ESPECTáCULOS
“Vengo un poco del rock, un poco del jazz, y de la música clásica”
El músico Leo Sujatovich explica sus influencias y dice que con el tango encontró un lugar donde expresarse de manera personal. Hoy se presentará en el teatro Maipo, acompañado por un trío de cámara.
Por Diego Fischerman
Desde Los Desconocidos de Siempre, con Nito Mestre, y una temprana grabación en el álbum Porsuigieco, hasta la música de películas como Mirta, de Liniers a Estambul y, más cerca, Pizza, birra, faso, pasando por sus tres discos con Spinetta Jade (Los niños que escriben en el cielo, Mondo di cromo y Bajo Belgrano), por infinitos jingles y trabajos como sesionista, por sus estudios en Nueva York con pesos pesado como el arreglador y compositor Don Sebesky y la pianista Jo Anne Brackeen y, ahora, por un trío de música de cámara con el que hace tangos, el perfil de Leo Sujatovich es, a la vez ejemplar y atípico. Por un lado dibuja el clásico recorrido que intentaron muchos de los que empezaron a hacer música en los ‘70, con un telón de fondo en el que se mezclaban la formación clásica, un rock argentino ascendente en popularidad, Chick Corea, la Mahavishnu y Weather Report, algo de grupos como Yes, Gentle Giant y Emerson, Lake & Palmer, un poco de Clapton y Hendrix y la fantasía de vivir profesionalmente de la música. El lado infrecuente es que él fue uno de los poquísimos elegidos a los que le fue bien.
“Lo divertido es que, con los icebergs, nunca se sabe cuál es la punta y cuál es la base”, dice Sujatovich a Página/12, en relación con su contacto con el tango y con el amor por un género que, según él, probablemente haya estado desde mucho antes de manifestarse. “La punta, tal vez, sea este momento, el preciso hecho de ponerme a hacer tango”, aclara. “El tango no lo mamé de chico, como la mayoría de los tangueros. En realidad, tampoco soy un tanguero. Estoy en busca de un camino propio. Y con el tango encontré ese lugar donde expresarme de una manera personal”, cuenta acerca de su nuevo cd, que presenta en vivo hoy a las 21 en el Teatro Maipo (Esmeralda 433). Allí, junto al violinista Damián Bolotín y Patricio Villarejo en cello, se pasea en un paisaje definido por bellísimos tangos: “Nocturna”, “Responso”, “A don Agustín Bardi”, “Gallo ciego”. El encuentro con este repertorio que le resultó revelador tuvo que ver con su “entrada a una segunda familia, la de mi esposa, en la que se escucha mucho tango y donde hay muchísima pasión por el tema, por sus intérpretes y sus compositores. En ese segundo hogar yo empecé a absorber y mamar cosas nuevas. Ahora hasta me da vergüenza reconocerlo, pero yo no conocía a Salgán. Y cuando lo conocí me abrió el mate de una manera increíble. Todavía me estoy comprando discos, me estoy poniendo al día”.
El origen de este proyecto tuvo que ver, como el de la mayoría de los proyectos, con una casualidad. “Damián y Patricio venían habitualmente a mi estudio a grabar música de películas que yo estaba componiendo, y esas cosas. Y, después de las grabaciones, nos quedábamos tocando. Zapando. Tocábamos y tocábamos. Al principio no tenía nada que ver con el tango; improvisábamos sin base fija y lo que sonaba tenía más que ver con la música contemporánea. El tango empezó a aparecer después, como una zona de conexión, como un marco estético. Y un día me aparecí con una carpeta llena de arreglos de temas de Salgán, de Piazzolla, de Troilo, de Berlingieri y dije: ‘Tenemos esto’. La idea era seguir improvisando y eso, junto al hecho de que la conformación instrumental, típica para la música clásica, pero extrañamente muy poco usada en el tango, proponía un mundo estético nuevo para nosotros, produjo esto que ahora estamos mostrando.”
Si durante años el ambiente del tango fue bastante reacio a admitir novedades (o, por lo menos, novedades posteriores a los ‘40), para Sujatovich la situación actual es diferente: “Hay toda una nueva generación de músicos de tango. Es cierto que muchos de ellos son músicos nuevos de tango viejo. Hay más novedades en las caras que en la música. Pero están advertidos. Saben que hay otras cosas. Están abiertos, porque necesitan darle alguna vuelta de tuerca. El tango, en todo caso, es, o debería ser, más una semilla que un lenguaje cristalizado. Yo entiendo que puede ser tentador eso de ‘vamos a hacer tango tradicional, nos vamos aJapón, nos hacemos un par de giras’. Está bien. Fenómeno. Cada uno hace lo que quiere. Pero a mí me está pareciendo, un poco también por lo que interesa, que hay una manera si uno quiere salir de eso. Tal vez tenga que ver con mi formación. Alguien puede decirme: ‘Vos no sos tanguero, ¿qué sos?’. Y es que yo vengo un poco del rock, un poco del jazz, un poco de la música clásica. Y necesito que todo eso salga”.