Jue 12.12.2002

ESPECTáCULOS  › UN ESPECIAL SOBRE OSVALDO SORIANO, EN CANAL (A)

“El Gordo explicó este país”

Roberto Fontanarrosa, Tito Cossa, Guillermo Saccomanno y Héctor Olivera trazar un cálido perfil de un escritor y periodista ya mítico.

› Por Emanuel Respighi

El escritor Osvaldo Soriano construyó una obra literaria a partir de los temas que personalmente lo apasionaban, a veces hasta el desvelo. Al menos así lo destacan y recuerdan sus colegas y amigos, ahora que su apellido es definitivamente mítico. El hacer su obra con sus pasiones definió toda su vida, desde la niñez. Aún estaba en la primaria cuando “El Gordo” conjugó su amor por los gatos y las historietas en la creación de Supergato, una suerte de revista con hojas arrancadas de los cuadernos que vendía con entusiasmo a sus familiares en la sobremesa dominical. Mucho tiempo después, cuando su destino de jugador estaba sellado, escribió maravillosas crónicas y cuentos futboleros para sus espacios en Página/12. La admiración que sentía por los cómicos del cine mudo Stan Laurel y Oliver Hardy fue central para la escritura de Triste, solitario y final, su primera novela. La facilidad que tenía para convertir en público lo personal, y al tiempo contar historias con un lenguaje poético pero directo, fue clave en el proceso que lo convirtió en uno de los escritores más populares de la historia literaria argentina. El ciclo “Ciudad natal”, Canal (á) estrena hoy a las 10.30, 15 y 19 un documental que repasa los momentos más relevantes de la vida del escritor, que murió el 29 de enero de 1997, entrelazándolos con su obra.
Alguna vez castigado por ciertos cenáculos que creían su prosa “popular” y “fácil” –como si estas dos características fuesen un defecto–, Soriano logró construir lo que pocos escritores consiguen pese a sus constantes esfuerzos: una leal relación con los lectores. Sin haber terminado la escuela secundaria y dueño de una enfermiza relación con el fútbol, plantea la realización, utilizaba la literatura como un inigualable medio para referirse a la realidad. Sobre todo a los diferentes momentos de la realidad política argentina, a la que con lucidez se refirió en sus novelas No habrá más penas ni olvido, Cuarteles de invierno o A sus plantas rendido un león.
El documental avanza a través del recuerdo y las anécdotas de algunos amigos de Soriano, en su mayoría colegas con los que alguna vez trabajó. “El Gordo cubría un registro de contar lo que pasaba a su alrededor. Tenía una percepción muy fina de todo lo popular, especialmente del manejo del habla coloquial”, apunta el escritor y dibujante Roberto Fontanarrosa. “Creo que ahora Soriano está empezando a ser mirado desde otro lugar, porque Soriano es un clásico”, subraya el escritor Guillermo Saccomanno. “Era un periodista brillante. Como todo periodista brillante era difícil para el trabajo: era medio vago. Si podía no trabajar no trabajaba. Sólo escribía las cosas que le gustaban”, cuenta el dramaturgo Roberto Cossa.
Dueño de un estilo que unía aceitadamente la literatura y el periodismo, la realidad y la ficción, Soriano, recuerdan todos, estaba obsesionado por la realidad. Saccomanno recuerda en el documental que para Soriano “la literatura y la política no estaban divorciadas: para él la ficción es ideología. La ideología no pasaba sólo por firmar una solicitada o ir a una marcha con las Madres de Plaza de Mayo. Soriano maneja la realidad en su literatura. No habrá más penas ni olvido y Cuarteles de invierno son las grandes novelas de la dictadura, juntamente con Recuerdos de la muerte de Miguel Bonasso, o Astucia de la razón de José Pablo Feinmann. Las de Soriano son dos novelas que explican, en términos de ficción, lo que ha ocurrido en el país”.
Pese a que era apreciado por buena parte de la comunidad intelectual, a Soriano le dolía cierto rechazo de algunos círculos académicos, que parecían no perdonarle su éxito. “Se sentía desconocido y descalificado por la Facultad de Filosofía y Letras de la UBA. Esa actitud le dolía mucho. Pero como por otro lado tenía tanta adhesión y fervor de los lectores, la angustia se compensaba”, afirma Cossa. Saccomanno considera que esa indiferencia se debía más a un prejuicio que a un análisis profundo sobre su obra. “Fue ese olfato de lo popular lo que le produjodespués algunas antipatías por el lado de cierta crítica, aquella que piensa que las obras de arte son sólo aquellas que llegan a un público reducido, o que la calidad de la obra se mide por la percepción que pueden tener unos pocos integrantes de una elite.”
En el mismo sentido, Fontanarrosa aprecia que el estrecho vínculo que Soriano tenía con el fútbol, un deporte tan popular, era mal visto por la denominada alta cultura. “Es que los escritores serios –señala el humorista– no tocaban el tema del fútbol. Creo que tanto El Gordo como en mi caso, llegamos a escribir sobre fútbol más por el amor al fútbol que por el amor a la literatura. O sea, llegamos por el otro camino. Osvaldo siempre tuvo un perfil popular, en el sentido de que sus textos eran muy accesibles.”
Uno de los puntos imposibles de soslayar cuando se habla de Soriano es el de los gatos, animal recurrente en la vida y la literatura desde sus primeros años Mar del Plata. “Los gatos fueron una pasión fuertísima para Soriano: donde él estaba había un gato. No sólo por amor a los gatos, sino también por cábala”, indica Cossa. Según Saccomanno, la relación con los gatos era tan intensa que había configurado una teoría respecto de sus libros. “El Gordo sentía que si cuando había terminado la novela el gato se posaba sobre ella, ésa era una buena señal. En cambio, si el gato no lo hacía, para él estaba todo mal”, recuerda el colaborador de Página/12, aún incrédulo.
Sobre el final de su vida, Soriano se refugió en una casa en Mar del Plata, su ciudad natal. No había perdido la costumbre de dormir de día y permanecer despierto buena parte de la noche, llamando por teléfono a sus amigos a altas horas de la madrugada. “Teníamos diálogos muy insólitos para las cuatro de la mañana. Hasta que a mí me entraba el sueño, me iba a dormir y él seguía con lo suyo”, rememora el director de cine Héctor Olivera. Pese al avance de la enfermedad que lo aquejaba, Soriano continuó escribiendo las contratapas de Página/12 hasta sus últimos días. “En la obra de Soriano –define Saccomanno– se combinan dos cosas: una gran calidad poética y narrativa con una delicada perspicacia para advertir lo que ocurre en la realidad y establecer una fina conexión con el lector. Esta confianza en el lector es lo más importante en la obra de Soriano.”

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