ESPECTáCULOS
› ENTREVISTA A EMILIO BASALDUA, EL NUEVO DIRECTOR DEL COLON
“El concepto antes que los nombres”
En medio de una crisis sin antecedentes, Basaldúa afirma que es la “oportunidad para pensar al Colón desde otra estética”. Los anticipos de la temporada de este año van en esa dirección.
› Por Diego Fischerman
Podría pensarse que le tocó bailar con la más fea. Que después de años en que en el Colón podía soñarse con temporadas internacionales a partir de la sobrevaluación del peso, a su nuevo director, el escenógrafo Emilio Basaldúa, le corresponde hacerse cargo en el medio de la peor crisis económica de la historia. La temporada prevista inicialmente por su antecesor, Sergio Renán, apenas podrá ser respetada, a pesar de las intenciones. Es que el secreto a voces, aunque la temporada aún no haya sido anunciada, es que, salvo alguna milagrosa excepción, en la programación de 2002 no habrá artistas extranjeros. En la entrevista mantenida con Página/12, sin embargo, se muestra relativamente optimista. “Es la oportunidad –dice– para pensar al teatro desde otra concepción estética.”
Director escenotécnico del Colón hasta que fue convocado como director general (su nombre, finalmente, primó sobre el del otro candidato fuerte de la Secretaría de Cultura de la Ciudad, el de José Miguel Onaindia, en ese entonces director del Instituto Nacional de Cinematografía), le otorga particular importancia, en primer término, a la paritaria entre el gremio y la Secretaría de Cultura de la Ciudad, y a la discusión del nuevo reglamento de trabajo: “Hemos tenido reuniones muy largas con las autoridades como para que este reglamento sirva. Lo que yo querría, y espero conseguir, es recuperar el horario de las 14 a las 18 hs. (en que los empleados escenotécnicos no trabajan, según la reglamentación todavía vigente) para que en los ensayos de las tardes estén los maquinistas y, de esa forma, poder reemplazar los ensayos nocturnos por nuevas funciones. Queremos que haya más funciones de algunas de las óperas y de los programa de la Orquesta Filarmónica, con entradas más baratas. Si se logran armonizar los horarios del teatro, recuperaríamos unas 50 noches para la temporada”, explica. “En cuanto a la situación económica, la incertidumbre no es distinta a la del resto del país”.
Ligado al cine (fue escenógrafo de las películas El impostor, de Alejandro Maci, Una sombra ya pronto serás, de Héctor Olivera y Tango, de Carlos Saura, entre otras), al teatro (Variaciones enigmáticas , de EricEmmanuel Schmitt y dirigida por Renán, por la que ganó el premio ACE de 2001) y a la ópera, Basaldúa trabajó en el Colón en varias puestas, entre ellas las de El cónsul, de Gian Carlo Menotti, La ciudad ausente, de Gandini, en Macbeth, de Verdi y en Variété, de Mauricio Kagel. Los condicionales, en un momento en que no hay nadie seguro acerca del destino de ese país llamado (todavía) Argentina, son inevitables. Basaldúa, hoy, dice que “si consiguiéramos lo que queremos, es decir que haya más funciones de ópera, ballet y sinfónicas, sería, desde ya, en un marco de gran austeridad”.
Su tarea no es fácil, si se piensa que la programación a la que está terminando de dar sus toques finales debe contemplar posibilidades no sólo distintas sino, directamente, opuestas. Si el reglamento se modifica (lo que sería racional pero, en principio, cuenta con la oposición de parte de los trabajadores, ya que significaría perder la posibilidad de cobrar horas extras) y las dudas acerca del presupuesto con el que contará el Colón (todavía no se sabe ni siquiera cuál será el de toda el área de Cultura) son, obviamente, condicionantes muy fuertes. Basaldúa, no obstante, afirma: “Yo no quiero quedarme atrancado con estos `no’, que espero que sean temporarios. Lo real es que estoy buscando alternativas. Y se está estudiando la posibilidad de que la programación artística se autofinancie con la recaudación. Otra cosa que quiero hacer es que los artistas argentinos trabajen mucho más. Yo me acuerdo lo que era el teatro La Monnaie de Bruselas hace treinta años, cuando llegó Gérard Mortier. Era un teatro que no tenía mucho dinero y hacía temporadas con óperas tal vez menos conocidas y con elencos menos estelares que los teatros más grandes,pero dando más ensayos y mayor importancia al espectáculo total que al nombre del cantante. Yo querría buscar el equivalente a eso: cantantes en ascenso, equilibrio entre el gran repertorio y los títulos poco transitados y espectáculos en que el concepto general sea lo importante”.
En el centro de una situación compleja, Basaldúa se lamenta por “no poder hablar mucho de lo artístico y estar demasiado pendiente de lo económico”. Sin embargo, cada una de sus opiniones señala un camino estético claro. “No me interesa transformarme en un terrorista de la ópera: querría intensificar la presencia de lo contemporáneo pero me importa el equilibrio”, señala. “Sé que para el público de Buenos Aires y, en particular, para los abonados al teatro, los nombres son importantes y, en la medida de lo posible, trataremos que todos los títulos tengan un atractivo en ese sentido. Pero también hay que tener en cuenta que ese público es mucho menos conservador que lo que el prejuicio determina. Salvo sectores pequeños, que rechazan sistemáticamente cualquier novedad, al público porteño que se interesa en la ópera le gusta sorprenderse, está ávido por conocer las nuevas tendencias estéticas y, cuando su situación económica se lo permite, viaja a festivales como el de Salzburgo o a teatros del exterior para ver qué es lo que está pasando en el mundo.”
El director del Colón, además, tiene claro que otro de los objetivos es la ampliación del público. De hecho, en los últimos treinta o cuarenta años ha habido un divorcio importante entre el público culto de Buenos Aires (ese que lee a escritores como Saramago, Martin Amis, Paul Auster o Juan José Saer, que va a ver cine iraní, que llena los teatros durante los festivales internacionales y que disfruta con Peter Brook, Pina Bausch o El Periférico de Objetos) y la ópera (o la música clásica en general), que tiene sus propios seguidores, cultos o no. Basaldúa sabe que el teatro no podrá interesarle nunca a quien no le interesa la cultura pero sabe también que, en este momento, no resulta convocante para muchos de ellos. “No se me ocurriría pensar que al Colón tiene que venir todo el mundo pero sí que tiene que poder venir todo el mundo que quiera hacerlo y todo aquel que potencialmente debería estar interesado y hasta ahora no fue atraído por nuestras propuestas. En ese sentido, lo que aportó Renán, con espectáculos como Metrópolis, en el que se proyectó la película de Lang con música de Martín Matalón ejecutada en vivo, o con la creación del Centro Experimental o con el Abono Contemporáneo, es fundamental. En el 2001 hubo, por ejemplo, dos espectáculos, Orfeo de Monteverdi y Variété de Kagel, que dieron esa posibilidad, que atrajeron otra gente al teatro, que fueron exitosos y que tuvieron una altísima calidad, mostrando lo que el Colón también puede hacer, sin dejar de tener en cuenta los grandes títulos del repertorio.”