Vie 11.10.2002

ESPECTáCULOS  › MABEL Y LOS INMACULADOS, EL CABARET DEL SIGLO XXI

Las deformidades de una diva

Maby Salerno, una actriz-cantante que le aporta al espectáculo su humor grotesco es la figura central de un experimento teatral kitsch que mezcla pantomima, clown y música con toda naturalidad.

› Por Cristian Vitale

La puesta es casi caricaturesca. Hay un telón tornasolado en el fondo, paraguas con luces, macetas, pistolas y perritos de plástico, y una banda de rockeros tocando bolero. Todo gira en torno a ella, Maby Salerno. La diva es la que canta, claro, pero también ejerce su profesión de clown. Se tira el piso, se desborda y hasta puede terminar sentada arriba de un asistente. Todo le sale mal: intenta seducir fumando un habano que en realidad dispara talco –y se nota–, canta un bolero apasionado cuyo “hambre de amar” sacia con un sandwich de milanesa y hasta tiene una pelea histérica con el galán de la obra –Carlos Casella–, que termina clavándole un puñal de plástico a la altura de la vagina sin que se derrame una gota de sangre. “Ella intenta venderse como una diva standard, pero después se va deformando poco a poco hasta terminar en cualquiera, despegada totalmente de la banda musical” dice Javier Ntaca, guitarrista, tratando de explicar de qué va “Mabel y Los Inmaculados”, un experimento kitsch que mezcla clown, música y teatro en un mismo set.
“Estamos en el camino de descubrir qué es esto, por eso en cada presentación la improvisación es inevitable”, prosigue Ntaca. Mabel y Los Inmaculados se está presentando todos los viernes de octubre en La Matriz y funciona como la continuación de un proyecto under iniciado por Mabel -que también canta y actúa en Papando Moscas— a mediados los 90’, llamado “Rodocositas Rosas”, que tenía el mismo perfil pero con una estructura mucho más arcaica. “A Maby la conocí en un camping de Villa Gesell en 1986 y me contó sus proyectos –recuerda Ntaca–. Así empezamos a imaginarnos esto; en realidad nos íbamos a llamar El Faro 86 en homenaje al camping, pero después desistimos porque se nos ocurrió una idea mejor: en uno de los primeros shows le tiramos papelitos a la gente para que eligiera un nombre y el que más votaron fue Inmaculados.” Mabel añade: “Sí, nos asociaban con lo blanco, lo virginal, las flores y la pasión. Hay como una simbiosis especial entre la iglesia y lo pasional. Creo que nuestro público nos identificó con eso”. La banda se completa con músicos provenientes del rock. Están, entre otros, Pablo Memi –ex guitarrista de Los Ratones Paranoicos–, Pablo Fortuna, cuyo saxo aporta a la sección de vientos de Memphis La Blusera y el pianista Eduardo “Piva” Strauss, que aporta su visión: “el proyecto tiene mucho de experimental, además, porque a los rockeros a veces les cuesta aceptar esto de tocar boleros, un género riquísimo, personal y genuino que, sin embargo, es rechazado por mucha gente”.
–¿Como es eso de ser rockeros tocando boleros?
–Javier Ntaca: De hecho estamos tentados todo el tiempo. Un par de personas nos recomendaron agitar por la veta de la cumbia y a mí no me parece mal porque cuando pintan los temas calientes el show levanta un montón. Además, en algunos boliches te rechazan cuando hablás de bolero.
–¿Cómo hacen para que funcione la mezcla entre teatro, música y humor sin caer en la hibridez?
–J.N.: Es un desafío medio extraño. Cuando nos planteamos hacerlo, Mabel decía: “yo soy actriz” y yo, que vengo del rock, le respondía: “la parte musical la tenemos que cubrir por completo”. Solía pasar al principio que quedaba un producto mitad teatral y mitad musical, que era precisamente un híbrido. Por eso, definimos algo más serio. Ella se puso a estudiar canto con un profesor lírico y, a la vez, comenzamos a buscarle un perfil sonoro consistente.
–¿El espectáculo es una burla a la figura arquetípica de la diva?
–J.N.: No. Sólo jugamos. La cosa está encarada desde lo clownesco, que tiene que ver con eso de hacer visibles los errores. No nos burlamos de las divas.
–¿Cómo es la interacción con el público?
–Mabel Salerno: Nos influyen mucho sus reacciones. Creo que al ser el humor el hilo conductor y al introducir el tema del amor se provoca mucha identificación con lo humano. Uno, cuando ve un artista, lo ve siempre distanciado. En cambio acá, el artista se convierte en humano pese a estar en personaje y eso provoca desinhibición en la gente.
–Eduardo Strauss: Además, presentamos una visión del amor para nada edulcorada. Hablamos de un amor sensible, absurdo, intenso y dramático.
–¿Las reacciones de la gente predeterminan el rumbo del show?
–M.S.: Determinan el curso del show. Si el público está caliente, el show explota; sino queda todo como un simple recital. Tenemos un Plan B para cada ocasión que se aplica o no, depende el nivel de histrionismo de la gente. Si el público está receptivo, aplicamos el plan ambient; si está participativo, vamos a gas.
–E.S.: Hay un gran espacio de juego: puede transformarse en algo muy caliente o no; depende de si Maby los puede meter en el show o no.
–¿Y qué hay de la interacción entre la actriz y la banda musical?
–J.N.: Una imagen del show lo resume: en un momento la banda está sonando re sensual con un saxo lascivo y aparece ella con dos pistolitas disparando balas de mentira.
–J.N.: Hay mucha ingenuidad. Si bien Maby tiene un escote pronunciado, ella no busca seducir. La actitud seductora aparece en el primer tema y después te olvidás de lo bonita que es. No vendemos sexualidad, no aprovechamos que es tetona para mandarla al frente.
–M.S.: Igual, lo sexual aparece. Depende de las circunstancias, pero aparece.

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