Luego de 3000 reuniones en todo el país, el ciclo se desarrolla ahora en la Ciudad de Buenos Aires, con el mismo espíritu y un desafío: proponer, en distintos puntos geográficos y para un público heterogéneo, una agenda de temas convocantes que disparen la deliberación sostenida en el tiempo.

Graciela, de 46 años, y Karina, de 36, son jefas de hogar y trabajan en un comedor infantil. Sobre su primera experiencia en un Café, relatan: “Quisimos acercarnos a esta charla de las Madres en Lucha contra el Paco porque nos interesaba el tema: la droga, la juventud, la violencia”. Más que un fin en sí mismos, los encuentros de Café Cultura generan iniciativas. “En la reunión, intercambiamos experiencias con hombres y mujeres que hacen trabajos como el nuestro. También nos sirvió para contactarnos con las invitadas, Marcela de Bernardo y Lidia Rígoli, y tratar de hacer actividades en el futuro”, agregan.

El interés por conocer al invitado es otro de los aspectos que despiertan el entusiasmo de los participantes que colman los bares. “Me entusiasmó la presencia de Norberto Galasso en el Centro Homero Manzi. Leí muchas notas de él, tengo libros suyos… Durante la charla, me maravilló la simplicidad y la contundencia de su relato de la historia argentina; una historia que parece tan lejana y difícil de entender, él la acerca con palabras simples”, comenta Daniel Mancuso, de 45 años, actor y profesor de teatro.

Para el público, lo que hace la diferencia es el acercamiento que proponen los Cafés Cultura, el tipo de intercambio que estos espacios habilitan. Directo. Cara a cara. Esteban Carasi, que ya participó de los encuentros con Daniel Santoro, José Pablo Feinmann y Luis Felipe Noé, opina: “Me parece interesantísimo bajar del pedestal en el que cierto academicismo pone a artistas como Noé. Al tener a figuras así a mano en un café, uno se siente más libre para preguntarles cosas y hablar sin que medie ese mármol con el que vienen sujetos, no por ellos. Esta cercanía permite decir muchas cosas. Los invitados son muy abiertos; no están bajando línea ni hablando continuamente, sino que abren el diálogo”.

La misma metodología resulta útil a la hora de difundir información de interés para la ciudadanía y rendir cuentas: “Me parece espectacular la propuesta, está dentro de lo que debería hacer un político: dar información y recibirla; intercambiar ideas con el vecino, dar explicaciones”, destaca la médica Alcira Elena Ferreres, que participó de la charla con Donato Spaccavento, ahora ex director del Hospital Argerich.

La cosecha de Café Cultura también satisface la curiosidad, el interés personal y las propias búsquedas. “De los encuentros de los que participé en Tandil, de donde soy, y ahora en Buenos Aires, siempre me fui llevando algo; de ahí la necesidad de volver, porque tomás contacto con gente que, aparte de abrirte puertas, te abre la cabeza”, sostiene Juan Facundo Fernández, actor de 24 años, y suma: “Vine a la charla de Luis Felipe Noé porque, aunque no estoy en contacto con la pintura, creo que está bueno que los artistas nos conectemos con otras formas de arte que no son las propias. Así, uno siempre se nutre”.

De cada reunión, hay ecos que resuenan: “Los Cafés son disparadores de reflexión, para que uno pueda seguir repensando los temas hablados. Permiten filosofar”, ensaya Juan Facundo Fernández. En la misma línea, Daniel Mancuso dice: “Estos encuentros gratuitos sirven para la construcción cotidiana de la cultura y de la identidad nacional, algo que se logra no sólo leyendo el diario o mirando un programa cultural, sino participando, escuchando y animándose a hablar”.