ESPECTáCULOS
› WALTER SALLES EXPLICA “DIARIOS DE MOTOCICLETA” Y “DETRAS DEL SOL”
“No es posible sintetizar el Che”
Ya repuesto del éxito de “Estación central”, el director brasileño está abocado a la presentación de “Detrás del sol”, una historia de familias enfrentadas, mientras rueda un film sobre los viajes del Che Guevara por Latinoamérica.
› Por Oscar Ranzani
Después del arrollador éxito de Estación Central, y antes de embarcarse en el proyecto Diarios de motocicleta –basado en los viajes iniciáticos del Che Guevara–, el director brasileño Walter Salles rodó Detrás del sol, que se estrena en tres semanas en Buenos Aires. El cineasta sabe que la cuestión del éxito tiene dos puntas. En una de ellas está el regocijo de saber que Estación central batió records de recaudación en Brasil y fue reconocida en todo el mundo: Oso de Oro en el Festival de Berlín de 1998 y más de cincuenta premios internacionales de regiones tan disímiles como España, Macedonia, Kazajastán, Francia, Estados Unidos, Polonia y Cuba, entre otras. En el otro extremo de la delgada línea del éxito está la necesidad de superar o al menos equiparar esa trascendencia. Para empezar, Detrás del sol comparte con Estación Central el mismo equipo de trabajo, con Salles, Arthur Cohn como productor y Walter Carvalho como director de fotografía.
Salles está rodando en Argentina Diarios de motocicleta, basado en los viajes que el Che realizó en moto por América en 1952, antes de convertirse en figura fundamental para el éxito y consolidación de la Revolución Cubana. El elenco incluye al mexicano Gael García Bernal y los argentinos Rodrigo de la Serna, Mia Maestro y Natalia Lobo. El film se rodará en distintos puntos del continente siguiendo el itinerario de Guevara: Córdoba, la Patagonia, Miramar, Valparaíso (Chile) y Machu Picchu (Perú), entre otros lugares.
–¿Por qué decidió hacer una película sobre el Che basada en la etapa previa a la Revolución Cubana?
–Porque una vida tan extraordinaria y una trayectoria con esa excepcional integridad, con esa importancia histórica, no puede ser reducida en dos horas de película. Intentar sintetizar esa trayectoria no haría justicia a un personaje esencial para la historia del siglo XX. En ese sentido, la narración de esos meses describen un viaje de descubrimiento. Son los años de formación y de elecciones éticas y políticas que, de alguna forma, fundamentan toda una vida. En otras palabras, es como narrar la historia antes de la historia. Por otro lado, estamos viviendo un momento de crisis en América Latina que, de alguna manera, dialoga con las crisis que se podían encontrar 50 años atrás. Los problemas estructurales y las injusticias son muchas veces similares. Si hay algo que puede cambiar nuestra percepción del mundo es la posibilidad de proponer una mirada propia para este continente, que no mimetice lo que hacen Europa o los Estados Unidos. En ese sentido, lo que este joven argentino nos propuso en ese viaje de descubrimiento es extraordinariamente inspirador.
Detrás del sol está basada en Broken April, novela de Ismail Kadaré que sucedía en Albania, y Salles la adaptó al Brasil de 1910. En esa época, dos familias de terratenientes se disputan la posesión de unas tierras. En medio del conflicto, los Breves sufren el asesinato de su hijo mayor en manos de sus enemigos latifundiarios. Según reza la tradición y de acuerdo a la ley del Talión, los Breves deciden que Tonio (Rodrigo Santoro), el hijo del medio, sea el que debe vengar la muerte de su hermano, aun a costa de ser atacado posteriormente. Frente a este círculo de violencia que destruyó a su familia y amenaza con hacer lo mismo con él y su hermano menor, Pacu (Ravi Ramos Lacerda, un chico que proviene del teatro callejero), de diez años, Tonio descubre una nueva realidad que resulta más esperanzadora y menos agobiante que el círculo vicioso en el que se encuentra inmerso. Cuando se topa con dos artistas de circo, estos personajes les mostrarán a él y a su pequeño hermano que pueden encontrarse con un mundo en el que hay momentos para soñar y amar. Una combinación perfecta entre tragedia y poesía sintetiza esta historia.
