Vital y Móvil y el primer canje de deuda externa y la IV Cumbre de las Américas en Mar del Plata y el chau! al ALCA y el decreto de constitución de Arsat y la Ley Nacional de Educación y la creación del Canal Encuentro. Ahí lo terminé de conocer. Era la etapa madura del presidente Néstor Kirchner, había empezado a cumplir lo que había dicho el primer día en que le habló a los argentinos desde el Congreso Nacional.

Finalmente lo conocimos entregándole el bastón de mando a quien fuera su compañera de toda la vida, de militancias pasadas y de sueños presentes y acompañándola en los conflictos del 2008 y poniendo el cuerpo para recuperar la confianza en el 2009 y en una lucha –todavía inconclusa– contra las corporaciones mediáticas. Y lo vimos feliz, disfrutando y festejando la mayor celebración del bicentenario que pudimos haber tenido: en la calle, con presencia de todas las provincias, con los presidentes de la región diciendo presente y con miles de argentinos que –contra el miedo y la desesperanza– decían ¡aquí estamos!, con los sueños intactos, como doscientos años atrás.

Tanta energía, tanto compromiso y tanto cuerpo puso que un día de 2010 se fue. Y ahí conocí –conocimos todos– el amor que le tenía el pueblo (sobre todo los jóvenes): el dolor que provocó su muerte era equivalente al reconocimiento de los millones de argentinos que lo acompañaron en sus sueños y sus luchas. Las luchas locales, las regionales y las globales. Porque Néstor Kirchner también dejó una mirada descentrada sobre el mundo, o recentrada en los países con los que compartimos un destino común, en las políticas que había que (re)pensar desde y en América Latina si queríamos realmente una patria grande. Y todo esto lo hizo junto a los líderes regionales con los que compartió esos años de historia: fuertes, soñadores, luchadores y guapos como él.

“Un hombre muere pero las ideas permanecen. Creo que Néstor Kirchner construyó ideas aquí en Argentina. Y el legado más importante que Kirchner consiguió para los argentinos fue la recuperación de la autoestima del pueblo argentino, la recuperación del orgullo del pueblo argentino desde hace más de dos décadas había perdido”, dijo el 28 de octubre de 2010 el presidente Lula da Silva, que se hizo presente en Buenos Aires para despedir a su amigo y compañero de construcción política latinoamericana.

Se fue hace cinco años en un día como hoy, inesperadamente, allá en el sur, en su Patagonia ventosa, injustamente joven, tremendamente activo, con muchos sueños que todavía quería cumplir. Como dijo en el momento de su asunción a la presidencia en 2003: “Vengo a proponerles un sueño, quiero una Argentina unida. Quiero una Argentina normal. Quiero que seamos un país serio. Pero además quiero también un país más justo”.

En esos siete años, la Argentina no estuvo unida porque en realidad él no vino a unir a cualquier precio, porque no creyó nunca que lo que unen son las palabras vacías ni el diálogo hipócrita con los poderosos, sino que el desafío era unirnos detrás de los valores de justicia, desarrollo, inclusión, derechos sociales y políticos y redistribución de la riqueza y sin depender de los poderosos. Sí nos dejó un país más justo. Pero la Argentina no fue tampoco un país normal. No fueron años normales esos siete años: fueron años de conflictos, de tocar intereses de las corporaciones, de recuperar el orgullo nacional, de apostar por el trabajo argentino, de negarse a ser manejados por los organismos internacionales, de ampliar derechos contra el sentido común conservador, de mirar al mundo desde sus ojos estrávicos. Ese fue el último Néstor Kirchner, el que nos dejó sueños e ilusiones que solo se cumplen si sabemos que habrá conflictos y que deberemos pelear por ellos y ellas. Aquí y ahora, donde quiera que estemos.

* Sociólogo. Director de Flacso Argentina.

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