ESPECTáCULOS
Liliana Herrero impactó en el corazón de Bahía
La cantante entrerriana fue una figura central, interpretando con el público “Romaria”, de las actividades finales del IV Mercado Cultural.
› Por Diego Fischerman
El relato perfecto de Liliana Herrero, empezando a capella y sin micrófono, con una baguala, y terminando con el público cantando a coro “Romaria”, de Renato Texeira (ella en español y el público en portugués), fue uno de los retratos posibles de un festival pleno de matices y de las riquezas más variadas. Junto a un grupo impecable (Diego Rolón en guitarra, Facundo Guevara en percusión y Luis Volcoff en bajo) que interpreta la apuesta estética de la cantante, en el sentido de ser tan fiel a una tradición (principalmente la del folklore rural) como a la idea de modernidad y desarrollo, Herrero imantó a los asistentes a la sala del Pelourinho, el barrio histórico de Salvador, donde actuó para el IV Mercado Cultural. En su final, conmovedor, no hubo ningún rastro de demagogia. Fue, más bien, una improvisación y un hallazgo afortunado. Ella estaba, apenas, pidiendo perdón por no hablar el idioma del lugar y por utilizar el castellano. “En portugués lo único que sé es, ¿cómo era?”. Y empezó, primero un poco a tientas entre sus recuerdos y poco a poco con más seguridad, a hacer esa canción que Elis Regina convirtió en un himno. El público, claro, la siguió y produjo uno de los momentos de mayor intensidad emotiva de todo el festival.
La relectura documentada de la cultura amazónica de Marilui Miranda, el introspectivo recorrido del israelí Yair Dalal, la riqueza rítmica del grupo nordestino Pernambuco, la exquisitez de la mineira Ceumar, el desenfado (y al mismo tiempo ese gesto de tango antiguo) de La Chicana, Petrona Martínez, una colombiana de 81 años que, acompañada sólo por percusión, deslumbró a una multitud en una plaza del Pelourinho, el grupo de danza Delfos, de la mexicana Claudia Lavista, y Secreto y Malibú de Diana Schenblum –sobre una música indivisible de la obra, de Axel Krigier–, interpretada por Inés Rampoldi y Leticia Mazur, fueron también puntos altos de este festival al que asistieron, además, unos cuatrocientos productores de espectáculos y directores de festivales de todo el mundo. Producto de los contactos entre la denominada Red Latinoamericana, donde Brasil, Colombia y Argentina son puntales, este cuarto Mercado fue también el cimiento del encuentro mundial de la cultura que se desarrollará en el 2004 en San Pablo.
El otro aspecto enriquecedor del festival fue la Feria de las Artes que se montó en la parte trasera del Teatro Castro Alves. Allí, en los stands de los países participantes y de productoras independientes de distintas regiones de Brasil, sucedió parte de lo más importante del encuentro. Una cita de estas características tiene el indudable atractivo, para el público, de poner en escena una paleta de posibilidades de una amplitud que no podría tener lugar dentro de las leyes supuestamente libres del mercado comercial y, para los artistas convocados, de circular por un universo que, en la mayoría de los casos, les sería inaccesible de otra manera.