ESPECTáCULOS
“Si no damos un testimonio de nuestra identidad, nada sirve”
Todos los viernes del mes, Marián Farías Gómez y Manolo Juárez reflotarán el espíritu de Contraflor al Resto, una agrupación mítica que hace veinte años rompió con los moldes establecidos.
› Por Cristian Vitale
Marián Farías Gómez está involucrada en la música popular desde comienzos de la década del 60. En 1963, por intermedio de su hermano, el Chango, ingresó a los Huanca Huá y luego su carrera devino en trabajos junto a Ariel Ramírez, Armando Tejada Gómez –como parte del Movimiento de la Nueva Canción Argentina– y Alfredo Zitarrosa, con quien compartió escenarios durante el exilio en España. Manolo Juárez, en cambio, proviene del ámbito “erudito”. Entre otras cosas, fue docente de música clásica en la Universidad de La Plata y también compositor de música de cámara para ballet y teatro. Pero el destino de ambos una vez se cruzó y fue suceso: en 1982 formaron Contraflor al Resto con el Chango y generaron una nueva forma de hacer folklore, muy alejada del costumbrismo que bajaba como pauta desde el poder militar. “Contraflor nació para no morir”, dice Marián. Hace poco nos presentamos en Toulouse, Francia, y fuimos muy bienvenidos. Pese a que los tres somos solistas siempre tenemos el grupo a mano. Es un vicio”.
Parte de ese vicio lo recrearán hoy y todos los viernes de octubre en Notorius, con la presencia de Marcelo Predacino en reemplazo del Chango Farías Gómez, que está viviendo en Córdoba. “El asunto es tomar la música como una alternativa más del afecto y la emoción. El argentino se siente latinoamericano cuando le va mal, por eso es un buen momento para retomar esa conciencia, pero para que no desaparezca si el país repunta. El fin último es recobrar las ideas de Sandino, Bolívar y Zapata” arriesga Juárez.
–¿El repertorio será el mismo que el clásico de Contraflor?
M. J.: –No. A lo sumo habrá un par de temas como “Criollita Santiagueña” o “La Humilde”. El resto van a ser versiones de Chazarreta, Yupanqui o Leguizamón, músicos que codificaron el pensamiento nacional. En este contexto me parece un despropósito hacer un recital con mayoría de temas míos. Siempre hay que recurrir a la memoria de los grandes maestros. Si no hablamos de Bach, Bach está muerto. Creo que el yoísmo está de más.
–Sus experiencias en el pasado están ligadas a la búsqueda de la identidad popular latinoamericana que excede el marco de la música. ¿Qué sienten cuando aparecen grupos procesados para vender? ¿Los consideran un límite para el conocimiento genuino de la historia?
M. F. G.: –Están equivocados en cómo enfocan la historia, porque no profundizan sobre lo que es folklore. Soledad y Luciano Pereyra recién ahora se están encaminando hacia lo que siempre quisieron ser, que es cantar otro tipo de cosas. Los Nocheros son muy buenos, aunque tienen un repertorio demasiado ecléctico: uno para vender y otro para disfrutar.
–¿Usted los disfruta?
M. F. G.: –Me comí un recital entero de ellos por TV y cantan fenómeno. A lo mejor no es el mismo enfoque nuestro, pero no desvirtúan. Lo que no comparto es cuando se meten en esa cosa totalmente melosa como las canciones de Paz Martínez. De todos modos, el pueblo se confunde pero no se equivoca: a la larga las cosas pasan por un tamiz y queda todo muy claro. “Quiero comerte el corazón a besos” no es para cantarlo en clave de folklore. Uno debe definirse y ser coherente. Falú dijo una vez que había que tener mucho cuidado cuando uno metía demasiada gente. Prefería tener una media de 400 o 500 personas por show antes que pasar de 10 mil a 200. Además, hay que ver cuántos de esos 10 mil te están escuchando.
–¿Cuál es el objetivo entonces del músico popular?
M. F. G.: –Vender, sí, entretener, también. Pero sobre todo dar testimonio de nuestra identidad. Si no, nada sirve.
–¿Acuerda con que los intérpretes del nuevo folklore modifiquen los textos de las canciones?
M. F. G.: –Me parece algo terrible. Le cambiás todo el sentido a la canción y creo que es una costumbre que tiene que ver con no querer profundizar en la historia del género. En la época del verdadero boom del folklore, terminábamos los recitales y salíamos corriendo para escuchar alque venía después. Hoy terminan el show y se ponen a disposición de la prensa en vez de interesarse por el otro. En los ‘60, desde Los Cantores del Alba hasta el Grupo Vocal Argentino se preocupaban por afinar sus instrumentos y conocer perfectamente el repertorio. El folklore no es una música pasatista, es la identidad de tu pueblo. No es una pavada, no podemos joder con esto. No podés preocuparte si tenés las tetas más arriba o más abajo y esas cosas.
–¿No es una mirada un tanto nostálgica?
M. F. G.: –No. Nadie está en contra de la renovación y, además, puedo decir que cuando el Cuarteto Zupay tituló uno de sus discos Folklore sin mirar atrás, yo puse el grito en el cielo. La herramienta básica para renovar es conocer profundamente las raíces del género.
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