ESPECTáCULOS
“Estando de sitio” o el teatro de los desocupados
La directora alemana Lili Tetzner presenta en el Festival del Mercosur una experiencia escénica a la que define como “muestra de arte documental”.
› Por Cecilia Hopkins
Nacida en Munich pero residente en Barcelona desde hace algunos años, la joven directora y actriz Lili Tetzner está presentando en el marco del Festival Internacional de Teatro del Mercosur uno de los espectáculos de formato no convencional programados a través del Instituto Goethe local. Estando de sitio es, como ella misma lo define en conversación con Página/12, “una muestra de arte documental” en torno del tema de la desocupación, interpretado por tres cordobeses sin formación actoral que en la actualidad están sin trabajo, más la participación de un cantante de rap. Formada en diferentes campos artísticos, la directora –que incluso ha publicado una novela y que también actúa o danza en algunos de sus proyectos– encuentra en la diversidad el mejor medio para descubrir sus propias formas de expresarse. Ella ya estuvo presente en la edición anterior de este festival, para dirigir un taller que llamó “Memoria y olvido”. Según cuenta, lo primero que esperaba entonces era que los actores participantes hablaran acerca de sus experiencias con la represión y la dictadura. “Pero salvo dos o tres, ninguno de los jóvenes quiso hablar sobre ese tema”, recuerda, todavía extrañada. “Luego de cincuenta años, la gente en Alemania todavía necesita hablar de lo que pasó –analiza–, pero como aquí no hubo un juicio político como sí hubo allá, creo que por eso hay un tabú sobre este tema que, además, está todavía caliente porque los responsables siguen casi igual que antes.”
La idea de trabajar sobre la desocupación surgió en la misma Córdoba, cuando volvía a su hotel. “Encontré unos papeles rotos y de curiosa los llevé conmigo y los pegué para leerlos”, cuenta. “Eran fichas de entrevistas para gente que busca trabajo, llenas de preguntas que me parecieron muy invasivas, que tenían que ver con sus hábitos diarios, con la cantidad de horas que dormían, por ejemplo. Me emocionó el contraste que había entre la intimidad expuesta con la esperanza de encontrar empleo y el hecho de que esos papeles estuvieran rotos y tirados en plena calle.” Con la idea de hacer con esto una experiencia escénica, Tetzner volvió a Córdoba unos meses después para encontrar a los tres actores que necesitaba en un inusual casting que la llevó a repartir volantes en las colas que formaban los aspirantes a diferentes puestos de trabajo. También fue a nodos de trueque: “El trueque, así como se entiende en Argentina, no existe en Europa y se ha convertido en un mito”, asegura.
–¿En qué consiste este mito?
–En Europa, entre la gente intelectual, se cree que el trueque en Argentina es una forma de organización que desprecia el dinero, que es un núcleo revolucionario que busca introducirse como un mercado alternativo para destruir al capitalismo. Pero en mi experiencia aquí, fuera de los que organizan los nodos que piensan diferente, encontré a gente que hace trueque obligada por la crisis, porque tiene la ilusión de que en algún momento tendrán el dinero para comprarse todo lo que ellos necesitan. En España, por ejemplo, el trueque es un experimento de intelectuales que no tiene la misma base: no existe, como acá, la urgencia de cambiar medio frasco de shampoo por un huevo. No se entiende bien que esto surge de la crisis económica...
–El año pasado hubo, en este mismo festival, otras experiencias hechas por alemanes que despertaron muchas críticas (una de ellas había tomado el fenómeno de la bailanta). ¿Cuál es su opinión acerca de esos comentarios?
–Cuando se dijo, por ejemplo, que los argentinos estaban siendo tomados como objetos de estudio y que estaban hartos de que los alemanes vinieran acá para decirles cómo tienen que vivir, eso me pareció muy injusto. En mi caso, desde mi visión extranjera yo quise aportar una plataforma para hacer lo que yo creo un acto político: dejar oír lo que dicen tres individuos acerca de su situación. Esto, creo, es un acto más humilde que querer explicarle la vida a otro. Las tres personas que intervienen en Estando... tienen diferentes posiciones sobre las cosas y comparten la misma experiencia de desempleo. Esto produjo un encuentro muy rico porque detrás de sus relatos dejan traslucir un trasfondo social. En las conversaciones que tuvimos me llamó la atención que aparecía mucho la palabra clase –clase media, clase baja– que en Alemania, al menos, ya no se usa, tal vez porque la red social permite un acceso más parejo a la educación, por ejemplo, que es buena y gratuita. Aquí, las posibilidades de cambiar de situación están muy determinadas por lo económico, por lo que la persona tiene. Después del estreno me hicieron comentarios como “gracias por decir en voz alta lo mismo que a mí me pasa”. Hay quienes vieron el espectáculo como un homenaje a Brecht, por lo político y pedagógico. Yo veo que aquí, en Argentina, se valora mucho la habilidad del actor, pero el hecho de que los participantes no son actores creo que es también interesante: su presencia frágil e indefensa en el escenario refleja la posición que ocupan en el mercado laboral.
–¿Qué diferencias encuentra entre desocupados europeos y argentinos?
–En Europa se piensa que una persona, si está desempleada, es porque es incapaz o porque es un gilipollas que vive de la ayuda social, del dinero de los demás. Esto último está muy mal visto en Alemania. Pero si alguien vive de ese modo en España se le pregunta, ¿y cómo lo llevas? Y si la persona dice que está feliz de no trabajar y cobrar el seguro de desempleo, no se lo critica. Aquí a nadie se le ocurriría preguntar a un desocupado cómo lleva el hecho de estar desempleado, porque aquí ya se sabe que lo pasa mal, ni tampoco se le echaría la culpa, como en Alemania, porque se sabe que es una víctima de una situación que está por encima de ellos mismos.