–Después de Estación..., ¿qué desafíos implica presentar una película que atrape nuevamente al público?
–Lo primero es no intentar hacer una película que atrape nuevamente al público (risas). Hay que hacer algo que surja de un deseo íntegro, que tengas ganas de narrar una historia. Después de Estación... pasé casi seis meses en las rutas viviendo en hoteles, viajando en aviones, yendo a festivales. Durante ese período leí muchos libros. Y me fasciné con la novela de Kadaré por su calidad al mismo tiempo poética y trágica. Me encantó la calidad no verbal del relato y también el tema de la solidaridad y del sacrificio entre hermanos. En ese momento también me llegaron muchas propuestas para hacer cosas en Estados Unidos que no me interesaban. Al contrario, elegí un proyecto completamente contra lo que se podría esperar.
–¿Cómo logró adaptar la novela a una cultura tan distinta como la brasileña de principios de siglo sin que perdiera su esencia?
–Haciendo investigaciones. Kadaré cuenta la historia de territorios que fueron disputados a través de peleas entre familias. También se puede comprender ese tema como conflictos entre clanes o entre estados. Uno puede hacer la asociación con lo que ocurre en Medio Oriente o en Irlanda. Cuando la película se estrenó en Europa había personas que venían de lugares diferentes y me decían “haces películas sobre mi país”. Es algo que sucedió en varios lados. Las investigaciones nos mostraron que en Brasil algunos territorios del nordeste fueron definidos por peleas entre latinfundiarios. Hablé con Kadaré y le dije: “Me interesa hacer esta adaptación pero solo si la puedo hacer en una cultura que es la mía. O en mi continente”. El me respondió “no veo problema porque, en verdad, cuando empecé a hacer investigaciones sobre este tema lo que me influyó fue la tragedia griega, sobre todo Esquilo”. La tragedia griega está basada en el conflicto entre individuos y la idea de la venganza con derramamiento de sangre. Entonces, había extrañamente un diálogo entre culturas tan diversas como la albanesa, brasileña o griega.
–Al margen de la adaptación y la distancia cultural con el original, la película mantiene su identidad y su pertenencia latinoamericana.
–Es que muchas veces pertenecemos a culturas aparentemente distintas, pero somos parte de un mismo mundo y cometemos cíclicamente los mismos errores. El cine tiene esa extraordinaria capacidad de ser instrumento no solo de comprensión del mundo sino también de aproximación de culturas. Nos permite ver que muchas veces pensamos que estamos muy lejos de una cultura específica y no es así. Cuando yo vi las primeras películas de Abbas Kiarostami o de Jafar Panahi fueron como una revelación porque percibí que, a diferencia de lo que me decía la MTV de la noticia que es CNN, las personas retratadas en esas películas tenían muchas veces una mirada semejante a la que nosotros teníamos en Brasil. Empecé a sonreír y a llorar con ellos, a sentir los deseos que sentían y a sentirme reflejado en ese mundo que esos directores proponían.
–Estación Central ponía el énfasis en la historia de un niño, Detrás del sol está narrada desde la mirada de un chico de diez años, la película del Che habla de un viaje iniciático.
–Los niños y los jóvenes tienen la capacidad de reaccionar contra el orden preestablecido. Muchas veces son más corajudos que los adultos. Me interesaba tanto en Estación Central como en Detrás del sol la mirada de personajes que, con esa inocencia e integridad, cuestionan el mundo. Traen el “desorden necesario” a ese mundo y eso les permite propiciar el cambio. Además, me interesan personajes que se rebauticen, que no terminen en el mismo punto en que empiezan una película.
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