Vie 04.10.2002

ESPECTáCULOS  › “IDENTIDAD DESCONOCIDA”, DE DOUG LIMAN

Un James Bond con amnesia

En un film que abunda en los tópicos del cine de espías, Matt Damon encarna a un extraño agente que no recuerda nada de su pasado, aunque puede desbaratar marines a golpes de karate y hablar tres idiomas sin dificultad.

› Por Luciano Monteagudo

Es curioso. No recuerda su nombre, su nacionalidad ni cómo apareció flotando en las aguas del Mediterráneo, casi muerto, con dos balas en la espalda. No sabe absolutamente nada de sí mismo salvo que, si está en peligro, puede dejar un tendal de rudos marines por el piso con certeros golpes de karate. También es capaz de manejar todo tipo de armas, evaluar situaciones de riesgo y expresarse indistintamente en inglés, francés y alemán, si es necesario. Cualquiera en esa situación podría suponer que se llama James Bond, pero el bueno de Matt Damon se resiste a creer que él pueda ser un espía con licencia para matar. En todo caso, lo único que pretende es salvar su vida, cuando descubre que hay toda una organización detrás suyo que, por alguna razón que él desconoce, lo quiere eliminar definitivamente del mapa.
Basado en la primera novela de una trilogía que el best seller Robert Ludlum le dedicó a su agente secreto Jason Bourne (atención a las iniciales), Identidad desconocida demanda al espectador no sólo la suspensión de toda exigencia de verosimilitud sino también un candor muy especial, que le permita identificarse con ese pobre muchacho de aspecto angelical, que se sabe puro de corazón, pero que no comprende por qué motivo tiene habilidades tan poco comunes. Y no sólo habilidades. En una caja de seguridad correspondiente a una cuenta numerada en Suiza encuentra una decena de pasaportes de distintos países, con otras tantas identidades diferentes (lo que no lo ayuda mucho en su problema), una pistola de alto calibre y fajos de billetes de diversas monedas, pero mayoritariamente dólares, frescos, crujientes. Ese único equipaje le servirá para echarse a andar, intentando ubicarse siempre un par de pasos adelante de sus perseguidores.
El director Doug Liman y sus guionistas decidieron que hubiera sido muy aburrido que lo hiciera solo y pensaron en la alemana Franka Potente, quizás porque ya venía pegando zancadas desde Corre, Lola, corre, el hit que la puso literalmente en carrera en el cine internacional. Aquí la chica Potente se entusiasma primero con ganarse unos dólares, después con tener una aventura con un personaje tan misterioso y finalmente, cuando el asunto se pone espeso y empiezan a acumularse los muertos, ya no le queda más remedio que confiar en que su desmemoriado compañero podrá sacarla sana y salva del lío en que la metió.
Toda película de espionaje que transcurra en París tiene algún atractivo (aunque más no sea ver el Pont Neuf tomado por hombres de negro) y ésta le suma una espectacular persecución automovilística a orillas del Sena, que debe haber provocado un embotellamiento del tránsito más descomunal que el que causó el accidente de Lady Di. Se extraña, sin embargo, en estos casos la mano mágica de un veterano como John Frankenheimer (recientemente fallecido), de esos que eran capaces de filmar una cacería de autos y convertirla –como lo hizo en Ronin– en un ejemplo de cine puro, en un gozoso ballet mecánico. No llega a ser el caso, pero como espectador siempre es preferible bajar a los saltos a bordo de un Mini-Cooper por lasestrechas escalinatas de Montmartre que compartir la intimidad de las miradas románticas de una pareja improbable.


(The Bourne Identity) EE.UU., 2002.
Dirección: Doug Liman.
Guión: Tony Gilroy y William Blake Herron, sobre una novela de Robert Ludlum.
Fotografía: Oliver Wood.
Música: John Powell.
Intérpretes: Matt Damon, Franka Potente, Chris Cooper, Clive Owen.
Estreno de ayer en los cines Village Recoleta, Hoyts Abasto, Cinemark Palermo, Patio Bullrich y otros.

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